Capítulo 22

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Cristianno

Aunque no lo parezca, con ese simple abrazo de Megan, logré sentirme mucho más tranquilo, lo suficiente como para opacar la tormenta que se estaba desarrollando en mi interior y enfrentar la situación que Lissa había traído con ella.

Megan me habría entregado las palabras de apoyo que en ese preciso momento necesitaba, así que el pánico que sentía y que se retorcía en mi estómago había desaparecido.

Conduje lo más rápido que pude hacia mi mansión, antes de tener tiempo de arrepentirme y huir para jamás regresar. Mis padres ya habían hecho todos los preparativos en el laboratorio, así que al llegar, sujeté a Lissa del brazo y la arrastré hasta meterla en el auto.

Fuimos hasta el establecimiento y entramos caminando a toda velocidad. Ahí, nos recibieron a ambos en una sala donde nos explicaron el procedimiento de emergencia que llevarían a cabo en Lissa.

- Este exámen es riesgoso, existe una alta probabilidad de que el bebé pueda sufrir consecuencias– Indicó formalmente, estudiándonos a ambos–

Cuando el doctor lanzó esa bomba sombre nosotros, Lissa y yo nos miramos sin decir nada. Apreté la mandíbula y me aclaré la garganta, desviando la mirada para volver a enfocarme en el doctor.

- No importa, sólo hágalo– Ordené tajante–

- ¿Qué dices?– Preguntó Lissa, perpleja–

- Tú cállate– Ladré enseñándole los dientes–

El doctor nos hizo firmar un contrato en el cual, básicamente dejábamos por escrito que estábamos realizando esto con nuestro consentimiento y que prometíamos no demandarlos si el resultado era catastrófico, como por ejemplo, que el bebé muriera.

Efectivamente, el proceso realmente era de alto riesgo, porque con una jeringa gigante extraerían un poco de líquido amniótico del vientre de Lissa. Es por eso que el exámen era peligroso por sí mismo, pero estaba dispuesto a todo con tal de saber si el bebé era mío o no.

Lissa estaba asustada, pero su orgullo y determinación en probar que estaba equivocado, hizo que se mantuviera firme, sin romperse bajo la presión y el miedo. Mientras empezaban con el análisis, yo esperaba en otra sala en compañía de un doctor que me extraía sangre para compararla con el ADN del bebé.

Después de una estresante espera de una hora, me permitieron reunirme con Lissa otra vez. Ella estaba recostada en una camilla, mirando el techo de la habitación, completamente ausente.

No era buena idea estar solos en una situación como esta, más aún después de la discusión que habíamos tenido en mi mansión. Si nos enfrascábamos en otra pelea, mis nervios no lo resistirían.

En el rostro de Lissa no había señales de ninguna emoción, ni siquiera lloraba, estaba pálida como la nieve. El fuego de la rabia recorrió mi cuerpo. ¿Cómo es que podía estar tan serena en un momento así?

Los resultados de este exámen decidirían su futuro y el de ese bebé, pero aún así, ella permanecía inalterable. De hecho, dudaba que siquiera hubiera reparado en mi presencia.

Bueno, quizás lo peor para ella ya lo había vivido. Enterarse que estaba embarazada siendo tan joven. Y totalmente sola. Ahora que lo pensaba, no había tenido oportunidad de preguntarle cuántos meses tenía. Sin embargo, por su vientre ligeramente abultado bajo la camiseta, calculé que no debería tener más de cuatro meses.

- ¿Hace cuánto tiempo lo sabes?– Interrogué con suavidad–

Por alguna razón, no encontraba la fortaleza para hablarle con más crueldad.

- Hace un mes, cuando los vómitos se volvieron incontrolables– Respondió automáticamente–

- ¿Cómo es que no te diste cuenta antes?– Inquirí disgustado–

- Estaba pasando por un mal momento, es normal que muchas mujeres no se den cuenta– Explicó soltando un suspiro de hastío–

- ¿Acaso es normal que no supieras que estabas embarazada de tres meses?– Repliqué, perdiendo la paciencia–

- No lo entiendes, jamás podrías entender algo como esto– Susurró, sin siquiera mirarme–

La puerta de la habitación se abrió y el doctor entró, acercándose a nosotros. Lissa se irguió en la camilla, expectante, profundas ojeras bajo sus ojos y los labios resecos y agrietados.

- ¿Y bien?– Pregunté, rompiendo el silencio–

- ¿Ustedes son novios?– Interrogó el doctor, mirándonos a ambos–

- ¿Eso es relevante?– Inquirí a la defensiva, cortante–

- El exámen dio negativo: Cristianno Gabbana no es el padre del bebé– Sentenció ojeando los papeles que sostenía en las manos–

Una oleada de infinito alivio me recorrió, tanto que perdí el equilirbio y tuve que sentarme en una silla cercana. Mientras, Lissa le arrebató los papeles al doctor, leyéndolos una y otra vez, sin poder creerlo.

- ¿Cómo es posible?– Indagó, jadeando y frunciendo el ceño–

El doctor suspiró y cruzó las manos detrás de la espalda.

- Esto está mal, usted cambió los resultados, este laboratorio pertenece a los Gabban, es obvio que le ordenaron protegerlo– Exclamó, desesperada–

- Señorita, esta es una institución respetable, por importante que sea nuestro cliente, nosotros no jugamos con la verdad– Respondió el doctor, su rostro inflexible–

Lissa arrugó los papeles en sus manos.

- Si usted no quiere creer lo que ven sus ojos, no es nuestro problema, sólo le voy a decir que el odio que tiene en el corazón no le hace bien al bebé. Él no tiene la culpa de nada, así que por favor no lo haga sufrir– Declaró entrecerrando los ojos–

Dando por terminada la conversación, el doctor salió de la sala dejándonos solos. Una extraña sensación recorrió mi columna vertebral, por lo tanto miré a Lissa y luego observé su vientre.

Lo que el doctor había dicho me llegó al corazón y todavía seguía resonando en mi mente. Tenía razón, el bebé no tenía la culpa de ser engendrado por personas que no lo deseaban, ser un estorbo para su madre, completamente desoconocido para su padre.

Ladee la cabeza, analizando el vientre de Lissa, hipnotizado, sin poder apartar la mirada de él. Me costaba creer que en ese minúsculo espacio se estaba gestando un ser humano.

Por otro lado, Lissa estaba totalmente perdida en sus pensamientos, los papeles se habían deslizado de sus manos y se habían desparramado por el suelo, olvidados. Volví a alzar la mirada hasta su rostro, encontrando que lucía demacrado por la incertitumbre y el miedo.

Fue entonces cuando tomé una decisión importante.

Sabía cómo era Lissa, la conocía y era obvio que no podría hacerse cargo sola de este bebé. Si alguien no estaba su lado para aconsejarla, terminaría matando a su propio hijo. Y yo no podía permitir que algo tan horrible pasara, mucho menos si tenía el poder para evitarlo.

Es cierto, no era el padre biológico de ese bebé, pero de alguna forma me sentía responable, no podía explicarlo. Por alguna razón, me negaba a ser como el resto de los imbéciles de este mundo que dejan a su suerte a una mujer embarazada, cuando claramente necesita ayuda.

Llámenme egoísta, pero quería hacer algo bien por una vez en la vida.

Aunque esto podía acarrearme más problemas de los que podía manejar, sentía que al final valdría la pena. No por Lissa, sino por el bebé que llevaba en su vientre. Un ser humano, totalmente inocente e indefenso que con el apoyo y la guía correcta, podía hacer grandes cosas en el futuro, tener una vida plena.

- Vamos Lissa, te llevaré a tu casa– Anuncié sonriendo–

La ayudé a ponerse de pie y le ofrecí mi mano, acompañándola sin soltarla ni un segundo mientras salíamos del laboratorio en dirección a la calle. Apenas se sentó en el auto, el agotamiento la venció y cayó profundamente dormida.

Atrápame si puedes (ASP#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora