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El primer día de trabajo pasó sin ningún incidente, pude evitar a Jimin casi durante el resto del horario del trabajo.

Cansada, tanto física como psíquicamente, al salir de la empresa, fui hasta mi piso y me preparé para ir a algún bar, sola, para poder despejar mi mente.

Aquella tarde, había ido al baño para ver la marca de succión que Jimin me había puesto. Tenía una mezcla de color rojo y lila, lucía exactamente como un moratón muy doloroso.

Traté de taparlo lo mejor que pude antes de salir a despejarme después de la larga jornada, algunas sombras del hematoma aún eran visibles, pero la mayoría había desparecido por completo.

Tomé un taxi por primera vez en meses y le pedí que me llevara hasta un bar o café solitario, hasta un lugar en el que pudiera pensar con claridad.

Terminé por estar en una punta de Apgujeon, en el interior de un bar oscuro, donde casi no podías ver la cara de la persona que tenías al lado. El fuerte de aquel lugar era la capacitad de anonimato que se conservaba, así que me permití pedirle al camarero la bebida más fuerte que tuviera.

—Un buen whisky cargado para la señorita —Me contestó el hombre, que se escondía detrás de la barra de bebidas.

—Gracias señor.

Miré con pesimismo la bebida que se balanceaba entre el vaso que tenía entre las manos y me puse a pensar en cada una de las clases de filosofía que me habían dado en el instituto, ¿por qué? No lo tenía muy claro.

La situación que estaba viviendo parecía irreal, trabajando con mi mejor amigo en la misma empresa y además, el hombre que había sido mi primer y único amor me tuteaba.

—¿Vida, qué he hecho para merecerme esto?

Oí una risa a mi lado, al girar la cabeza pude encontrarme con un hombre, con cubre bocas y un gorro, además, llevaba gafas de cristales oscuros, así que solo podía ver su nariz.

—¿Se te ha perdido algo? —Le pregunté al ver que se quedaba mirándome.

—Por lo que parece a ti la amabilidad —Rodé los ojos al reconocer el tono de voz de aquel no tan extraño.

—Touché.

Yoongi se quitó cada una de las prendas que tapaban su rostro y se sentó en el asiento de enfrente, tomando un sorbo del vaso que tenía entre las manos.

—Me has traicionado —Dijo, abrí los ojos sorprendida, ¿qué había hecho ahora?— Creí que era tu compañero de bebida —Hizo un puchero, incluyendo algo de aegyo que me hizo estallar en risas.

—Suga, eres horrible cuando haces eso, para por favor —Volví a reírme al ver la expresión que me había dedicado mi mejor amigo.

—Sabes perfectamente que soy divino —Hizo ademán de apartarse el pelo del hombro, como si fuese una diva y una leve sonrisa apareció en sus labios— ¿Cómo te ha ido? —La expresión amable que tenía segundos antes había desaparecido, dando paso al Yoongi que si encontrabas por la noche en un callejón ibas a correr por tu vida.

—Pues, he intentado evitar a Jimin durante todo el día.

—¿Y ha funcionado?

—Por la suerte de mi salud mental, sí, ha funcionado.

—Vale —Se encogió de hombros, como diciéndome "¿Y a mí que coño me importa?"

—Oye, si tan poco te importa no preguntes.

Le quité el vaso a Yoongi y me termiiné la bebida de un trago, sintiendo el alcohol descender por mi garganta, mientras me quemaba el esófago.

—Solo pasaba a saludar, te he visto entrar —Yoongi evitó mi mirada al levantarse y colocarse bien el abrigo.

—¿Qué hacías por aquí? —Se encogió de hombros, restándole importancia y desapareció entre las sombras del local.

Intenté seguir a Yoongi con la mirada a través del cristal que había en la entrada de la tienda, pero cruzó una esquina y lo perdí de vista.

Poco tiempo después de haber pedido más de tres tragos, salí del bar, un poco más contenta de lo normal.

Caminé lo más recto que mis cortas piernas me permitieron, de vez en cuando tenía que aguantarme de un poste o la entrada de algún lugar porque el mareo que tenía estaba matándome, dándome ganas de vomitar todo lo que había tomado durante el día.

Miré el reloj de mi muñeca y me resentí por haber estado fuera durante tanto tiempo, eran las dos de la mañana y al día siguiente tenía que levantarme a las seis para entrar a trabajar.

Durante uno de los pocos ratos en los que no había conseguido evitar a Jimin, me informó de que al día siguiente, osea hoy, tendríamos que tomar el tren para llegar a Daegu, donde tenía una de las reuniones más importantes del año, acentuó el hecho de que se jugaban millones en la reunión del día siguiente. Me pidió, además, que fuese arreglada, que si hacía falta me maquillara y usara una falda en tuvo, pero que era muy importante que pareciera alguien importante.

Tenía que admitir que había querido golpearlo cuando dijo aquello, ya que me estaba restregando por la cara que no era nadie comparado con él, pero me contuve al ver que estábamos en el centro de una habitación con más personas.

Estando en mis cavilaciones, poco antes de llegar a la calle en la que vivía, choqué contra un cuerpo no mucho más alto que el mío, caí al suelo. Comencé a quejarme por el dolor que se instalaba en mis posaderas hasta que una mano apareció delante de mi cara, ofreciéndome ayuda para levantarme.

Tomé aquella mano con ambas mías y me levanté, quedando justo delante del extraño que me había ayudado.

Llevaba puestos unos vaqueros ajustados que arropaban cada uno de los músculos de las piernas de aquel hombre, además, tenía un jersey de lana a rallas puesto debajo de un abrigo enorme.

Subí la cabeza un poco para ver a la persona con la que me había topado y me encontré con quién había estado pensando durante tanto tiempo.

Los ojos de Jimin, escondidos detrás de unas gafas muy ligeras y de montura muy delicada, me observaban, destellantes, esperando ver una reacción por mi parte.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —Me dijo, manteniendo la distancia.

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