Capítulo 3: El comienzo de la partida

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Estuve un buen rato deambulando por las calles, exhausto por la huída más rápida que había tenido que hacer en mucho tiempo. A cada paso notaba como el corazón latía tan fuerte que parecía que fuera a salir del pecho en cualquier momento. Intenté concentrarme e idear un plan para identificar a la chica rubia que con total seguridad se había quedado con mi cara.

Sin embargo y por más que le daba vueltas, no llegaba a ninguna conclusión. Por un momento pensé que lo mejor sería ir directamente a la boca del lobo, aunque descarté la idea de inmediato, pues eso supondría ponerme en peligro no solo a mí mismo, sino también a mi madre y mi hermana. Había quedado atrapado como una pequeña oruga en las redes de una gigantesca araña, esperando a ser devorada.

- ''Un momento, si mal no recuerdo en esa cafetería estuve yo el año pasado, se llamaba... - intenté recordar el nombre, quizás eso me diera alguna pista - ¡Audrei!

Tras acordarme del nombre de aquel pintoresco y agradable lugar al que fuimos por última vez mis padres, mi hermana y yo, juntos como una verdadera familia, una idea no tan descabellada como la anterior recorrió mi mente como un relámpago. Con esa pequeña pista me era suficiente, así que eché a correr para llegar lo más pronto posible a nuestro pequeño apartamento.

[***]

Elina estaba absorta, había llegado un punto en esa monótona mañana de clases en el que su mente se había dispersado tanto que se encontraba más allá de los amplios ventanales. Todo en lo que ella pensaba era, inconscientemente, en una manera de volver a ver al chico y ayudarle para que su padre no le atrapase.

Aunque no supiera el por qué, estaba totalmente convencida de que no robaría sin ningún motivo. Irónicamente, la fría mirada del chico se había quedado grabada a fuego en su mente, pero esos ojos escondían algo más... soledad, un punto en una caída al vacío al que nadie que ella conociera había llegado jamás.

Un sonoro carraspeo a la altura de su cabeza la arrancó de golpe de esos profundos pensamientos, cosa que a Elina le molestó bastante. Con el ceño fruncido se dio media vuelta para al segundo cambiar la cara a una de espanto; tenía a la profesora justo delante de ella, una señora mayor, con pelo negro, rizado y tan encrespado que daba la sensación de que no había usado un peine en su vida. Tenía una mirada amenazante y tenía tal cabreo que hasta las ojeras se habían acentuado.

- Señorita Ross, veo que usted se siente tan sumamente preparada que ha preferido evadirse de mi clase para pensar en cualquier cosa que no sea su futuro – dijo con tono sarcástico.

Xena me miraba desde la mesa de al lado con cara de preocupación y pena, ''no digas nada raro, Elina'' podía leer perfectamente en su cara. Sé que le gustaría acudir en mi ayuda, pero en estos casos lo mejor sería no decir nada. Volví a mirar a la profesora, que parecía estar esperando una respuesta a la supuesta pregunta, pero no parecía una mujer de negocios, así que en contra de lo que yo suelo hacer, me limité a callar y bajar la cabeza.

- Muy bien, el que calla otorga, señorita Ross – bajó la cabeza un instante para apuntar un par de cosas ilegibles en su cuaderno – usted será la primera en hacer las prácticas, ya que sabe tanto podrá enseñar sin problemas al resto de sus compañeras.

Me invadió tal sensación de impotencia en ese instante que mi primer pensamiento fue coger la mochila y largarme de allí, dejándola con las ganas de verme cumplir sus órdenes. Lo habría hecho de no ser por Xena, que cuando la profesora se giró, me agarró del brazo y me advirtió que no empeorase las cosas.

Cuando terminó la clase, fui al baño a refrescarme la cara en un intento porque se me pasase el cabreo. Tras ello, me limité a ser una oyente en el resto de clases, cogiendo apuntes y mirando a la ventana cuando no podía más. Al fin y al cabo, parecía que convertirte en un mueble sin criterio ni razón era lo correcto para ser un adulto.

Illusia Alter EgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora