Trinidad

90 15 1
                                    

Edad de los personajes: 13 años.

Con el hecho de que se diera a conocer que existían amazonas y atlantes en el planeta, los medios de comunicación parecieron explotar; de repente, luego de haber transmitido la noticia de que los árboles sentían, ahora informaban de que la primera Embajada Atlante se instalaría en Estados Unidos, que la reina Hipolyta de las amazonas pedía hablar con el gobierno del mismo país para permitir a las mujeres abusadas una nueva vida en Themysira.

Y eso que aún no tenían pruebas de vida inteligente en otros planetas como lo sería Hal (Linterna) o Clark (Super), quien por cierto seguía creyendo los Kents eran sus padres biológicos y él tenía alguna extraña mutación causada por la lluvia de meteoritos que ocurrió en su nacimiento.

En fin, esa explosión de información de la cual la Humanidad entera no estaba lista para aceptar provocó que la Institución se viera obligada a ser igualmente "pública", o cuanto menos aparentar ser normal; ello quería decir viajes escolares, participación en eventos sociales, un poco de publicidad para que los chicos que se les habían "escapado" supieran de la misma, y, como cereza para el pastel, también intercambio escolar.

Super no dejaba de mirar hacia el grupo de chicos que recién habían llegado para pasar allí una semana. El chico seguía siendo abierto a quien se presentara por la Institución, se presentaría con cada uno de ellos de no ser por aquella chica de ojos azul celeste, cabello negro y lacio atado en una descuidada cola de caballo, esa piel que se veía tan suave, y su risa... Super podía escuchar a una sinfónica tocar en ese momento a varios países de distancia y ni siquiera la pieza más delicada podría ser comparada por la risa de esa desconocida...

-¿Sabes que lo estás diciendo todo en voz alta, verdad? -Preguntó Murciélago mientras se sentaba a un lado de su amigo con su bandeja y la de Maravilla ocupando cada una una de sus manos.

Super sintió el color rojo subiendo a sus mejillas y en seguida apoderarse de su rostro completo. ¿Cómo pudo ser tan descuidado? Más aún teniendo a Murciélago como amigo.

-¿Por qué no simplemente vas a hablarle y ya? -Preguntó el otro mirándole divertido, algo casi imposible de notar pero que ahí estaba la sombra de su sonrisa -Lo has hecho con todos.

-No gracias ¿qué si hago el ridículo?

-Eso nunca te ha detenido -Contestó Maravilla sentándose delante de ellos y tomando su bandeja de comida luego de depositar un pequeño beso en la mejilla de Murciélago -¿De qué hablan?

-De nada -Respondió el mayor encogiéndose de hombros y comenzando a jugar con su puré de zanahorias -Algo estúpido...

El club de la Trinidad se mantuvo en silencio por unos segundos más hasta que el gothamita decidiera romper (por primera vez en toda su vida) esa breve quietud con sus amigos.

-Bien, entonces iré yo.

-¿Ir a dón-?

-¡No! ¡Murciélago! -Exclamó Super interrumpiedo a la amazona y levantándose de su asiento lo más rápido que se sintió capaz de reaccionar; pero el susodicho ya había llegado con la musa de Super, y bastó con que ella volteara directamente al kriptoniano para que éste regresara a sentarse en su asiento impidiendo contacto visual con ella mientras Maravilla seguía sin comprender a qué iba todo eso.

-Bien, no quiso comer con nosotros -Dijo Murciélago con simplicidad mientras volvía a su anterior asiento -, creo que piensa somos raros.

-¿Quié-?

-Eres un idiota, -se quejó Super apretando la mandíbula y los puños -no te pedí que le hablaras.

-No entiendo, ¿de qué-?

-Por favor -interrumpió Murciélago a Maravilla sin darse cuenta siquiera -, dime que no era eso lo que querías.

-Claro, ignórenme -Murmuró la menor con fastidio.

-¡No! Eres raro, Murciélago, no quiero tu ayuda, apestas en el amor. Yo lo sé, Maravilla lo sabe, pero no te dice nada porque... agh... Simplemente no quiero que te involucres en esto también, bastante hiciste con arruinar lo de Zafiro y Linterna.

-¿Saben qué chicos? Voy con Mera -Dijo la princesa levantándose con todo y bandeja de comida dejando a los dos discutiendo por cosas sin sentido.

La verdad, para Maravilla era todo un paso para su amigo humano el que quisiera ayudar a Clark en vez de joderle la vida como había sido en los últimos cinco años de conocerse. La amazona sabía bien que Murciélago se había esforzado en ser un mejor amigo luego del incidente con la piedra verde; Super no lo recordaba, pero ella sí, ella había visto la cara de preocupación que nunca se había abierto espacio en la personalidad del gothamita cuando pensaban su mejor amigo no lo lograría. 

Clark no lo vio, pero Murciélago no se apartó de su lado de la cama de hospital durante días, ni tampoco las veces que, cuando se creía solo con su amigo, comenzaba a leerle algún capítulo de los libros que llevaba para pasar el rato. Diana sabía de antemano la buena amistad que ambos tenían, a pesar de que Murciélago volviera a ser el mismo frío de siempre una vez Clark salió del hospital, ya no era tan frío, o al menos no como un tímpano de hielo, más bien como un helado de chocolate que se olvidó varios días en el refrigerador, y que seguía siendo duro pero con un toque de sabor.

Maravilla sabía el tipo de relación entre ambos. No eran enemigos aunque siempre discutieran, tampoco amigos porque simplemente nunca encajaron en el perfil de cada uno... no, ellos eran otra cosa, ellos eran hermanos.

El club de la Trinidad no era otra cosa que una segunda familia para cada uno de sus integrantes.









Escena post créditos:

El profesor Obsidian no se movía de su lugar frente al pizarrón, eso a Murciélago le tenía algo nervioso, ese maestro en particular era escalofriante, aún para un gothamita.

-Sigue escribiendo -Ordenó el mayor con un tono autoritario.

El otro continuó con la tarea asignada al igual que su compañero de la izquierda, quien mientras fingía escribir en su libreta se volteaba al contrario con una mirada que el otro descifraba sin problemas.

-Si continúan así serán más planas -Advirtió Obsidian dejando sus sombras adueñarse de la mitad del salón solo para darle más fuerza a sus palabras de por sí espeluznantes.

Porque, seamos sinceros, ya bastantes planas eran ocho hojas con la frase "No debo hablarle mal a mis compañeros".

Antes del ComienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora