Capítulo N° 19 - Elena 142

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Aturdida miré a mí alrededor y Alex no estaba. Tragué saliva y me encontré parada de espaldas a una inmensa pared pintada de celeste, di la vuelta y comencé a golpearla gritando.

- ¡ALEX!- exclamé con todas mis fuerzas - ¡ALEX! ¿¡PUEDES OÍRME!?

No hubo respuesta del otro lado, la pared estaba intacta, comencé a tocarla con la yema de los dedos para determinar si al menos había una mínima grieta que me de la pauta de que en algún momento se abriría de vuelta. Pero nada, la pared estaba lisa y no tenía ni la más mínima rajadura. Continuaba ahí, firme y rígida. Un escalofrío hizo que se me helara la sangre y que me temblaran las piernas. Me di vuelta y me sobresalté al ver que aquel lugar oscuro y hasta claustrofóbico se había convertido en una larga calle pavimentada y bellísimas casas a cada lado. Tragué saliva y comencé a caminar lentamente por entre las veredas.

Noté que no había autos en las calles circulando, sólo unos cuántos estacionados en los garajes de las casas o en sus entradas. Me limité a mirar atrás, cada paso que daba hacía que una lágrima corriera por mis mejillas las cuales estaban repletas de tierra por toda la travesía que había pasado en el bosque.

No había personas a mis alrededores, ni siquiera niños o animales dando vueltas. Parecía una ciudad de juguete y luego recordé Nevertown. Recordé esa mañana en la que mamá y papá nos habían traído a mí y a Alex a esa hermosa pero extraña ciudad que era tan perfecta que causaba pánico. Me costaba respirar entre pensamientos porque me dolía el simple hecho de pensar qué más hacer para salir de ahí. Si mi destino sería vivir encerrada, al menos hubiese preferido tenerlo a Alex conmigo.

La calle parecía no tener fin. Mis piernas ya no me respondían y de a ratos sentía que ya no me quedaban fuerzas para continuar. Alex ahora estaba del otro lado y no había chance de volver a rescatarlo. No porque no quisiera, sino porque no tenía manera de llegar al bosque otra vez. La grieta se había cerrado completamente.

Toda la situación me daba miedo de tan solo pensarla. Por un momento tuve ganas de tirarme al suelo y simplemente dormirme, esperando despertar en mi cama con el chillón sonido del despertador que mi madre habría puesto a las 7 de la mañana, pero no, eso no iba a pasar. Todo a mi alrededor era real, absolutamente todo.

Algo dentro de mí quería despertar, quería gritar, quería... me sentía exhausta de todo. Me tomé de la cabeza y bajé mi mano por la nuca, de repente dos punzadas hicieron que me encogiera de hombros nuevamente. Me frené de golpe y volví a rozar la yema de mis dedos por mi nuca. El dolor era permanente cuando rozaba la zona, pero me las aguante. Unas marcas en relieve estaban impresas en mi cuello como si me las hubieras quemado, el dolor era insoportable y no me aguantaba tener los dedos sobre las heridas. Respiré profundo y volví a palpar mi nuca, quería descifrar con el tacto qué era lo que tenía hecho en mi cuello.

No parecía una herida accidental, ya que desde el día que desperté cuando estuve "supuestamente" inconsciente, sentía el dolor cuando algo o alguien me rozaba la nuca. Sin embargo, no le había dado la importancia que le estaba dando ahora. Algo dentro de mí me decía que eso iba a responder a todas mis preguntas.

-AAAARGH - Grité de desesperación y dolor. Era inútil continuar haciendo eso. "Respuestas", ¿Un simple raspón iba a darme respuestas? ¡Que ilusa, dios mío! Continué caminando un par de minutos, sin cesar mis lágrimas. Todo a mi alrededor estaba en completo silencio, no se oían ruidos, en absolutamente ningún lado. Como si la ciudad estuviese deshabitada totalmente.

Mis pisadas sobre la calle asfaltada resonaban en cada rincón y mi presencia parecía ser observada constantemente. Sin embargo, sentía tantas diversidad de emociones y sensaciones dentro de mí que lo último que podía sentir era miedo.

Bienvenidos a NevertownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora