Capítulo 43

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Cristianno

El jet aterrizó puntual en una de las pistas privadas del Aeropuerto Internacional Sheremétievo. Eran las una de la madrugada y los cuatro descendimos del avión, subiendo al auto que nos esperaba.

Durante veinte minutos, recorrimos la carretera que nos llevó al centro de Moscú. No me hacía mucha ilusión de estar en Rusia, la mafie de este país siempre nos había hecho la vida imposible. Estaba compuesta por ex agentes de la KGB, ex funcionarios del gobierno y veteranos de guerra que se encontraban desempleados pero con suficiente experiencia como para utilizarla en ámbitos ilegales.

El verdadero surgimiento de las organizaciones criminales comenzó en el año 1988, cuando la Unión Soviética legalizó el libre comercio. El mercado que creció con fuerza fueron las redes de prostitución cercanos a la estación de ferrocarriles de Rizhsky, justo en el centro de Moscú.

Al caer la Unión Soviética en el año 1991, estos grupos habían acumulado suficiente poder e influencias en el mundo. Están activos en la mayoría de los sectores de la sociedad rusa, desde pobres hasta ricos. También internacionalmente, controlando el comercio ilegal de petróleo, tráfico de personas, armas y materiales nucleares, además de lo típico, como el lavado de dinero.

Después de años de corrupción, pobreza y desconfianza en las autoridades, estos factores contribuyeron en el auge del crimen organizado. Los asesinatos a sueldo, los atentados y los secuestros alcanzaron su clímax.

¿Pero por qué Rusia es tan peligrosa?

Simple, porque casi todos los bancos son propiedad de la mafia y el 80% de las empresas pagan dinero a cambio de protección. En los últimos años, cada organización de seguridad del mundo ha intentado duras medidas contra la mafia rusa, sin éxito. La situación es incontrolable, excede su capacidad de acción.

Muchos mafiosos rusos se han convertido en millonarios luego de que Vladimir Putin llegara al poder, comenzando a imitarnos a nosotros, la mafia italiana. Por supuesto, una copia barata.

Aunque el crimen organizado ha existido desde siempre, la época de los zares y la Rusia Imperial, fue en el período soviético cuando surgieron los Vor v zakone. A ellos son los únicos que personas como nosotros podemos temer.

- Cristianno, ya llegamos– Toni me zarandeó–

Sacudí la cabeza y me bajé del auto, siguiendo a los demás dentro del lujoso hotel.

- Buenas noches, bienvenidos al Hotel Baltschug Kempinski– Saludó la recepcionista–

La chica le sonrió a Luca al mismo tiempo que se ruborizó y yo torné los ojos en blanco, viendo cómo él se apoyaba en el mesón con una sonrisa seductora, entregándole su completa atención sólo a ella.

- Hola, mis amigos y yo necesitamos cuatro suites, por favor– Solicitó Luca, cordial y encantador–

- ¿A nombre de quién se registrarán?– Interrogó la recepcionista, animada–

- Con el mío– Indicó Luca, suspirando–

Luca extrajo su abultada billetera de su bolsillo y le entregó su tarjeta de crédito e identificación falsas a la chica, quien las aceptó, empezando a teclear a toda velocidad en el computador, ingresando los datos.

- Muy bien, ya todo está listo– Anunció la recepcionista–

Se dio la vuelta y tomó cuatro tarjetas electrónicas, entregándolas a los cuatro.

- Sus habitaciones están en el mismo piso, por favor disfruten su estadía– Concluyó la chica, ladeando la cabeza–

- Muchas gracias, bella donna– Dijo Luca, guiñándole un ojo–

Nos dirigimos al ascensor y aunque ya estábamos lejos, pudimos escuchar claramente cómo la recepcionista suspiraba. En el interior del ascensor, mientras subíamos los siete pisos del hotel, nadie dijo nada, hasta que rompí el silencio.

- Luca, llevo viviendo contigo toda la vida y todavía no puedo comprender cómo es que tu asqueroso temperamente puede transformarse en lo que acabamos de presenciar– Comenté, distraído, sonriendo con sarcasmo–

- Simplemente hay cosas que tu minúsculo cerebro no puede procesar, te aconsejo que no le exijas más de lo que puede dar, algún día puede explotar de el esfuero– Respondió Luca, mordaz–

Solté un bufido y una suave carcajada, tensando mi cuerpo para evitar darle una patada en la entrepierna. La sola visión de esa escena en mi mente, me hizo sentirme mucho mejor

- Es curioso, la recepcionista no te reconoció Cristianno– Comentó Toni, ausente–

Me encogí de hombros, restándole importancia, aunque agradecido por su intento de cambiar de tema. El aire ya estaba demasiado denso en el espacioso ascensor y quería evitar otro enfrentamiento por ahora.

- Es mejor así, detesto cuando las personas enloquecen cuando me ven– Respondí, negando con la cabeza–

- Eres tan engreído– Gruñó Luca en un murmullo–

El ascensor se detuvo en el tercer piso y las puertas se abrieron, mostrando a una mujer de unos treinta años que al vernos, parpadeó impactada, sin dejar de mirarme fijamente.

- No me lo puedo creer, eres Cristianno Gabbana– Susurró, boquiabierta–

Apreté la mandíbula, disimulando mi disgusto.

- Me temo que sí, signorina– Afirmé en italiano, asintiendo levemente–

La mujer entró en el ascensor, colocándose a mi lado y empujando a Luca ligeramente, ignorándolo por completo. Al escuchar mis palabras, se cubrió la boca a punto de llorar.

- Increíble, eres más atractivo en persona, si es que eso es posible– Exclamó, divertida–

Ella estaba analizando cada centímetro de mi rostro, así que desvié la mirada, incómodo. Los demás a mí alrededor estaban en silencio, sus rostros de desprecio total. Ni siquiera voy a mencionar cómo lucía Luca.

- ¿Puedo pedirte una fotografía conmigo?– Preguntó, tímidamente–

- Me encantaría, pero tengo prisa– Me excusé, negando con la cabeza–

Cuando las puertas del ascensor se abrieron nuevamente, todos descendimos y la mujer se quedó sola, sin reaccionar. Le dediqué un cordial asentimiento de cabeza antes de que las puertas se cerraran del todo.

- Buonasera– Me despedí, guiñándole un ojo–

Me deleité al ver que desde mi suite podía ver la Plaza Roja en todo su esplendor, igual que la Catedral de San Basilio al otro lado del río. Si de noche la vista era impresionante, no podía esperar a ver cómo era durante el día. Lo admito, eso era lo único bueno de Rusia: sus monumentos e historia. Pero fuera de eso, nada más.

Dejé mi maleta en el suelo, ni siquiera la abrí, me limité a quitarme toda la ropa, lanzándome sobre la cama y apagando las luces. Quería dormir y tratar de descansar lo máximo posible, si no lo hacía ahora, entonces no tendría otra oportunidad. Cuando estábamos trabajando, casi no dormíamos, con suerte teníamos tiempo para comer algo de vez en cuando.

Dejábamos las tareas imprescindibles para vivir de la vida cotidiana a un lado y desempeñábamos sólo las actividades que nos mantenían con vida durante el trabajo, más que nada para volver pronto a casa. 

Atrápame si puedes (ASP#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora