Disclaimer: Los personajes de Inuyasha no me pertenecen, son exclusivos de Rumiko Takahashi. Esta historia está libre de fin de lucro.
En la lejanía
Había pasado una semana desde que partió de Tokio. Una semana desde que estaba hospedada temporalmente en París. Se encontraban en esos momentos en la ciudad del romance, por algunos negocios que tenía que atender Midoriko.
En esos momentos se encontraba sola en aquel espectacular hotel, ya que se había negado en acompañar a su tía a dichas reuniones. Lo que menos deseaba era recordar ese ambiente. Así que optó por esperarla, a pesar de que le salió contraproducente. Se sentía encerrada, oprimida y su cabeza parecía no querer cooperar con ella, al recordarle tantas cosas que deseaba olvidar por el momento.
Suspiró desganada, perdiendo su vista en aquel gran ventanal que le daba vista hacia la gran ciudad europea. Tan llena de movimiento, de un aura menos densa de la que tenía la gran capital de Japón. Las calles empedradas, los edificios con aquel corte imperial, los pequeños locales de cafeterías, reposterías y restaurantes. El vago sonido de algún violín, siendo tocado en alguna parte de las transitadas aceras. Todo tenía un toque más cálido y romántico, por muy exagerado que pareciera.
Torció la boca al recordar cuales habían sido sus planes con aquel hombre, en donde habían incluido a Paris. Comenzaba a recordar lo difícil que era pasar por una ruptura, y más cuando el amor se había convertido en el motor principal —al menos para ella—, y lo tedioso que era olvidar los «planes a futuro» que había maquinado en su cabeza. Tal vez, París no fue la opción correcta. Pero ya que más daba, ya se encontraba ahí.
Se levantó del cómodo sofá color salmón y se dirigió a sus maletas —las cuales se había negado a desempacar—, cogió un vestido, una chaqueta y unos botines. Se quitó el pijama y se hizo de su nuevo atuendo. A pesar de que las ventanas estuvieran abiertas, poco le importó. Al terminar de ponerse los botines, cogió su bolso de cosméticos y dio camino hacia el gran espejo que tenía la habitación. Se desenredo el cabello, para terminar, sujetándolo en una coleta floja y descuidada, y con sus dedos agito su flequillo. Sólo enchino y colocó un poco de rímel a sus pestañas, y dio un tenue color rosado a sus labios.
Observó detenidamente a la mujer que veía en aquel espejo, con aquel holgado vestido rosa palo, que le llegaba hasta la mitad del muslo, los botines de mezclilla con un tacón de no más de cinco centímetros.
Esa joven mujer que le miraba directamente a los ojos, le demostraba lo joven que era aún y lo mucho que le faltaba por vivir. Tantas experiencia, fracasos y triunfos. Lo bella que podía verse, si les sacaba provecho a sus dotes femeninos. La cantidad de pretendientes que estarían a su merced, si así se lo proponía. El mundo seguía ante ella, sólo era cuestión de que lo tomara de la forma más optimista y vivaz que podía. Cómo siempre lo había hecho. Rin sabía que su mundo ya existía antes y continuaba después de Sesshōmaru Takashima.
Sonrió satisfecha al encontrar un poco de motivación en sus propios pensamientos. Así que, con toda la actitud del mundo, se colocó la chaqueta de mezclilla, cogió su bolso negro y echó lo indispensable, y, para terminar, los lentes oscuros cubrieron sus ojos grandes y marrones. Y sin dejar que el pesimismo se volviera hacer presente, salió de la habitación.
¡Hoy sería un gran día!
Dentro del elevador le mando un mensaje a su tía, informándole que tomaría un bocadillo en el restaurante del hotel, y, de ahí, daría un recorrido a los alrededores del hotel. El salir sola no le animaba demasiado, ya que, a pesar de tener un conocimiento medio al entender y el hablar el francés, no se sentía del todo segura el vagar por la gran ciudad. Lo que menos quería era terminar perdida o insultar a alguien sin querer, por no entender algunas palabras. Se evitaría toda complicación, si era necesario.
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Cambios Inesperados
ФанфикSesshōmaru regresa a Japón, para reclamar el lugar que le pertenece. Pero vera que sus planes sufrirán cambios inesperados, la mayoría siendo provocados por la secretaria de su padre.