Capítulo 10

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Capítulo 10.

Rafaela entra a casa con cautela y trata de no hacer ruido. Camina por la sala y llega a las escaleras, no ve a su hermano por ningún lado, así que poco a poco sube las escaleras. Llega a su cuarto y se tumba sobre su cama. Se queda pensando unos minutos, pero el sueño gana y se queda profundamente dormida.

Gabriel llega a casa, y encuentra a su padre esperándolo en la puerta. Está cruzado de brazos, con mirada impenetrable y actitud fría. Gabriel ya sabe lo que le espera. Aparca el carro y sale cabizbajo. Ya era demasiado bueno como para ser verdad.

-Así que has hecho otra fiesta Gabriel...

-Te he dicho que iba a hacer una- Murmura

-¿Ya te diste cuenta cuánta porquería hay en mi casa? - Su padre está furioso, Gabriel trata de evitar su mirada. No sabe qué decir. - ¿Y a qué saliste? ¿Qué tienes que estar haciendo afuera de la casa a las 5 de la mañana?

-No te importa- Susurra Gabriel empezando a impacientarse. - No, sabes, no es que no te importe, porque eso ya lo sé... Es que no lo entenderías, por que no entiendes qué es el amor, ni por una mujer ni por tu propio hijo.

-Cállate, Gabriel.- Su padre está más intolerante cada vez.

-Cállame cuando puedas. - Contesta Gabriel insolentemente y da la espalda a su padre volviendo a entrar a su auto. Pero antes de que pueda arrancar, su padre se mete al auto con él.

-Vas a ir a misa ahora. Conmigo.

-No. Iré yo solo.

-No me provoques a hacer algo que no quiera.- Gabriel se queda mirando a su padre con ojos de fuego. Abre la guantera del auto, saca una cajetilla de cigarros y enciende uno. Le da una calada. -Gabriel, apaga eso... ya te lo ha dicho el médico... Empeorarás si no dejas el cigarro.-Susurra quitándole el cigarro de la boca y aventándolo por la ventana.

-Y por qué no me lo has dicho el día que venías con tu prostituta. Qué no te has dado cuenta que me he pasado la tarde fumando cigarros alrededor de la casa... No me vas a impedir fumar. Si muero quiero morir por eso. Y no creas que me importa dejarte solo, no, a tí no, me preocupa mi madre. Y déjame decirte que el día en el que yo muera, si no te haces responsable de mi madre apareceré en tus sueños, recordándote que fuiste tú quien me enseñó a fumar, por tanto quien me mató. - Gabriel toma un cigarro nuevo y lo enciende, da una calada, cierra los ojos y sopla todo el humo en la cara de su padre. Sale del auto con la cajetilla en la mano, y el cigarro en los labios. Camina por la calle dejando a su padre aún dentro del carro. Se va de su casa. A cualquier lugar.

Gabriel no odia a su padre. Lo ama. Pero no puede continuar viviendo ni con él ni con su madre. Porque llegará el momento de irse. Y sabe que se irá antes que ellos, y no le importa el hecho de irse. Lo espera impaciente. Le importa el hecho de dejarlos solos. Su madre no tiene a nadie en el mundo, y su padre ahoga la soledad con sus novias. Y Rafaela...

Cinco meses antes…

-Qué va, yo no me siento mal.

-Gabriel Iker, te está esperando el cardiólogo en su consultorio. - Dice la pequeña enfermera rubia detrás del escritorio enorme. Gabriel se levanta del sillón, son su madre de un lado y su padre del otro.

-Mamá... Prefiero entrar solo.- Gabriel le da un beso en la frente a su madre y se despide de los dos con una sonrisa. Camina por el pasillo enorme, siguiendo a la diminuta enfermera. Ella le indica el consultorio con la mano y el asiente con la cabeza - Gracias.

-De nada muchacho, suerte.- Le lanza una sonrisa torcida y con lástima.

Gabriel llama a la puerta.

Corazón, depende de ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora