Capítulo 42

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Megan

La llamada de Cristianno me tomó por sorpresa. No había mentido cuando le dije que estaba viendo una película, pero cuando me informó que estaba a punto de subir al avión que lo llevaría a San Petersburgo, me senté en la cama, sujetando mi celular con fuerza, hasta el punto de hacer crujir el plástico y romperlo en mil pedazos.

Mientras él hablaba, yo ordenaba mis cosas, preparándome para perseguirlo. Yo sólo escuchaba, porque mi mente estaba en blanco, lo único en lo que podía pensar era en alcanzarlo.

Cristianno Gabbana iba a salir del país y yo no tenía ni la menor idea, no podía dejar que se me escapara. Maldición, debía ser la peor espía del mundo. Tratando de controlar la ira y la frustración, arreglé todo en mi maleta, desde pasaportes a armamento.

Cuando la conversación acabó y la llamada se cortó, me quedé con el celular en la mano. Un minuto después, sacudí la cabeza y lo guardé en el bolsillo trasero de mis jeans. Sujeté mi maleta y salí del edificio, lista para seguir a Cristianno.

En el camino hacia el aeropuerto, marqué el número de mi jefe.

- Jefe, soy Megan– Anuncié a toda velocidad–

- Vaya, entonces estás viva, no hemos recibido informes tuyos desde hace mucho tiempo– Comentó con sarcasmo–

- Escúcheme: Cristianno Gabbana acaba de salir del país, pero necesito un avión que me pueda proporcionar para alcanzarlo– Ladré, hablando entre dientes–

- ¿Qué? Carter, usted conoce perfectamente cuál es el protocolo, tiene que pedir el avión con anticipación, no después– Me sermoneó, alzando la voz–

- Es urgente– Gruñí, apretando la mandíbula–

- Supongamos que le doy la autorización, ¿sabe por qué Cristianno Gabbana está abandonando el país?– Preguntó, insisivo y crítico–

Me mordí la lengua, demasiado enfurecida conmigo misma.

- Respóndame– Presionó, demandante–

- No lo sé, pero no tengo un buen presentimiento– Suspiré, resignada–

- Carter– Empezó a decir, suspirando–

- Si algo sucede y no estoy ahí para impedirlo, la responsabilidad será sólo suya– Contraataqué, testaruza y descarada–

Silencio, aplastante y duro.

- Tenemos un jet en el aeropuerto para ocasiones como estas, enviaré a alguien para que lo preparen y un piloto para que la lleve– Accedió, derrotado–

- No es necesario, yo misma volaré– Informé, decidida–

- Por supuesto que no– Bramó, inquebrantable–

- Hice el curso de vuelo y tengo las horas necesarias de entrenamiento, volaré ese avión– Repliqué, mordiéndome el labio–

- No estoy de acuerdo, pero adelante– Exclamó, impaciente, exasperado–

- Gracias Jefe, le prometo que llegaré al fondo de esto– Dije con alegría–

- Infórmeme del estado de la misión, esa es mi única condición– Ordenó, autoritario–

- Confirmado, cambio y fuera– Musité, sonriendo ampliamente–

Guardé el celular al mismo tiempo que el taxi se detenía en el aeropuerto y yo sólo recé para que el agente de mi jefe llegara cuanto antes al aeropuerto. Increíblemente, el hombre estaba ahí, esperándome. Me indicó que lo siguiera y lo hice. En la sección exclusivamente de la CIA, el hombre me enseñó el jet que usaría.

Después de esperar unos minutos a que lo cargaran con combustible, me despedí del otro agente y me senté en la cabina del piloto. Amarré mi cinturón y coloqué las manos sobre el volante, dirigiendo el jet a la pista de despegue.

Aumentando la velocidad, las ruedas finalmente dejaron de tocar el suelo y empezaron a ascencer en el aire. Sostuve el volante con fuerza, mientras subía más y más a través del cielo oscuro.

No era fanática de volar de noche, pero no tenía opción.

Cuando alcancé los 10.000 metros sobre el suelo, revisé que el contacto con la torre de control, el flujo aéreo y la ruta que seguía. Cuando todo estuvo en orden, aactivé el piloto automático. Tomé el bolso donde guardaba mi ropa para la misión y me cambié en el pasillo donde supuestamente se sentaban los pasajeros.

Ahora que utilizaba mi ropa cómoca y práctica, fui hasta la parte trasera del avión, donde guardaban la comida. Tomé una bandeja caliente y devoré mi cena, sentada en el asiento del piloto, observando el cielo con un único pensamiento rondando por mi mente: nada bueno saldría de esta persecución.

Gracias al piloto automático, pude dormir cuatro horas y al despertar faltaban sólo tres horas para aterrizar en San Petersburgo. Odiaba admitirlo, pero Cristianno tenía ventaja sobre mí.

Habría sido útil preguntarle más cosas y tratar de robarle un poco de información adicional, pero hasta en eso había fallado. Era mi culpa, jamás imaginé que se iría del país esta misma noche. Por suerte me llamó, sino, Cristianno se me habría escapado entre los dedos como si fuera agua.

Prácticamente estaba viajando a ciegas, porque no sabía lo que los Gabbana planeaban, así que eso sólo significaba que tendría que organizar todo sobre la marcha de aquí en adelante.

Sabía que tenía que ser positiva, pero me estaba resultando difícil hacerlo cuando todo era improvisado. Debía concentrarme, todo dependía de mí, por lo tanto, rápidamente empecé a pensar de forma práctica, racional y lógica, dejando de lado los sentimientos y las emociones. 

Atrápame si puedes (ASP#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora