Capítulo N° 7 - Accidente

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A la mañana siguiente desperté temprano, ni siquiera recordaba en qué momento me había dormido.

Me levanté de la cama y bostecé. Al ver por la ventana pude notar que afuera llovía torrencialmente. "¡Maldita seas!" pensé. Justo que esta mañana iríamos con Alex a la entrada de la ciudad a pie se vino la tormenta del siglo.

Salí de mi cuarto y de pasada pispé la habitación de Alex, me sorprendo al ver que no estaba allí. Bajé casi corriendo las escaleras y pude divisar que la puerta de entrada estaba abierta de par en par y una fuerte ráfaga de viento hizo que me despeinara en un segundo. Casi sin pensarlo salí de la casa de inmediato. La lluvia empezaba a arreciar, se esparcía al caer sobre el rojo tejado y las gotas salpicaban sobre las baldosas del lugar.

Me desvié del caminito de ingreso a la casa y me dirigí al medio de la calle. Las suelas de mis zapatos crujían sobre el pavimento mojado. Una vez más no se veían coches en ninguna dirección. Hice una visera con la mano para protegerme de la lluvia y observe la casa de enfrente. Estaba cruzando lentamente la calle cuando de repente un rugido ensordecedor me estalló en los oídos y quedé deslumbrada con una luz cegadora. En mi vida había visto una luz tan brillante. Brillante y abrasadora, como si el sol acabara de caerse sobre mi cabeza.

Alcé el brazo para protegerme del resplandor pero no lo conseguí. La cabeza estaba a punto de explotarme por el dolor. De repente, oscuridad. Comencé a parpadear pero no podía ver nada. Mis brazos estaban tensos y rígidos. No sentía ninguna parte de mi cuerpo. Mis oídos, de a poco volvieron a adaptarse al ambiente. Comencé a escuchar voces, muchas voces a la vez. Mis ojos pestañeaban pero no llegaban a ver nada. Estaba todo en plena oscuridad.

Sentí que mi cabeza me daba vueltas y vueltas, no me salía decir ni una palabra ni emitir ningún sonido. Mi boca estaba cerrada y mi garganta seca. Mis oídos... casi rotos.

Luego de unos minutos recordé casi como flashes algunas imagenes. Comencé a recibir de a poco información en mi mente. Lo vi a Alex... Era Alex subiendo a un avión. La imagen de él entregándome unos papeles... Y... Sentí un estruendo. Un terrible estruendo que me hizo despertar de tal manera que mis ojos se abrieron completamente. Escuché gritos de personas y montones de voces a la vez. Me encontraba postrada en el suelo, mi rostro y mi cuerpo estaban boca abajo sobre una superficie pedregosa y suave... ¡Era Arena! Hice fuerza con mis brazos y me levanté débilmente. Había gente corriendo por todos lados. Gritando desesperada. Lo primero que vi fue a un hombre. Estaba parado a unos metros míos tomándose de la cabeza con ambas manos.

- ¡¿Qué es lo que está pasando?! - grité con desesperación.El hombre me miró sorprendido y me respondió casi tartamudeando.

- No... no... no lo sé...

- ¿Dónde estamos? - pregunté mirando a mis alrededores cubriéndome la frente ya que el sol apenas me dejaba ver. Parecíamos estar en una hermosa playa pero por los gritos despavoridos el panorama se asemejaba a una pesadilla. El hombre negó con la cabeza - Y... ¿por qué están todos gritando desesperadamente?

El hombre no pareció prestarme atención y se alejó de mí lentamente.

- Y... creo que en un par de horas yo también me pondría a gritar si no descubro en donde estoy -dije en voz alta por más que nadie me estuviera escuchando.

Miré a mis costados entrecerrando los ojos. El sol me daba justo en la cara. Noté montones de personas. Mujeres gritaban desesperadas y se me cruzó por la cabeza ir a preguntar qué les ocurría pero no me atreví.

- Es desesperante verlas ¿verdad? - dijo nuevamente el hombre sentándose a un lado mío sobre la arena. Me senté junto a él y me propuse clavar la vista en el infinito mar.

Bienvenidos a NevertownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora