Disclaimer: Los personajes de Inuyasha no me pertenecen, son exclusivos de Rumiko Takahashi. Esta historia está libre de fin de lucro.
Revelaciones
Después de una tortuosa semana dentro de aquel hospital, podía ver cada vez más cerca la entrada de su hogar. Irasue había exigido su traslado hacia su casa, para que fuera el lugar indicado para terminar de recuperarse. Después de tanto acoso, Rupert aceptó el darle de alta, con la condición de que hiciera caso a cada uno de los mandatos estipulados por él. Con tal de que la soltaran, lo aseguró. Aunque teniendo a Elrike y Sesshōmaru encima de ella, no le quedaba otra alternativa.
¿Así de autoritario sería con Rin?
Quizás llamaría a la chiquilla para sacarse de dudas. Porque si era así, la verdad que fortaleza para soportarlo. Sin duda, su hijo era mucho peor que ella e Inutaishō juntos.
¡Maldita herencia genética!
Hagen detuvo el coche al quedar frente a la entrada de la mansión, por lo cual, Sesshōmaru no tardó en desmontar el auto y ayudarla. Ya que se había negado rotundamente a usar una silla de ruedas. Por lo tanto, su hijo tenía que ayudarla para no terminar en el suelo. Y parecía ser que a Sesshōmaru no le molestaba servirle cómo bastón de apoyo. Irónico, ya que era mucho más alta que ella.
-¡Bienvenida a casa! -Le recibió su hermana menor, al momento de salir de la casa-. Tu cuarto está listo y la comida ya está siendo preparada.
-Me quedaré en la sala de estar, sería una molestia el tener que subir, para después bajar las escaleras.
Tanto la mirada ambarina cómo la violeta, ya estaban sobre de ella. Lo cual sólo decía que no estaban de acuerdo en sus intenciones.
-No me mires así, cariño. Piénsalo, no estaré molestándote con que me ayudes a bajar y a subir -sólo escuchó cómo su hijo chasqueó la lengua.
-Eres imposible, Irasue -comentó su hermana con frustración-. Simplemente no dejas que nadie te ayude.
-Guárdate tus sermones, que aún no entro a la casa.
Su hermana sólo negó con su cabeza y caminaron hacia la entrada de su hogar. El poner el primer pie dentro de su casa, se sintió tan bien y le hizo olvidar lo molesto que fue quedarse en aquel lugar infernal, lleno de enfermos y lamentos de tristeza por todas partes. Los hospitales era el peor sitió del mundo.
Caminaron hasta llegar a la sala de estar, con aquella gloriosa vista hacia el gran jardín de la privada. Ella no era afecta a las cosas de jardinería, pero esa vez le agrado tener esa esplendida vista.
-¿Tienes hambre? -Le cuestionó Elrike.
-Obvio -habló con ecuanimidad-. En ese hospital la comida sabía espantosa y sin olvidar que adelgace. Ese lugar sería el país de las anoréxicas.
-Parece que ya te sientes mejor -dijo Elrike con sarcasmo-. Iré a checar cómo van con la comida.
Sin más, su hermana menor partió dejándola sola con su hijo, quien tenía su vista perdida en la estantería de libros. En su mayoría, era los libros que Sesshōmaru leyó en el transcurso de su niñez y adolescencia.
Irasue se le quedó mirando al hombre en el cual se había convertido su hijo. Y no pudo evitar el compararlo con su padre, se parecían mucho y a la vez distaban tanto. Inutaishō era un poco más tosco en sus facciones, en cambio su hijo tenía unos rasgos masculinos sutiles, para ser más clara, eran líneas pulidas. Una estructura fuerte y elegante a la vez. Ambos eran igual de altos y poseían una figura delgada pero atlética, ellos no mostraban debilidad alguna. Y el porte. Era verdad que cuando conoció a Inutaishō, éste era arrogante, egocéntrico y pretencioso, y a pesar de ser un joven de no más de veinte años, siempre mostró poseer una esencia intimidante y respetable. Sesshōmaru podría decirse que poseía las mismas características, pero la única diferencia es que su hijo era así por naturaleza, Inutaishō no.
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Cambios Inesperados
FanfictionSesshōmaru regresa a Japón, para reclamar el lugar que le pertenece. Pero vera que sus planes sufrirán cambios inesperados, la mayoría siendo provocados por la secretaria de su padre.