Capítulo 7: Una vía de escape

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- ¿James? No me lo puedo creer, pero ¿Por qué?... – yo seguía en estado de shock ante aquel repentino encuentro. Ese día no me salían las palabras ni a tiros, definitivamente me había comido la lengua un gato.

James soltó una risotada ante mi cara de póker y estupefacción, sin duda había conseguido su propósito de protagonizar un ''regreso estelar''.

- Sabía que te sorprendería, fue una grandísima suerte que me destinaran aquí, ¡cuando me lo dijeron me faltó tiempo para hacer las maletas y salir corriendo! – dijo muy entusiasmado.

Ya sabía que James siempre había sido muy habilidoso, incluso antes de ingresar a la academia de policía. Quizá por eso no me extrañaba nada que hubiese sido uno de los privilegiados a los que le hubiesen dado a elegir destino.

La primera vez que le conocí yo tenía seis años, y él cinco más que yo. Jamás olvidaré nuestro primer encuentro; Estábamos en una celebración conmemorando el ascenso a superintendente de un viejo amigo de mi padre. Recuerdo que no había muchos niños así que me sentí un poco desplazada, hasta que un chico rellenito, de mejillas rojas y sonrisa amplia se acercó a mí y de su mano apareció una margarita, mientras fantaseaba con convertirse en un mago famoso. Después descubrí que era hijo de un policía trasladado aquí y que tampoco tenía muchos amigos, ¡fue como un encontronazo del destino!

En aquellos días, James era mi mejor amigo; íbamos a la escuela juntos, jugábamos después de clases, ensayábamos sus trucos de magia, incluso estuvo presente en mis primeros líos amorosos del instituto... siempre allí para apoyarme. Además cabe destacar que, aunque estuve presente en casi todos sus cambios corporales, nunca me imaginé que volvería tan distinto. ¡Por dios, si parecía sacado de un calendario de tíos buenos! Desde luego, el tiempo lo había tratado muy bien.

- Elina, ¿me estas escuchando? – preguntó de repente, al notar que estaba completamente en la inopia.

- ¿Eh? ¡Ah, sí, sí! – solté una risita nerviosa.

- Bueno, si tú lo dices... – dijo poniendo cara de interesante – estabas embobada mirándome, ¿a que sí?

- ¡Que no! – grité casi automáticamente, como si eso fuera a darme más poder de convicción.

Ya no podía más, mis niveles de nerviosismo habían llegado a su límite aquel día, sentía que si el corazón seguía latiéndome a ese ritmo, me iba a dar algo allí mismo.

- Después del turno, iré a haceros una visitilla – dijo riéndose, con la misma cara de estúpido interesante que tenía.

Al ir mirando hacia atrás para ver si James me perseguía, como tenía por costumbre desde niños, no me di cuenta de un paquete travesado en el suelo que obstaculizaba la puerta, y choqué de lleno contra él.

''Joder, ¿Quién ha puesto esto aquí? ¡Con la de estanterías que hay comiendo polvo y muertas de risa!''

Al levantar el misterioso objeto, que pesaba más de lo que parecía, no me di cuenta de que estaba pisando la punta de la sábana y esta cayó, destapando el hermoso espejo que se encontraba detrás.

''Esto es precioso, ¿de dónde ha salido? es posible qué...'' – pensé, volviendo a mirar hacia la celda donde Leo se encontraba.

Me giré nuevamente hacia espejo, cuanto más lo miraba más me cautivaba, me invadía una sensación muy rara, melancólica y recelosa por alguna razón. Muy despacio lo envolví de nuevo en el harapo y lo guardé entre mis brazos; Algo me decía que me lo llevase de allí, no era un lugar seguro:

Illusia Alter EgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora