Capítulo 24

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Capítulo 24

Mira por la ventana, después de un viaje un poco largo, tiene entumidas las piernas. La primera visita después de dos meses. No puede esperar a verla, apenas y recuerda el tono de su voz. Regresará, a vivir con ella, lo que perdió en esos dos interminables meses de consultas. En realidad no comprende por qué lo han dejado salir. Pero ha salido. 

El autobús se estaciona. Y en un par de minutos, todos comienzan a descender del mismo. Toma sus cosas del compartimento de arriba y baja del camión, con su cabello perfecto alborotado, y sus piernas cansadas, y sus ojos llorosos. Y la ve, tan perfecta como la primera vez, y se da cuenta del error que estuvo a punto de cometer, estuvo a punto de dejarla ir. La pobre chica delgada se limpia los ojos llenos de lágrimas y corre a abrazar al otro chico con ojos lagrimosos. 

-Te extrañé demasiado.- Le susurra mientras se cuelga con los brazos alrededor de su cuello. Él la levanta por los aires, y es imposible no darse cuenta del peso que perdió. Le acaricia el cabello y deposita un beso en su frente. Sin antes decirle:

-Perdóname, Princesa.

-No tengo que perdonarte nada. Te adoro.

El chico la vuelve a levantar besándola en los labios. En esos labios sabor fresa, que cualquiera desearía besar, pero solo él tiene ese privilegio. Caminan por la estación de autobuses, hacia el carro de Rafaela. 

-¿Vas a manejar tú?-Pregunta sorprendido Gabriel mientras Rafaela enciende el auto.

-¿Quién más si no?

-Vale, me atrasé un poco.- Ríe mientras se sube al asiento del copiloto.

-¿Qué te dijeron los doctores?-Pregunta interrumpiendo su risueña expresión.

-Nada, sólo dijeron que tendría que regresar un par de meses más. 

-¿Sigues mal?

-No tengo idea.

Enciende la radio. Corta la conversación, ¿Para qué arruinar un buen momento con peleas? Avanzan por la calle. La central de autobuses de la ciudad estaba un poco apartada de su destino, así que tardaron unos 15 silenciosos e incómodos minutos.

-¿A dónde vamos?

-Vale, recuerdas nuestro lugar... Pues espero que traigas las llaves por que no pienso ir  casa. 

Ambos se miran y sonríen, Rafaela continúa maniobrando y esquivando carros, es pésima manejando. Gabriel conecta su MP3 mientras siguen en el auto, y pone la lista de reproducción llamada "Sólo para ella" y como suponen, era pura música romántica. Baladas y canciones lentas. Unos metros más y Rafaela aparca el carro con dificultad. 

-Bien, ¿una carrera al elevador?- Y antes de que terminara de decir la frase, ambos salieron disparados hacia el ascensor, sin importar la gente o clientela que estuviera en el edificio. Una vez dentro del elevador, los dos muchachos enfermos, y jadeantes, al mismo tiempo gritaron.

-¡GANÉ YO!

-Hey, eso no es cierto, yo llegué antes que tu.- Gabriel insiste recargándose en la pared del ascensor esperando subir.

-No, yo gané.

-Bueno, y si eso fuera cierto, ¿qué es lo que quieres como premio?- Rafaela, se acerca al cuerpo exhausto del muchacho y lo abraza por el cuello y el rodea su cintura.

-Ya lo verás.

Suben las últimas escaleras hasta llegar a la azotea del edificio, y ahí esta, el mismo sillón en donde durmieron algunos meses antes.  Gabriel comienza a besar a Rafaela con un tanto de torpeza. En un momento paran, y dejan de besuquearse para poder verse el uno al otro. Sus rostros están aun tan cerca que los ojos se distorsionan, y crean una criatura graciosa. Crean un poco de distancia entre sus cuerpos y él la abraza de nuevo por la cintura.

-No tienes ni la menor idea de cuánto te he extrañado.- Sus susurros crean una electricidad que recorre todo el cuerpo delgado de la pequeña chica. Y así, abrazados como uno mismo, se sientan en el suelo sin separarse. Y pudieron haber pasado horas, incluso días, y aquellos dos seguirían así.

Rafaela toma a Gabriel por las manos, y lo conduce hasta el sillón desgastado. Su sillón desgastado. Y antes de que pudiera pensarlo dos veces, le había arrebatado la camisa dejando su abdomen a la vista. Y a continuación ella se quita la blusa, quedándose apenas con la ropa interior. Y eso fue todo, Gabriel la abrazó, tan fuertemente que la inmovilizó, ambos sin indumentaria, piel a piel. Gabriel la comienza a besar de nuevo, Y eso fue todo, los siguientes momentos pasaron como debían de haber sucedido. Se desvaneció cualquier imagen que no fueran ellos dos. Al diablo con el mundo, sólo ellos dos. Dormidos, cuerpo a cuerpo. 

Unas cuantas horas más tarde, Gabriel despierta, revisa su reloj de mano. 5:35 pm. Trata de recordar los momentos anteriores. Y la recuerda, tan bella como siempre, dulce, tierna, pálida, e imperfecta. Voltea a un lado, y la ve dormida, recargada en su pecho aún desnudo. La rodea con los brazos, y el cuerpo inanimado de la chica da un respingo, y gira, pero aún sin despertar. Gabriel levanta la mano y comienza a trazar delicadamente el perfil de Rafaela. Pasa su dedo por la nariz, por su barbilla, y va bajando hasta su espalda, y traza la pequeña curva y vuelve a abrazarla, como si fuera la última vez que la abrazara. Con dificultad, ella abre los ojos, y ve los otros ojos eléctricos viéndola. Sonríe. Y corresponde al abrazo, y aún sin soltarlo, acaricia con sus manos su abdomen, su pecho y su cara. 

-Sabes que tengo que volver. ¿Cierto?

-Sí, pero no lo arruines ahora.- Sonríe y lo calla con un beso en los labios.

Gabriel se quedó con la oración en la boca. "Sabes que puede ser que no regrese ¿cierto?, y puede ser que me hayan dejado salir, porque es la última vez que lo haré... ¿Cierto?"

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Corazón, depende de ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora