v e i n t i o c h o

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—Ya valí verga —Habló Jimin, imitando algún acento cuyo origen desconocía.

—¿De dónde has sacado tú ese vocabulario? —Miré a Jimin qual extraño, mientras comenzaba a paniquear al saber que Yoongi estaba en la puerta.

Me levanté de la cama apartando la manta que me había estado tapando y me vestí lo más rápido que pude con uno de los pijamas hechos bola dentro de los cajones. Volví a escuchar como la ensalda gritaba des del exterior de apartamento y por inercia cerré los ojos, como si fuese a desaparecer como un dolor de cabeza. Entonces, me fijé en Jimin, quién ya estaba de pie frente a la cama, cubierto por ropa que Yoongi había dejado atrás, y con sus zapatillas.

Lo iba a matar si veía que las había cogido.

—Deberías quitarte eso —Susurré, esperando que Suga no me hubiese oído.

A veces daba miedo. Podía ser un abuelo previo, que caminaba a medio kilómetro hora y que se pasaba el día durmiendo, pero no querías despertar al Yoongi cabrón, más bien apodado, el Demonio.

Los golpes en la puerta me hicieron saltar del susto y finalmente corrí hasta Jimin para intentar arrastrarlo hasta el armario, me miró con cara interrogante, preguntándose que demonios estaba haciendo metiéndole dentro de mi guarda ropa, decidí no hacerle caso a aquella mirada de cachorro que de vez en cuando cruzaba su rostro y simplemente le cerré la puerta en la frente, oyendo un quejido por su parte. Sentía la adrenalina correr por mis venas.

Y esta vez sí que fue tiempo de comenzar a correr.

Esquivé cada uno de los muebles de la casa que por alguna razón estaban en el medio del salón, saltándolos como si fuese un canguro hasta llegar al frente del apartamento. Sentía mi pecho latir con fuerza por el esfuerzo y respiraba como si acabase de correr un maratón.

Le recé a cualquier ser viviente mágico que Yoongi no se me tirase a la yugular al abrir la puerta.

Tuve suerte.

Yoongi estaba de brazos cruzados, con su característica chupa de cuero negra, sus pantalones negros ajustados y aquellas Dr. Martens que lo hacían parecer algún jefe de la mafia.

—Hey, qué pasa tronco —Bromeé, sin acercarme mucho.

—Hyeon, mueve el culo antes de que te lo mueva yo —Respondió, abrupto. Podía sentir como la ira crecía en él y como los días de vida que me quedaban iban disminuyendo.

—Wow, nuestra relación ha subido al siguiente nivel —Yoongi medio cerró un ojo, advirtiéndome de que dejara de tocarle las pelotas. Me aparté de la puerta, finalmente dejando que sus pasos ligeros como la pluma resonaran contra el piso— ¿Por qué tan gruñón de buena mañana?

—¿Por qué está el coche de Jimin en la puerta?

Ay, justo en la dignidad.

—Yoongi.

—Hyeon.

—Jimin.

Me giré para ver al hombre que se acababa de meter en la conversación. Jimin había tenido la decencia de vestirse con una camiseta ancha y de peinarse para que no pareciera que acababa de despertarse. Le agradecí aquello de sobremanera. Probablemente íbamos a salir menos muertos de esa situación.

—¿Qué haces, tomar el té? —Inquirió Yoongi, frunciendo el ceño.

Pasé el dedo por su entrecejo, suavizando aquel rasgo que siempre fruncía al estar enfadado. Yoongi me miró durante unos segundos. Su rostro estaba más calmado y no lo veía respirar con tanta dificultad. Se posicionó justo a mi lado, encarando a Jimin como si fuese mi sombra. Entonces, para mi sorpresa, rodeó ligeramente mi cintura con uno de sus brazos, envolviéndome en un extraño abrazo.

A parte del Yoongi abuelo y el Yoongi Demonio, me había olvidado mencionar que mucho de vez en cuanto, aparecía el Yoongi peluche, comparable a un niño de cinco años con una piruleta.

—Espero que al menos sepáis que estáis haciendo —Habló con voz segura.

Sentí un muerto levantarse de mis hombros. El hecho de que Yoongi, mi mejor amigo, llegase a aprobar que algo pasara me hacía sentir mucho menos culpable del futuro próximo.

Jimin miró con el ceño fruncido la acción que se estaba desarrollando entre Yoongi y yo. Carraspeó su garganta mientras se apartaba el flequillo de los ojos de un golpe seco.

—Lo sé —Contestó Jimin, mirando a los ojos a Suga— Al menos yo —Terminó, esta vez mirándome a mí.

Me estremecí.

Me estaba viendo de aquella manera, aquella en la que unos pequeños hoyuelos se formaban en sus mejillas, junto a sus labios, su nariz se levantó levemente y sus ojos se escondieron un poco detrás de aquella bella sonrisa.

 Me estaba viendo de aquella manera, aquella en la que unos pequeños hoyuelos se formaban en sus mejillas, junto a sus labios, su nariz se levantó levemente y sus ojos se escondieron un poco detrás de aquella bella sonrisa

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¿Era Jimin un ángel?

Para qué mentir, era el hombre más hermoso que jamás había pisado la Tierra y probablemente también del espacio exterior.

Sentí el calor en mis mejillas al sonrojarme por su mirada y simplemente miré hacia los muebles del salón, intentando distraerme con cualquier cosa.

—Hyeon —Escuché en mi oído. Solo tuve que girar un poco la cabeza para encontrarme a Yoongi mirarme con la cara arrugada, como un perro— Tengo hambre.

Me quise dar un golpe contra la puerta y luego dárselo a él.

—Tengo pan —Contesté. Oí a Jimin reír con la mano encima de la boca para que no se oyera tanto. Yoongi lo miró durante un momento sin ninguna expresión en su rostro— ¿Café?

Suga asintió con la cabeza y se fue derecho al sofá para tirarse encima de este y encender la televisión.

Por mi parte, dejé a los dos chicos en el comedor y fui hasta la cocina a preparar el café de Yoongi.

Escuché unos pasos acercarse a la cocina y luego uno de los taburetes arrastrarse por el suelo con un chirrido.

—Esperaba un buen golpe —Habló Jimin. Tenía la cabeza apoyada en su mano, mirándome fijamente.

—Yo también.

Me senté a su lado mientras esperaba a que el agua para el café comenzara a hervir.

Jimin apoyó su mano en mi muslo y besó mis labios despacio, saboreando cada rincón de mi boca, aproveché para colocar mis manos en su cuello y poder profundizar aquel contacto tan íntimo. No era un beso como los de anoche, sino más bien uno de buenos días, dulce y amargo a la vez. Jimin sonrió al separarnos, por lo que me fue imposible no sonreírle de vuelta.

El borboteo del agua me avisó de que el café ya estaba listo, tomé tres tazas de uno de los armarios y los llevé hasta donde Yoongi estaba estirado, las dejé encima de la mesita frente al televisor. Sentí a Jimin justo detrás de mí, rozando su costado con el mío. Colocó uno de los mechones de pelo que me caían hacia delante detrás de mi oreja.

Yoongi se acomodó en el sofá para que ambos cupiéramos y cuando le tendí su taza de café humeante, me dio un par de palmaditas en la cabeza, como si fuese un perro.

Estuve a punto de dar el primer sorbo de café cuando escuché mi teléfono móvil quejarse des de la habitación. Dejé el café encima del mueble mientras daba saltitos hasta llegar a la mesita de noche. Desbloqueé el móvil para encontrarme que era lo que había sonado.

Oh mierda.

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