Acciones ajenas

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Disclaimer: Los personajes de Inuyasha no me pertenecen, son exclusivos de Rumiko Takahashi. Esta historia está libre de fin de lucro.

Acciones ajenas

Los dos albinos se encontraban encerrados en la oficina, ambos mirando hacia la gran vista que el ventanal les regalaba. Los edificios continuos eran más pequeños y el tumulto de gente que transitaban las calles de Tokio, andaban cómo hormigas arrieras. Japón jamás cambiaría en ese aspecto, y los dos hombres lo sabían.

-¿Esta mejor ahora?

-Más tranquila.

-¿Qué piensas hacer?

-¿En serio quiere saberlo? -Dijo con una sonrisa burlona.

-Supongo que lo mejor es no involucrarme -suspiró desganado-. Después de todo, es tu responsabilidad arreglar todo esto.

Sesshōmaru lo vio por el rabillo del ojo, por las palabras que su padre pronunció con soltura. Si eso lo hubiera escuchado hace un año atrás, seguro se hubiera burlado de él y le hubiera desmentido tal cosa. Pero ahora...

-Pero aun así se entrometerá -Sesshōmaru conocía muy bien a su padre. Prácticamente, era cómo verse a sí mismo-. Está demasiado apegada a ella, para dejar que alguien la toque.

-Podría decirse que sí -una pequeña sonrisa se hizo presente el hombre mayor-. Estoy enamorado de Rin, es la hija que siempre desee tener. Aparte -ladeó la cabeza, dejado caer su pesada coleta sobre el hombro izquierdo-, van a existir momentos en que no podrás cubrirlo todo, hijo.

»Magatsuhi al igual que su padre, no son personas que se pueda tomar a la ligera y lo sabes. Encontrará el momento indicado para perpetrar y llegar a Rin. Y tú no puedes estar en dos lados al mismo tiempo, por muy hábil y todo poderoso que te sientas -mencionó lo último con burla amarga-. Te concentras en eliminarlo de tu camino o proteges a Rin a sol y sombra -se quedó en silenció por unos segundos-. Te recomiendo que te centres en Magatsuhi. Rin estará bien, es una chica fuerte y no está sola.

-Hmm...

Sesshōmaru sintió un poco de la culpa que cargaba su padre sobre de sí. No estaba seguro si fue porque lo que sucedió con Rin, o por lo que había pasado tiempo atrás con Irasue. Se sentía repetir la historia, aunque esta distaba mucho en los sentimientos de cada uno.

-¿Qué hizo cuándo Sayaka atentó contra mi madre? -No puedo evitar el cuestionarlo.

Inutaishō viró a verlo con la sorpresa dibujada en los ojos dorados, pero fue algo de cuestión de segundos. Su padre volvió a su misma actitud serena, perdiendo su mirada en la vista en el cielo nublado.

-Aplastarlo cómo el insecto que fue -una sonrisa llena de orgullo y cinismo se hizo presente en Inutaishō. Una que sólo le llegó a ver en cuestiones de negocios-. Los hombres como Sayaka, Magatsuhi, Matsuda, Onigumo y Naraku, sólo gozan de dos fortalezas: La primera es su inteligencia y la segunda, es que son delincuentes de alta alcurnia. De ahí, las debilidades se desbordan por montones. Abusar de la mínima cantidad de cualidades, los hace una presa fácil -calló por unos instantes y se cruzó de brazos. Continuó-. Ellos han conseguido la mayoría de las cosas que poseen, con intimidación, chantajes y violencia. No saben lo que es explotar todos tus recursos para alcanzar la cima.

»Robarle socios, hacerlo quedar cómo un perdedor ante el círculo empresarial; hacer que su empresa tambaleara, por los constantes arrebatos de ganancias. Y todo eso de la manera más limpia. Hice que su mente se nublara y actuara estúpidamente -alzó los hombros-. Aunque tengo que agradecer que tu madre ayudo mucho. Irasue nunca ha sido una mujer que se deje mancillar por nada y nadie. Menos si se trata de un hombre.

Cambios InesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora