M A G [YoonKook] Resubiendo

El eXclavo🌼

[Narra Yoon Gi]

No podía creer que ese idiota me hubiera besado. Y encima, después de eso se limpió. ¿Cómo se atrevía?

Me fui de la casa de Tae Hyung antes de que se le ocurriera hacer otro de sus estúpidos juegos. Sólo quería probar si alguno tenía las pelotas de besarme; ninguno se iba a resistir a que fuera su sirviente por una semana, pero no creí que el nuevo se atreviera.

Antes de salir e irme a mi querida cama a dormir, el nuevo vino corriendo detrás de mí.

—¿A dónde crees que vas? Debes hacer lo que te diga...

—Escúchame, nariz de zanahoria...—miré fijamente su narizota, recordando algo. Luego volví mi mirada a sus ojos—. No creas que lo dije en serio. No pienso ser tu sirviente. Además... Besas horrible.

Sonreí al decir lo último. Di media vuelta y me dispuse a marcharme.

—¿Así que beso horrible?

Sí, un espanto, pensé. Pero aunque mi intención era irme, ese niño me agarró del brazo y me empujó contra la pared. Me miró desafiante y sin más, me volvió a besar. Y esta vez metió su lengua en mi boca.

Tenía un poco más de fuerza por lo que mi intento de empujarlo fue patético.

Joder, me estaba besando como un maldito desesperado. Le iba a dar una paliza después de eso.

—!Ey, ustedes, no me ensucien la pared!—gritó Tae mientras que bajaba las escaleras con la botella vacía en la mano—Si van a darse amor, se van a sus casas, cochinos.

Aparté al pelinegro de mí, dándole un empujón. Abrí la puerta de la casa y salí de allí como alma que se lleva el Diablo. Me limpié la boca con mi camisa, pero no podría sacar la sensación de su lengua tocando la mía. Estaba a punto de golpear algo.

Caminé rápido y en cuanto encontré un poste le di una patada. Me hice daño, pero no me importó, debía ser un hombre.

—¡Eh, exclavo!—escuché a alguien gritarme.

Había oído esa palabra una vez en mi vida, la recordaba. Pero creí haber oído mal.

—¿Qué dijiste?—me preocupé más por la palabra que utilizó que por saber que me iba a seguir.

—¿Qué te pareció ese beso?

Me cambió de tema y sonrió como si se burlara de mí. Lo agarré del cuello de la camisa y le gruñí como un perro rabioso.

—No vuelvas a hacer eso, o lo vas a lamentar...

—¿De verdad?

No le respondí y retomé mi camino a casa, pero él me seguía. Juraría que un ángel de la guarda lo estaba protegiendo con un escudo, porque me estaba aguantado las ganas de pegarle.

Me siguió por unos diez minutos hasta que llegué a mi casa.

—Lárgate.

—No hasta que hagas lo que te di...

—¡Min Yoon Gi!

Mi madre se asomó por la puerta, algo enojada porque llegaba tarde. En cuanto me di la vuelta para volver a decirle a ese idiota que se fuera, lo vi correr a toda prisa como si hubiese visto un fantasma.

Maldito loco...