Capítulo 48

9.8K 370 24
                                    

Megan

Dolor.

Un malestar persistente del cual no puedo escapar.

Siento que mis oídos van a reventar en cualquier momento, porque un pitido atraviesa mi cerebro de izquierda a derecha, sin piedad.

Mi garganta está seca, como si hubiera comido arena.

Mi respiración jadeante y el sabor a sangre en la boca no eran una buena señal, tampoco el ruido que emitían mis pulmones al inhalar una bocanada de aire, intentando mantenerme con vida.

Moví mi cuerpo en cualquier dirección, desesperada por sentir algo, temiendo estar paralizada. Estiré mi pierna derecha pero me sorprendí al no sentir nada. Traté con mi brazo derecho, pero otra vez, nada. Empezando a asustarme, decidí sentarme para comprobar si tenía algo atravesando mi estómago.

Fue entonces, precisamente cuando intentaba levantarme del suelo que el dolor recorrió el costado izquierdo de mi torso. Grité de dolor, volviendo inmediatamente a la postura en la que estaba antes.

El sufrimiento fue tanto que provocó que un fuerte mareo me azotara, obligándome a caer inconsciente como un mecanismo de defensa. Desconozco cuánto tiempo pasó hasta que desperté otra vez, realizando un esfuerzo descomunal para buscar mi celular en el bolsillo trasero de mis jeans.

Cuando lo sostuve en mi mano, lo coloqué contra mi oído, rezando para que no se hubiera arruinado con la explosión. Al ver que todavía funcionaba, busqué el número de Cristianno. Marqué sin pensar y me tragué el dolor que subía en oleadas por todo mi cuerpo.

- Hola– Susurró, su voz grave y rasposa–

- ¡Cristianno!– Grité, enérgica y demandante–

Aguanté la respiración, resistiendo el dolor, ignorando la sangre, el fuego y el humo.

- ¿Estás bien? ¿Dónde estás?– Pregunté, tragando saliva–

Estaba sudando en exceso, mi espalda estaba completamente mojada, igual que mi frente. Las náuseas no me permitían concentrarme y tuve que luchar con todas mis fuerzas contra el impulso de desmayarme. Incluso en mi deteriorado estado pude notar el cambio drástico en la actitud y voz de Cristianno.

- Tranquila, estoy en Moscú, pero muy lejos del lugar donde detonó la bomba– Aseguró, tratando de sonar sereno–

- Gracias a Dios, en las noticias dicen que han muerto muchas personas, el número exacto todavía no se conoce, pero creen que hay entre 300 y 400 víctimas fatales– Expliqué, empujando mi creatividad al límite–

- Es terrible, pero yo estoy en mi hotel ahora, así que no te preocupes– Afirmó, relajado y distraído–

Solté una carcajada mental, imaginando a Cristianno en su habitación, cómodo y seguro mientras yo estaba aquí, debajo de los escombros, al costado de columnas de fuego y cadáveres, intentando ocultar mi situación mientras hablaba con él. Odiaba su capacidad para mentirme en mi cara.

- Qué alivio, realmente imaginé que te pudo haber ocurrido algo grave, tal vez, por las circunstancias de la vida estabas muy cerca del lugar donde realizaron el atentado terrorista– Suspiré, fingiendo alivio–

El silencio se cernió sobre nosotros, aplastándonos, dividiéndonos. Apreté la mandíbula, intentando no gritarle, lamiendo mis labios resecos. Cerré los ojos, reteniendo las lágrimas, mientras mis propios pensamientos me traicionaban: «No puedo creer que hayas participado en esta catástrofe, jamás te perdonaré lo que has hecho».

Atrápame si puedes (ASP#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora