Amar, ser amado y conocer el dolor

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Disclaimer: Los personajes de Inuyasha no me pertenecen, son exclusivos de Rumiko Takahashi. Esta historia está libre de fin de lucro.

Amar, ser amado y conocer el dolor

-¿Qué ocurre? Es como si estuvieras viendo al mismo demonio -habló Sesshōmaru, a pesar de su voz apacible, su mirada era penetrante y fría.

Rin tragó en seco con sólo escucharlo, no tenía que ser un genio, para darse cuenta en la situación en la que estaba a punto de meterse. El albino estaba tratando de contener su enojo, pero no duraría mucho, él explotaría a la primera provocación que le ofreciera, sin importar si estuviera justificada o no.

Bajó la mirada, apretó la almohada contra su pecho y guardó silencio. Estaba temerosa, pero también las ganas de defenderse estaban latentes. Era cuestión de saber la manera en que su prometido la atacaría. Sesshōmaru era bueno para sacar tanto su lado más vulnerable, cómo el más fuerte.

-Habla -le ordenó-, es lo mejor que puedes hacer en estos momentos.

-¿Cómo se enteró? -Cuestionó con voz tenue y los ojos fijos en la cama.

-En este mundo, los chismes vuelan...

-Por lo que veo, el viento siempre está a su favor -mordió su labio inferior ante las palabras que no pudo detener.

El repentino silencio se volvió sofocante, que incluso le fue imposible respirar con propiedad. Podía describir perfectamente la expresión que tenía el hombre, sin necesidad de verlo. Y tampoco tenía ganas de descubrir que había acertado a ello. Trataba de encontrar un poco de fuerza, por si era necesario defenderse de aquel temible Demonio Blanco.

-¿Por qué lo hiciste? -Preguntó con gravedad-. ¿Qué pretendías demostrar?

-Yo...

-Eres una estúpida.

Rin se tensó al ver que fue interrumpida para ser insultada, por aquella imponente y fría voz. Enterró sus dedos en forro de la almohada, de tal manera, que sentía que en cualquier momento la terminaría rompiendo y atravesando el interior. Aun así, se mantuvo callada, y no por miedo, sino por prudencia.

-Lo único que tenías que hacer era mantenerte quieta y dejar que yo manejara todo. No necesitaba de tu intervención. ¿O era tan grave lo que ese sujeto te dijo?

Rin levantó la mirada para encararlo, quería saber que tanto sabía de aquel nefasto encuentro que tuvo con ese tipo.

-No te quedes callada y responde -empezó a caminar hacia su dirección.

-No veo que ganemos con que hable, por lo visto usted ya lo sabe todo, cómo siempre -habló con toda la calma que poseía-. Mejor porque no me dice, ¿quiénes eran? ¿Desde cuándo se sintió con el derecho de mantenerme vigilada y privarme de mi libertad?

-¿Me estás reprochando el que te mantenga a salvo? -Se detuvo al llegar a la orilla de la cama, mirándola fijamente a ella, con aquel ceño fruncido y su boca en una perfecta línea recta-. Aunque es obvio que no logre mi cometido, porque al final terminaste haciendo lo que te venía en gana.

-Es mi vida, yo puedo hacer con ella lo que se me plazca...

-Así que a esas vamos, Honjō.

-Piense lo que quiera... ¡Ah!

Sesshōmaru le sujetó de los brazos y la atrajo hacia él, orillándola a enfrentarlo, que lo mirara directamente a los ojos. Esos largos y blancos dedos se hundieron en su piel, empezando a sentir un pulsante dolor ante la fuerza usada por el albino.

Cambios InesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora