Tomando la iniciativa

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Disclaimer: Los personajes de Inuyasha no me pertenecen, son exclusivos de Rumiko Takahashi. Esta historia está libre de fin de lucro.

Tomando la iniciativa

Los nervios estaban provocando que su irá acrecentará, sobre todo, porque Rin no le había contestado ni una sola llamada, ni antes de salir de Berlín, mucho menos cuando piso suelo japonés. Había pensado el comunicarse con su padre, pero desistió de la ida, ya que no quería involucrarlo, al menos que fuera necesario. Se creía capaz de arreglar toda esta situación.

Tenía que hacerlo.

Al llegar al edificio donde residía, le pagó al taxista sin siquiera esperar el cambio, cogió la maleta y desmontó el automóvil. Entró al solitario lobby del recinto, fue directamente hacia el elevador, que no tardó -para su suerte- ni un minuto en abrir las puertas metálicas.

Se recargó en la cubierta de madera, mientras veía cómo los números iban cambiando. En ese momento estaba odiando el vivir en el último piso. Y, aunque estaba ansioso, por fuera estaba con su acostumbrada parsimonia, ya que consideraba que era lo mejor en esos momentos. No sabía cómo la encontraría, pero viniendo de Magatsuhi, se esperaba lo peor.

El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron al instante, dándole paso hacia el pent-house. Se encontró con nada, el lugar estaba tranquilo, sin ningún vestigio de vida. Algo que no le agradaba en absoluto.

-Rin.

No obtuvo ninguna respuesta, estaba tan solitario cómo se veía, y eso estaba empezando a preocuparle. Se adentró un poco más, dejando la maleta a espaldas del sofá. Vio todo el lugar con detalle, para encontrar algo que fuera diferente. Lo encontró. El modesto escritorio era un total desorden, había una gran cantidad de hojas esparcidas tanto en la tabla, cómo en el suelo.

Caminó con letanía, dándose una idea de lo que se trataba. No tenía que ser un genio, para saber que todos esos documentos pertenecían a los expedientes que había recolectado, durante esos largos siete meses. Se detuvo frente al escritorio y cogió la hoja más cercana.

No se había equivocado.

Frunció el entrecejo y su mandíbula se tensó, provocando que sus muelas rechinaran entre sí. Estaba que se lo llevaba el demonio. En ese momento, sólo estaba pensando en la manera en que se desharía de ese infeliz. Magatsuhi se metió con la mujer equivocada, y, no había duda, de que el albino encontraría la forma para regresárselo al doble.

Bajó su mirada al sentir que algo húmedo topaba contra su mano, así encontrándose con Yako, que movía la cola con lentitud, buscando un poco de su atención. El canino regresó al departamento, cuando Sesshōmaru se había ido a Berlín. Rin le dijo que sería la mejor compañía que tendría, mientras esperaba su regreso. Acarició la peluda cabeza blanca, cómo una respuesta a la bienvenida que le daba.

-Sessh... ¿Sesshōmaru? -Lo nombró una tenue voz.

Sesshōmaru se giró hacia dónde provenía la voz, que era exactamente al frente de las escaleras. Y ahí estaba, mucho peor de lo que se imaginó. Rin era todo, menos ella misma en esos momentos.

-Rin.

La pequeña mujer no se hizo esperar y corrió hacía él, abrazándolo cómo si en ello se le fuera la vida misma. Sesshōmaru la acogió en sus brazos alzándola, al sentir cómo se le resbalaba cómo el agua. Escuchó ese intenso sollozo y el temblar del menudo cuerpo. Rin le rodeó del cuello con sus delgados brazos y entre llanto, dijo:

-No...no vuelva a dejarme, no se le ocurra...no me deje sola de nuevo.

-No volverá a ocurrir -le aseguró, mientras la sostenía con firmeza.

Cambios InesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora