Dieciséis: <Relato de Jamie>

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Pov Jamie:

Entonces, como cuando uno menos lo espera y desea, aparece alguien en tu vida para darla vuelta. Todas esas cosas que antes parecían sin sentido, ahora tenían otro significado.

Me parecía algo extraño que alguien detrás de botas de combate, maquillaje oscuro y demás accesorios oscuros, llevara calcetines con flores, coloridos y alegres.

Me parecía extraño que alguien con el aspecto antes nombrado, tuviera una habitación tan pulcra, cuidada con sus paredes color pasteles. Parecía como si no encajara allí, pero a la vez sí.

Todas esas particulares cosas, dejaron de parecerme extrañas, me parecían ella.

Ella con su cabello revuelto, ojos siempre maquillados y labios rojos.

Ella con sus ataques de tristeza/alegría incontrolable.

¿Cómo uno puede resistirse?

La vi por primera vez, como si su rostro estuviera iluminado, a pesar de que noté lo enfurecida que estaba porque la gente la apretaba contra la valla, lastimándola. Creí que un autógrafo la haría olvidar por un momento de la situación en que estaba, pero al perder su libro. Imaginé que estaría hecha una furia.

Tuve el libro conmigo, sintiendo el perfume que en él había. Dulce, primaveral y tan contrario a como parecía.

Luego el incidente en Holland Road, dios mío. Creí que había cometido un delito. Creí que había atropellado a esa muchacha. La perseguí por una corazonada, sabía que por alguna razón debía hacerlo. Perfecta excusa la del libro.

Me asusté, es decir, ¿quién no lo haría? Yacía en el suelo, con sangre en el rosto y aún se veía bonita. Como el tipo de belleza en que debe ser pintado o como el arte. Que te estremece o te deja aturdido.

Esa noche volví a casa con su mirada desorientada crepitando en mi cabeza, como si no habría nada en que fuera más importante que eso.

Rodé en la cama, miré hacia el techo y por último recordé que tenía su chaqueta en el auto. Bajé en prendas menores hacía el garaje y la busqué. Parecía un loco psicópata el cual se aferraba a un objeto.

Cuando estuve en España y México, pensé en ella, porque realmente quería verla, pero no tenía como comunicarme, estaba en otro país, confundido por el idioma ajeno al mío, con fans apasionadas, pero nada de eso me distrajo. Quería volver a verla. Era como que algo no estaba completamente sellado.

Luego del café pensé que quería conocer más a esa chica, era de las que son interesantes hasta sin decir palabra alguna.

Cuando cumplí doce años, conocí a una chica en la escuela, era realmente misteriosa. No hablaba, no participaba. Me interesaba que fuera así, extraña. Pero era portadora de una belleza despampanante, que quizá a pesar de no tener desarrollo adolescente, sus rasgos habían dejado de ser como los de una niña, frágiles, delicados.

Sentía muchas cosas a pesar de nunca haber hablado con ella, entre esos sentimientos se encontraba la curiosidad. Quería averiguar más sobre esa chica. Medité mucho tiempo si hablar con ella o no. Cuando quise hacerlo, ella se había ido.

Nunca había socializado con las chicas de la clase, puesto a que sabía que se iría y no quería encariñarse con alguien tan rápido, para que luego sus padres decidieran mudarse nuevamente de ciudad.

Me dije que nunca dejaría que pase eso, así que con la imagen de esa niña en la mente, seguí mis instintos y quizá me arrepentiría. Pero eso lo sabría luego de intentar, no antes.

Después del viaje, el destino se empeñó en volvernos a encontrar cuando regresaba hacia la ciudad, de visitar a mis padres. Supe que lo nuestro iba más allá de lo que decidiéramos nosotros. Porque había algo que nos atraía y lamentablemente en situaciones atípicas.

Holland Road &lt;Jamie Campbell Bower&gt;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora