Una dulce sonrisa ante la adversidad

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Disclaimer: Los personajes de Inuyasha no me pertenecen, son exclusivos de Rumiko Takahashi. Esta historia esta libre de fin de lucro. 

Una dulce sonrisa ante la adversidad

Los gritos de desesperación se agolparon en su cabeza, al igual que las imágenes que pasaban una tras otra a gran velocidad. Era un caos bañado de negro y rojo, una horrible sensación que le provocaban gritar y vomitar al mismo tiempo.

Se despertó abruptamente con la respiración acelerada, el sudor recorriéndole las sienes y sus ojos desorbitados al tratar de acoplarse a la realidad. Su corazón retumbaba contra su pecho de una manera, que lograba darle la impresión de que rompería su caja torácica en cualquier momento. Llevó su mano a su pecho, como si eso fuera suficiente para calmarlo.

-De nuevo esa pesadilla -musitó frustrada.

Rin había pasado largos años sin tener esa clase de pesadillas, pero habían vuelto y eran más vividos que antes. Y todo era culpa de aquellas cartas anónimas, que habían empezado a llegar desde hace un par de semanas.

Cogió uno de los celulares para ver la hora, y apenas eran las cinco de la mañana, demasiado temprano para que ella estuviera despierta, pero imposible para volver a conciliar el sueño.

Se quitó la colcha de encima y se levantó de la cama, para dar camino hacia la cocina. Su garganta estaba más seca que el desierto, y sus nervios estaban latentes. Esperaba que el agua fuera suficiente para apaciguar ambas cosas.

Cruzó por la sala y, se dio cuenta que un sobre blanco estaba tirado en la entrada del departamento.

Torció la boca de mala manera, pero aun así fue a recogerlo. Lo vio, y se encontró con lo mismo. La misma letra, remitente y dirigida hacia ella.

¿Quién diablos le estaba jugando tan pésima broma?

Simplemente no entendía porque le enviaban eso y por qué motivo. Aunque por buena fe, no era.

Siguió su camino hacia la cocina, en donde prendió la luz y dejó el sobre en uno de los muebles, para ir a coger un vaso y verter un poco del agua. Al tener el vaso lleno, lo llevó a su boca y empezó a beber el líquido en grandes bocanadas, sin siquiera respirar ni una sola vez. Terminando, volvió a llenar el vaso e hizo la misma acción. Su boca aun parecía estar árida, una sensación bastante desagradable para la joven.

Volvió a centrar su atención en aquella carta, no quería abrirla, pero la curiosidad era más poderosa que su determinación. A veces odiaba que su naturaleza fuera de esa manera. Cualquiera en su sano juicio ya la hubiera roto o quemado. Pero no, ella parecía ser una maldita masoquista.

Lo agarró rápidamente y sacó la hoja que contenía el sobre y se encontró con aquellas cortas líneas, al igual que las otras, pero claro, con diferente contenido.

Sus cuerpecitos eran tan frágiles, que sentí como sus huesos cedían ante la presión.

Rin arrugó el entre cejo, sintió un gran vació en la boca del estómago, mientras sus manos arrugaban aquella hoja con ambas manos. Todo había iniciado no más de dos semanas, y ya le estaba jodiendo la existencia. Y con ello, estaba reviviendo lo que tanto trabajo le costó bloquear en su mente.

¿Quién diablos estaba haciéndole esto?

Sin pensarlo mucho, abrió una de las mechas de la estufa y al ver el tintineante fuego hacerse cada vez más claro ante su vista, aventó la hoja junto con el maldito sobre. Quien fuera el que estaba gastándose la bromita, lo estaba llegando demasiado lejos.

Cambios InesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora