t r e i n t a (ii)

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30 (ii)

—Que pasa tronco.

Describiría lo que Jimin me había dedicado como una mirada, pero no le haría justicia, ni por lo bonitos que eran sus ojos ni porqué parecía que iba a degollarme.

Jimin se levantó majestuosamente, dejando atrás los fríos escalones, congelados por la escarcha que iba fijándose a lo largo de la noche.

Sus pasos, ligeros como el batido de las alas de un pájaro, fueron recorriendo la distancia que nos separaba. Dejó su anatomía quieta frente a mí. No me miraba, tenía la vista fijada en la dirección en la que Jungkook había desaparecido. Sabía que él ya no estaba ahí, así que no entendía porqué Jimin seguía encabritado en controlar ese lugar.

Esperaba cualquier reacción por parte de Jimin, menos la que realmente ocurrió.

—¿Te lo pasaste bien? —Preguntó con una pequeña sonrisa en sus labios. Me sorprendí, creía que iba a retraerme que hubiese estado tanto tiempo con Jeon ya que aquella había sido su forma de comportarse frente a estas situaciones. No esperaba, para nada, que me recibiera con una sonrisa. No llegaba hasta sus ojos, pero al menos, no se le había arrugado la frente y parecía el logo del Wi-fi.

Jimin se rascó la coronilla. —Me hubiera gustado prepararte la cena, pero no tengo las llaves de tu casa, así que solo he podido esperar aquí.

Ay.

Se me encogió el corazón cuando hizo un pequeño puchero. Deseé apretujarlo entre mis brazos y darle besos hasta que carcajeara.

—¿Hace cuanto llevas esperando aquí fuera? —El voho salió entre sus labios, desapareciendo entre los rayos de luz que las farolas enfocaban.

Jimin colocó lentamente su mano en mi cintura, acercándose milímetro a milímetro. Sentí su cuerpo próximo al mío y sin poder evitarlo, mi corazón comenzó a bombear sangre sin descanso, el calor subió a mis mejillas cuando Jimin rozó la fría punta de su nariz contra la mía. Me sonrió y entonces besó la zona que había entre mis cejas.

—Te eché de menos Hyeon —Esta vez, los suaves labios de Jimin atacaron los míos, lentamente, permitiéndome sentir cada uno de los rincones de su boca. Mi interior tembló por la pasión que había en aquel beso, tan lento, tan intenso.

—No evites mi pregunta cariño.

Jimin separó nuestros rostros cuando aquella palabra escapó de mí, lo había llamado de aquella forma sin pensarlo, había salido de forma tan natural, que hasta que me impactó su reacción no me di cuenta de lo que había dicho. Parecía sorprendido, tenía la mala suerte de no saber si aquello era algo bueno o malo.

—Dame tus llaves —Ordenó.

Introduje mi mano en el bolso, asustada, ¿había molestado a Jimin diciéndole aquella? Con la mano temblorosa, posé las llaves en su palma, abierta frente a mí.

A continuación, Jimin dobló sus rodillas y rápidamente, colocó cada una de sus manos en una de mis nalgas, haciéndome volar hasta que mis piernas rodearon su cintura.

—Hacía tantos años que no me llamabas así —Esta vez, su sonrisa hizo que sus ojos terminaran en una pequeña línea, hasta aparecieron ligeros hoyuelos en la parte inferior de sus rojas mejillas. Acarició la zona que sus suaves manos albergaban y de una patada abrió la puerta— No he podido hacerte la cena —Habló mientras estaba concentrado en cerrar la puerta de salida con el pie, luego, caminó despacio hasta que llegamos a mi habitación— ¿Te conformas conmigo?

Enrojecí mientras me depositaba encima de las sábanas. Se quitó la chaqueta y los zapatos y se encargó de hacer lo mismo conmigo. A continuación, a la par que dejaba recostadas las prendas de ropa encima de la silla de mi escritorio, me miró, expectante.

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