Capítulo 12

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Capítulo 12.

Que linda sonrisa tiene, aquélla que se dibuja delicadamente en su rostro, capaz de calmar cualquier preocupación, cualquier llanto. Qué bonitos ojos, de eterna profundidad, de bello color, y esas enormes pestañas que suben y bajan, junto con su mirada, con esa mirada angelical. La linda chica de ojos preciosos.

Escucha atenta al sacerdote frente a la multitud, tiene sus delicadas manos entre sus piernas, y juega con sus largos dedos pálidos. Mueve las rodillas con un poco de nerviosismo y de vez en cuando lo ve con sus ojos preciosos. Él, en cambio, no ha prestado atención... La chica junto a él le ha robado todos sus pensamientos, y sólo es capaz de pensar en ella. En sus labios, en su sonrisa, en su cabello negro que cae sobre sus hombros, en su cuello, en ella, simplemente en ella.

Termina la misa, se ponen de pie y se toman de la mano y salen de la iglesia después de inclinar la cabeza ante el altar. Será un domingo perfecto.

Derrama una lágrima mientras escribe en el papel amarillo con renglones azules.

Cariño,

Ya paso demasiado tiempo desde ese día. Y no puedo detenerme ahora, no puedo pararlo ya, y tú tampoco podrás. ¿Escuchas tu corazón, cariño? ¿Escuchas lo lindo que suena cada palpitar? Porque yo no lo he dejado de escuchar, y no quiero mirar abajo y dejarlo de escuchar. Cariño, no puedo hacer nada más que esto. Y aunque me duele, lo tengo que hacer, no puedo dejar que más tiempo pase. Gabriel, te irás.

Te vas a un internado. No puedes seguir fumando y destruyendo tu cuerpo, ¿Tú crees que será lindo tener que enterrar a mi hijo? ¿Crees que me enorgullece el hecho de que sé que morirás antes que yo si sigues así? No vas a opinar. Te vas.

Te quiero, Gabriel Iker. Y como soy tu madre, y te amo, no quiero continuar viendo el sol sin tí.

Dobla el papel amarillo, lo mete en su bolso, junto con la carta de aceptación de la academia. Se limpia la cara, sorbe por la nariz, y se encamina a la casa de su ex marido.

-Me gustas mucho sabes...

-Tu también me gustas, guapo.- Susurra Rafaela en su oído, Gabriel se estremece, y la corriente eléctrica le recorre el cuerpo. La toma de la mano, y juguetea con ella. Pellizca la palma de la mano y ella chilla débilmente. Se lleva la mano a la boca y le da un beso, un tierno beso, en el asiento trasero del auto de su madre. De vez en cuando ella los ve por el retrovisor y sonríe. No cree que su hija este con ese muchacho tan problemático, pero le gusta.

-Vale, chicos, ¿quieren comer en casa?

-Sí, me gustaría. - Contesta rápida y atentamente Gabriel, con su grave voz.

-Pues ya que...- Rafaela hace una mueca graciosa y sonríe a la ventana, Gabriel ríe como bobo al verla de tal manera. La quiere mucho.

-Rafaela, no seas así con tu madre, que cocina delicioso.- Sonríe el muchacho

-Rafaela, me gusta este chico...

-Calla madre, además Gabriel nunca has comido en mi casa.

-Claro que he comido en tu casa, ¿olvidas que soy amigo de tu hermano?

Justo en ese momento Alejandro les hecha una miradita sobre del asiento del copiloto, asiente y sonríe.

-Ya... Pues vamos a comer a la casa...- Rafaela ladea la cabeza y Gabriel se aproxima a darle un beso en la frente.

Entre sonrisas y sonrisas avanzan por la ciudad. Gabriel recibe una llamada. Ve su teléfono y la desvía y vuelve a guardar el móvil en el bolsillo del pantalón. Rafaela lo mira extrañado al ver su reacción, pero vuelve el rostro y le sonríe. Pasa sus dedos por su melena negra sedosa. Y llegan a casa.

Rafaela abre la puerta del auto y sale disparada a la puerta de su casa, Gabriel la persigue de una manera un poco más lenta. La alcanza y la chica lo abraza.

-He ganado otra vez -Ríe

-Pero ahora no te puedo dar el premio, linda.

-¿Por qué no? - La chica juguetea con el borde de la camisa de él. Su madre y su hermano aún están en el garaje.

-¿Deseas que tu hermano me golpee?- La fulmina con la mirada. Y después la suaviza y sonríe, ella también sonríe.

-Sería algo entretenido de ver

-Dios, ¿De quién me enamore?- Dirige una mirada al cielo y ella ríe. El vuelve a bajar la mirada a la chica que está colgada en su cuello - Dice Dios que debo tener cuidado contigo...- Ríe.

-Nadie me conoce mejor que él. -También sube sus ojos al cielo y guiña un ojo. Qué chica. Única de verdad, auténtica y preciosa al mismo tiempo.

Corazón, depende de ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora