Suceso Inesperado

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Disclaimer: Los personajes de Inuyasha no me pertenecen, son exclusivos de Rumiko Takahashi. Esta historia está libre de fin de lucro.

Suceso inesperado.

—Siempre es un placer el negociar contigo, Inutaishō —Inutaishō sonrió al hombre con quien compartía la mesa.

Ese día había iniciado con el estrés sobre su espalda, gracias al hombre de escaza cabellera blanca. Quien si bien, no era tan viejo, si le tenía años de ventaja al Perro Comandante.

—Me halaga, Kohima. Después de todo, son acuerdos que nos hacen ganar a ambos.

—Sin duda alguna. Y más por la bonificación extra.

—¿Bonificación? —Preguntó intrigado.

—Ese bono extra, es el poder ver en nuestros encuentros a su hermosa asistente.

La susodicha reacciono al verse involucrada en la plática entre los dos hombres, los cuales ya le miraba.

—¡Eh...!

Rin Honjō era una joven mujer de tan sólo veinticuatro años de edad, que se convirtió en la secretaria y asistente personal de Inutaishō Takashima, cuando la secretaria anterior se había retirado por cuestiones de salud. Así quedando en un lugar muy difícil de llenar, ya que las expectativas eran bastante altas.

Pero lo había logrado, a tal grado, de ser muy apreciada por su jefe y su familia.

—Estoy de acuerdo con usted. Rin es una chica sumamente hermosa e inteligente.

Halagó el albino de larga cabellera, provocando el sonrojo en el rostro de Rin, quien se había quedado muda por tan amables palabras.

—¡Hombre con suerte! Siempre rodeado de hermosas mujeres —sonrió—. Lo más seguro es que tus hijos hayan heredado tu buena fortuna.

—Al menos, Inuyasha ya me ha demostrado haber heredado mi buen gusto —comentó orgulloso—. Su prometida es un encanto de mujer.

—Espero recibir la invitación de la boda.

—Así será.

La joven acompañante sólo paso su mirada de un hombre al otro, por tan peculiar plática.

Inutaishō no solía socializar después de cerrar contratos, pero esa vez parecía ameritarlo. Después de todo, Raizo Kohima siempre mostro ser un hueso duro de roer para el Perro Comandante.

Siempre terminaba en aprietos, ante los términos que el hombre exigía en los contratos. Y esa vez, había sido aún más complicado.

—Bien, yo me paso a retirar. Tengo pendientes esperándome.

Inutaishō se levantó de su asiento al instante en que lo hizo Kohima, para después ser imitado por Rin.

—Nos estaremos viendo, Kohima.

—Eso espero.

Ambos se dieron una reverencia respetuosa.

Kohima dio paso hacia la recepción del restaurante, dejando solos a Inutaishō y Rin. Los dos tomaron asiento de nuevo, relajándose un poco ante la lucha librada.

Rin observó cómo su jefe se aflojaba la corbata azul, para después dejar escapar un pesado suspiro.

—No esperaba que le diera tantas dificultades el señor Kohima, para firmar el contrato —expresó Rin.

Cambios InesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora