Disclaimer: Los personajes de Inuyasha no me pertenecen, son exclusivos de Rumiko Takahashi. Esta historia está libre de fin de lucro.
La pasión del ángel, la perdición del demonio.
Esa era la segunda vez en que Rin, comía con su jefe en la oficina.
Sesshōmaru le había dicho que no saldría a comer, ya que tenían algunos documentos que checar, los cuales tenían que estar listos ese mismo día. Así que ambos se encontraban en el gran escritorio entre papeles, esperando que las ordenes pedidas a la cafetería llegaran.
Rin lanzaba miradas de vez en vez al hombre albino, que está concentrado en los papeles que revisaba y en la pantalla del ordenador.
Él no cambiaba su apariencia estoica para nada -a menos que se le hiciera enojar-, era como si pasara del mundo que le rodeaba. Andaba a su ritmo, nadie ni nada podía perturbar su manera de proceder.
Su jefe era un hombre llanamente complicado en todo sentido.
-Señor Sesshōmaru... -lo llamó indecisa.
-¿Qué quieres? -La miró de reojo por unos segundos y volvió su atención a los documentos.
-¿El abuelo Jaken se encuentra bien? Tengo mucho tiempo sin verlo.
-Cumple con un trabajo.
-Oh.
Rin suspiró, extrañaba mucho al simpático hombre. Siempre que se aparecía en la oficina, encontraba la manera de hacerlo enojar y eso le divertía, se había vuelto un pasatiempo agradable, aparte que le había tomado aprecio muy rápido al viejo Jaken.
-Señor Sesshōmaru...
Esta vez el nombrado no le habló, sólo le lanzó otra de sus apáticas miradas, dando entender que prosiguiera con lo que planeaba decirle. Pero también pudo notar que, eso le estaba molestando.
-¿Ha platicado con el señor Takashima? -Cuestionó ilusionada, enfocándose totalmente en Sesshōmaru-. Se lo he preguntado al señor Inuyasha, y me ha dicho que no sabe nada de ellos.
El albino viró su atención a ella, alzando su ceja y con su típica expresión apacible. De alguna manera, esa actitud ya no intimidaba a Rin. Extrañamente se había acostumbrado a ella.
-¿Por qué quieres saber?
-Sólo quiero saber si se encuentran bien -bajó la mirada apenada.
-Están bien -respondió secamente y volvió a su trabajo.
La pelinegra ladeó su cabeza a la izquierda e hizo un ligero puchero. Quería saber más que un simple «están bien». Pero que podía esperar de Sesshōmaru Takashima, realmente eso era suficiente viniendo de él.
-Señor Sesshōmaru...
-Honjō -la llamó con tono molesto-, ponte a trabajar -le ordenó tajantemente.
-Sí, señor.
Rin cogió una de las carpetas, sabía que su jefe no estaba de humor para aguantar la avalancha de preguntas que tenía para él. Así que prefirió ya no molestarlo y seguir con lo suyo. Aunque debía admitir que, el hombre ya no la intimidaba como antes, pero, aun así, no era bueno tentar al diablo.
Así pasaron diez largos y tediosos minutos para la secretaria, la cual ya estaba impaciente.
Su estómago pedía un poco de comida, ya que su hora establecida para alimentarse ya había pasado, y más porque esa mañana no tuvo tiempo para desayunar. Algo que parecía ser, no pasó desapercibido para Sesshōmaru, quien ya tenía el teléfono colocado en su oreja.
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Cambios Inesperados
Hayran KurguSesshōmaru regresa a Japón, para reclamar el lugar que le pertenece. Pero vera que sus planes sufrirán cambios inesperados, la mayoría siendo provocados por la secretaria de su padre.