Cuestión de tiempo

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Disclaimer: Los personajes de Inuyasha no me pertenecen, son exclusivos de Rumiko Takahashi. Esta historia está libre de fin de lucro.

Cuestión de tiempo

Rin miró las amplias puertas que estaban abiertas de par en par, con aquel viejo hombre que esperaba de su entrada a la gran mansión. Ella jamás tuvo en mente el volver a ese lugar, lo condenaba, pero su querido suegro la había convencido. Estaba ahí, porque aquella mujer que se hacía llamar su tía merecía ser escuchada, tener una segunda oportunidad, una esperanza de que las cosas salieran bien.

Después de todo, es tu familia, Rin. Ella es el único ser que te liga a tu madre. No la rechaces.

Esas habían sido las cálidas palabras que le había ofrecido Inutaishō, mientras sujetaba de las manos con infinito cariño, candidez y una amable sonrisa dibujada en su faz. Por algún motivo —que aun desconocía—, terminó accediendo a su petición. Ahora se encontraba ahí, maldiciendo el encanto sobrenatural de los Takashima, siempre lograban convencerla, tanto el padre cómo los hijos.

Suspiró resignada y dio paso hacia el interior del recinto, mirándolo con detalle, era elegante, pulcro y lleno de memorias. Recuerdos de su familia, que aun conservaban la esencia de Hitomiko y Midoriko. No sabía si estaba en lo correcto, pero quería creer que así era. No había duda de que aquella mujer buscaba eso al final de cuentas.

Soledad.

Eso es lo que respiraba en ese lugar, una soledad tan amarga a la cual se había autoimpuesto aquella mujer, su tía.

—Por aquí, señorita.

Rin miró al hombre de no más de setenta años, que ya estaba dando paso hacia la dirección en donde se encontraba Midoriko. Ella lo siguió tan cerca cómo le fue posible, no quería perderle la pista. Por muy estúpido que sonara, tenía miedo de perderse en ese lugar. A pesar de que este era amplio y sin pasillos rebuscados, una casa muy occidental.

Llegaron a lo que parecía ser un salón, el cual distaba mucho del despacho de la elegante mujer. Se trataba de una sala más privada, llena de muchas cosas, todas parecían gastadas y viejas, cómo recuerdos de una mente que resguardada el pasado. Sintió un nudo en la garganta. No sabía porque la nostalgia le llegó de golpe.

—¿Qué quieres Toru? —Cuestionó Midoriko, sin siquiera levantar la mirada. Estaba perdida en el álbum que tenía entre sus manos.

—Señora, la buscan.

—No estoy de ánimos de atender a nadie. Diles que estoy ocupada o lo que sea, cualquier excusa es válida.

—No para mí —habló, tratando de ahogar su enojo y ganas de llorar.

Midoriko levantó la mirada y mostró su asombro.

—¿O sí?

—Rin... —Pronunció su nombre en un suspiro—. Pasa por favor, ¿quieres algo de beber?

—Café, si no es mucha molestia.

—Por supuesto que no —cerró el álbum y lo dejó de lado—. Entra y toma asiento, por favor.

—Gracias.

Terminó por ingresar a la pequeña sala y caminó hasta llegar al sofá rosado —bastante infantil— en donde estaba sentada Midoriko. Era amplio, así que no vio problema. Aparte, que consiguió mantener una distancia propia entre ambas.

—¿Va a desear té, señora? —Intervino Toru.

—Por favor.

—En seguida, mis señoras.

Cambios InesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora