Capítulo 7

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Capítulo 7.

-Gabriel, esto no está bien.- Gabriel la voltea a ver y la suelta por un segundo - No te quiero. Yo estoy enamorada de Carlos y el es tu mejor amigo y hasta ayer en el baño todo era normal, pero arruinaste mi amistad con Manuel, me robaste mi primer beso, me viste en pijama, y me besas como si me amaras de verdad, y yo la verdad no te quiero. Quiero a tu mejor amigo. Y no está bien que me este engañando, y que te engañe a ti sobretodo.- Rafaela suspira y retoma. - Vete de mi casa.

-Rafaela... Dios, no, no, yo sí te amo. Nos amamos, dime que ese beso no fue de verdad, dime que no sentiste el mundo derretirse cuando dibujaste el corazón en la regadera, dime que eso no tuvo nada de importancia, dímelo viéndome a la cara, dímelo sin tartamudear, sin dudar, y me iré de aquí, me iré y no volveré a molestarte. Dime que no sentiste nada. Dime que jugaste conmigo, dime que lograste romperle el corazón al casanova de la prepa, puedes presumirlo, puedes decir que eres la "perra maldita" que en menos de 48 horas le rompió el corazón a dos hombres, dos hombres que son primos, dime que sólo me besaste por placer, dime que eres aquélla que logró conquistarme con su mirada, con su sonrisa, con su débil cuerpo, con su tímida voz. Dime qué sentiste y me iré de una buena vez. ¡DÍMELO!- Gabriel comienza a llorar.

-Miedo. Sentí miedo, no sabía qué hacer, no sé lo que siento, ni siquiera sé si siento algo.

Le brotan lágrimas a Gabriel, está llorando mares, niega con la cabeza y se va de aquel estúpido lugar. Baja corriendo las escaleras, abre la puerta de la casa y la cierra tan fuerte que Rafaela lo escucha. Corre hacia el parque, cerca de ahí se ha quedado estacionado, la lluvia incrementa su fuerza, se empapa en menos de un segundo, se da cuenta que ha olvidado su camisa, pero le da igual, no regresaría

a esa casa ni aunque le pagaran. Dios que maldición, que roto se siente, que destruido, la única luz en su vida la han apagado, ahora no tiene ni idea de cómo escoger entre el infierno y el cielo, es sólo lluvia y lágrimas. Qué mujer... le entregaba su corazón y de pronto se lo quitaba. Nadie nunca le había causado tanto dolor.

Se le destroza a pedacitos y ella tiene todos y cada uno de los trozos de su alma. Podría destrozarlos con tan sólo cerrar su mano. 48 horas le bastaron a esa mujer para poder conquistar el mundo. Su mundo.

Gabriel conduce rapidísimo, llega a casa, sube hasta su cuarto y cierra la puerta. Se encierra con seguro. Saca una hoja y comienza a escribir:

Hoy, primera vez que me rompen el corazón. Esa mujer que con sólo mirarme me enamoró. Pero ahora me doy cuenta de que nunca fui yo a quien miraba. Carlos, ese bastardo, me ha arrebatado a la única luz que veía en mi estúpida vida. Que no se de cuenta... Dios qué dolor tengo, como es posible que esta muchacha indefensa, débil, sin amigos, anoréxica, me haya dejado así. Dios santo. 

¿Por qué duele tanto? ¿Acaso es porque me arrebató la vida? ¿Acaso es porque ella era mi vida? acaso es porque lo tuve escondido por tanto tiempo, y ahora que quiere salir lo he arruinado. ¿Por qué? Si tan sólo supiera cuánto la amo, si tan sólo viera, que estoy a su lado... -toma un cigarrillo de su cajón, lo enciende, trata de tranquilizarse y le da una calada. Continúa escribiendo. -Tal vez, la deba conquistar como lo hizo Manuel, dejaré a los estúpidos de mis amigos para estar con ella. Finalmente... depende de mí, de mi corazón. Corazón, esto depende de ti.

Gabriel Iker Vasco. 

Le da otra calada al cigarro, se queda pensando unos segundos, mientras las lágrimas siguen brotando. Se tumba sobre su cama, sopla todo el humo del cigarro, toma un platito que está en el buró junto a su cama y hecha toda la ceniza del cigarro. Se termina aquel cigarrillo y empieza con otro, así lo hace hasta que consume tres. 

¡Bah!, qué salud ni qué nada, si la vida es un desperdicio. Su padre llega a la casa con su nueva pareja de la mano. Apenas y nota el olor a cigarrillo que inunda la casa, voltea a ver a su hijo sin dirigirle la palabra y continúa caminando por el pasillo con la muchacha de la mano. Ella es por lo menos unos 15 años más joven que su padre... Ella podría ser su hermana, pero así es él. Un viejo cascarrabias al que no le interesa ni lo más mínimo la familia. Se encierran en su cuarto con seguro y dejan de nuevo sólo a Gabriel. Enciende el cigarro. El cuarto. Comienza a fumarlo, mientras se pone los auriculares y comienza a escuchar música. Pasa una de sus canciones favoritas, aunque nadie lo sabe porque le arruinaría su reputación como machote. La tararea en voz baja. Un mensaje le llega al celular, lo mira y lo ignora volteando el teléfono boca abajo. Sigue fumando y cantando las canciones de su teléfono. No tiene una voz increíble, pero no canta mal. Terminando de fumar el cigarrillo se queda mirando la cajetilla, y la avienta hacia la pared, haciendo que la caja se rompa y todos los cigarros se rieguen en el suelo.

En su habitación está sola en casa, se acerca al inodoro de su cuarto y vomita. Se hace vomitar una y otra vez, después de 5 veces estremeciéndose por aquella horrible sensación alguien toca el timbre. Ella se lava los dientes, baja corriendo las escaleras. Es su hermano Alejandro junto con Carlos .Les abre la puerta. Rafaela se les queda mirando un momento en lo que entran a la casa, y comienza a sentirse mareada, el mundo le da vueltas. Se agarra de uno de los sillones en la sala, intenta caminar hacia su habitación, pero a los tres pasos se cae al suelo desmayada. Su hermano y su amigo, que ya estaban por las escaleras voltean a ver lo que había sucedido. Al verla tirada esperan a que se mueva o se levante. Pero no lo hace. Los dos corren a ayudar. 

-¡Rápido!, ¡ayúdame a llevarla a su habitación¡ mientras yo buscaré sus medicinas.-Grita Alejandro desesperado.

Carlos toma a Rafaela con delicadeza, la levanta poco a poco, y se da cuenta de que no pesa nada, por mucho ahora estará pesando unos 27 kilos. Rápidamente la lleva hasta su cama. Se da cuenta de que había estado hincada un buen rato por el color de sus rodillas... Había estado vomitando. Llega corriendo Alejandro con unas cajas de medicinas y el teléfono en el oído.

-Madre, responde.... ¡JODER, MAMA!.... Mamá, de nuevo se desmayó... pero no sé cómo... Si, está Carlos... No sé, ahorita le pregunto, si no lo hago yo. Adiós.- Y cuelga

-¿En qué ayudo?- Se queda viendo al cuerpo inanimado de la muchacha.

-¿Sabes inyectar?- Carlos asiente con la cabeza y Alejandro le da una jeringa y la medicina.

-¿En dónde se tiene que inyectar?- 

Alejandro le alza la manga de la piyama a su hermana y le señala la vena de la muñeca. Carlos un poco temeroso toma la mano de Rafaela y le inserta la jeringa en la vena, y le pone todo el medicamento. 

Se sientan en la orilla de la cama a esperar una reacción... Después de una media hora, ella abre los ojos. Alejandro suspira aliviado.

-¡OYE!, joder no vuelvas a desmayarte... que susto me has dado hermanita.- La abraza y la besa en la frente. -¿No ibas a estar en el parque?-

-Sí fuí al parque, pero, empezó a llover, y vine a casa y ya.

-¿Qué paso con Gabriel?- pregunta su hermano. Al escuchar el nombre de Gabriel, Carlos se queda boquiabierto. Entonces era cierto que esos dos se andan besuqueando eh?

- Nada, estuvo un rato aquí, después se fue. -

Carlos en eso interrumpe.- ¿Vas a ir a su fiesta mañana?

Rafaela asiente con la cabeza.

 

Corazón, depende de ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora