Tan humanos como cualquiera

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Disclaimer: Los personajes de Inuyasha no me pertenecen, son exclusivos de Rumiko Takahashi. Esta historia está libre de fin de lucro.

Tan humanos como cualquiera

Las densas pestañas se movieron repetidamente ante el constante parpadeo, el cual le ayudó a enfocarse y ver con más claridad en la oscura habitación. Desconocía las horas que eran, pero estaba segura de que ya pasaba de la media noche.

Su cuerpo se estremeció al sentir aquel cálido aliento chocar en su cuello y cómo un fuerte brazo le rodeaba la cintura.

Rin ladeó su rostro hacia la derecha, para encontrarse con ese rostro apacible y perfecto. Sesshōmaru se veía tan bien cuando dormía, toda esa actitud de hombre fuerte y de fría personalidad se borraba al estar profundamente dormido, ya que sus facciones se relajaban y se veía más humano que nunca.

Se mordió el labio frustrada, quería voltearse entre los brazos del hombre para quedar frente a él y poder tocar aquellas líneas tan armoniosas que el albino poseía. Pero no podía, tenía que alejarse de esos brazos y cumplir con su misión.

Era ahora o nunca.

Con sumo cuidado apartó el brazo de su novio, liberándose así de la agradable y confortable prisión en la cual la tenía encerrada. Se alejó de su lado lentamente, lo suficiente para no despertarlo. Al estar en la orilla de la cama se colocó sus pantuflas rosadas, agarro el celular que descansaba en el pequeño buro y salió de la habitación.

Con paso calmado bajó las escaleras para no tropezar. En el momento de abandonar el último escalón, sabía que había superado otro obstáculo más. En eso se encontró con Yako, que pasó entre sus piernas haciéndole casi caer. Mantuvo el equilibro por puro milagro, ese perro no entendía que sus extremidades no eran tan largas cómo las de Sesshōmaru.

Suspiró y caminó hacia el cuarto de lavado, siendo seguida por el perro blanco, cómo si fuera su guardián.

Al entrar, echó un vistazo para cerciorarse que el hombre no sé despertó y no la descubriera en el proceso. Al ver que todo estaba en orden, cerró la puerta con cuidado y se fue a sentar al lado de la lavadora, siendo rápidamente acompañada del canino que se acurrucó a su lado, apoyando su larga trompa en su pierna, viéndola expectante a lo que fuera hacer.

-Yako -susurró-, espero y no le cuentes nada a tu amo. Esto será un secreto entre tú y yo, ¿vale?

El perro sólo ladeó su cabeza y sin dejarla de verla.

Rin cubrió su boca para no reírse de sí misma por hablarle al perro, sabiendo que éste poco le entendería. Negó con la cabeza y prestó toda su atención al celular, donde checó la hora. Apenas pasaban de la una de la mañana, así que estaba en buen tiempo para poder llamar. Más que decidida, buscó el número que necesitaba y sin pensarlo mucho, realizó la llamada.

Sus ojos se cerraron con fuerza, esperando que la llamada no fuera atendida e irse a dormir al lado de Sesshōmaru, pero para su mala suerte, fue respondida.

-¿Quién?

Rin se quedó muda, no sólo porque no entendió lo que le dijeron, sino porque esa voz tenía la elegancia y la fortaleza bien arraigadas.

¡¿Cómo podría enfrentarse a eso?!

-No tengo tiempo que perder, ¿quién es? -Demandó con autoridad la femenina voz.

Respiró hondo, ella no entendía el idioma alemán, pero sin duda había hecho enojar a la mujer y eso le hizo tragar saliva. Era igual que el hijo, bien se lo dijeron.

Cambios InesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora