Capítulo 5: Emboscada

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Eché una ojeada al libro, ya que aunque no tuviera ni idea de qué significaba el título, me había llamado muchísimo la atención.

- ¿Qué significa esto? – Exclamé al comprobar extrañado que absolutamente todas las páginas del libro estaban en blanco.

Al no encontrar nada interesante en su interior, lo dejé a un lado y me dispuse a examinar la pieza de cristal. Este tenía mejor aspecto que el resto de la casa, ornamentado con flores similares a las Plumerias y todo lujo de detalles en su marco, que estaba compuesto enteramente por dichas flores, hojas y algunas espirales. La verdad es que era demasiado ostentoso y pomposo para mi gusto, aunque supongo que sería la estética de su época.

Tras hacer una vista general, alcé la mirada encontrándome con mi propio reflejo. En ese momento y por un súbito espasmo, cogí la sábana y lo tapé de nuevo, no sé por qué pero ese espejo me provocaba cierta repulsión y estremecimiento. Por lo demás, a mi juicio era un espejo normal y corriente, ¿cómo podía haber estado tan sugestionado? Se ve que el lugar estaba empezando a afectarme.

La cara de la desconocida rubia sacudió mi mente en milésimas de segundo, ¡Me había olvidado completamente de ella! Comprobé la hora en mi teléfono, ¡perfecto! Había perdido cinco valiosos minutos del descanso, pero no iba a tirar la toalla tan fácilmente. Mi máxima prioridad era acercarme y terminar de una buena vez la faena que mi propio descuido había originado.

Eché a correr escaleras abajo tan rápido como me mis piernas me permitían, el tic-tac de las manecillas de un reloj resonaban en mi cabeza a modo de advertencia. Para mi desgracia, uno de los peldaños se resquebrajó y rodé el resto del tramo hasta darme de lleno contra la pared. Muy aturdido intenté levantarme, y al segundo sentí un dolor punzante recorriendo todo mi cuerpo; bajé la mirada y comprobé horrorizado que tenía clavados en la pierna varios trozos de los cristales de una de las ventanas rotas, provocando un sangrado abundante en la zona.

Volteé la cabeza para buscar algo con lo que hacer un torniquete a la herida, fue entonces cuando noté el tacto frío de algo que estaba sosteniendo con mi mano derecha. Mi expresión de desconcierto hablaba por sí sola; se trataba de aquel espejo y el volumen vacío que lo acompañaba, pero... ¿Cómo era eso posible?

- ''Creo recordar que lo he dejado en el desván...'' - reflexioné un momento, antes de darme cuenta de la suposición tan sumamente ridícula que eso implicaba y volver en mí – Eso no es posible, supongo que me lo habré llevado sin darme cuenta... – me quedé examinándolo de nuevo - quizás sería un buen regalo para mi hermana y aquí desde luego no va a tener una gran función - dije concluyente.

Con el trapo que envolvía el espejo hice una especie de vendaje, presionando en la cisura para evitar más sangrado. Me apoyé en la barandilla para ayudarme a bajar, mientras que la otra mano sostenía el espejo y el libro. En última instancia había decidido llevármelo también, no me podía creer que ese libro tan voluminoso no contuviera nada interesante, además estaba junto al espejo, por lo que algo de relación tendrían.

Tras salir de allí lo más rápido que pude, observé la casa por última vez antes de proseguir mi marcha en busca de la chica. No sé la razón de por qué me sentía tan melancólico al mirarla, como si tuviese algún tipo de conexión con ella. Decidí no darle más vueltas al tema e ir a buscar un punto ciego a la vista para poder pillarla desprevenida.

No tuve que andar mucho hasta encontrar el lugar idóneo para mi propósito; una callejuela a la sombra de dos edificios, estrecha y oscura por esa misma razón. Me escondí detrás de un contenedor y fui revisando uno a uno los estudiantes que venían en esa dirección, supongo que para ir a la bocatería que había más adelante.

Illusia Alter EgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora