Más dulce que el cielo y más caliente que el infierno

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Disclaimer: Los personajes de Inuyasha no me pertenecen, son exclusivos de Rumiko Takahashi. Esta historia está libre de fin de lucro.

Más dulce que el cielo y más caliente que el infierno

La besaba de una manera, que provocó que su corazón se acelerara a tan sólo segundos del contacto. Aquella lengua caliente y sedosa, incitaba a la suya a bailar dentro de sus bocas de manera pecaminosa, sucia, totalmente vulgar. Más que saberse excitada, le hacía sentir deseada, cómo el manjar más apetecible para aquel demonio hambriento.

Su cuerpo se estremeció al momento en que las grandes y calientes manos empezaron a ascender de su cadera hacia la cintura, de manera lenta y en repetitivas veces, mientras el ejerció el control para hacerla camina hacia atrás, guiándola hacia donde la cama se encontraba.

Su cuerpo se tambaleó al chocar con la orilla del lecho, pero el albino no permitió que callera sobre ella, al apoyar la mano sobre su espalda baja, manteniéndola firme y siguiendo aquel beso fogoso, que le hizo gemir al momento en que él mordisqueó y chupó su lengua con glotonería.

Rompió el beso ante la necesidad de darse una pequeña pausa, una que parecía ser que Sesshōmaru no pretendía darle. Ya que en vez de darle ese pequeño respiro, aquella mirada ambarina le dijo que eso sería totalmente poco a lo que se avecinaba. Su cuerpo se erizó al momento en que vio que este se quitó el saco y lo aventó en un punto incierto, mientras se arremangaba las mangas de su blanca camisa.

Sesshōmaru haría con ella lo que se antojara, a su gusto y propio ritmo, degustándose de las sensaciones que podría regalarle, con cada acto que realizara con sus caricias. Ella sabía que así sería, ese era el plan al final de cuentas, eso le había dicho Ayame.

Dejar que él tomara el control absoluto, que fuera el que guiara el rumbo de la situación, convertirlo en el activo, en la persona dominante. Que el descubriera de su cuerpo lo que podía provocarle, lo que le gusta y lo que no. El sería un maestro curioso, mientras le haría aprender sobre su propio cuerpo. Después llegaría el momento en que su confianza fuera estable y sería ella quien tomara el control del juego.

-¿Estas nerviosa? -Le susurró al oído con voz áspera.

-No -trató de sonar convincente.

-Estas temblando, Rin.

-Ah...

Su cuerpo la traicionaba y eso no podía ocultárselo a los ojos dorados, ni mucho menos a esas manos que la sostenían. La verdad es que era un manojo de nervios que explotaban sin parar. Había estado en celibato durante más de un año, y saberse con alguien con un rango superior a sus antiguas parejas, la convertía en una chiquilla virginal en su primera vez, aunque era obvio que de virgen no tiene nada.

-No cederé esta vez -le advirtió.

-No quiero que lo haga -lo encaró-. Realmente quiero que me tome.

-¿De qué manera? -La provocó, al pegarla más a ese cuerpo masculino-. ¿Qué es lo que deseas?

¿Qué es lo que quería?

¿Qué es lo que buscaba?

Era obvio que deseaba ser de él, que la acogiera en sus brazos y le hiciera perderse en sus propias pasiones, en las necesidades que toda mujer tenía, pero que muy pocas sabían lo que era sentirse satisfecha.

¿Qué la tomara cómo su prometida?

¿Cómo su amante?

¿Cómo su puta?

Cambios InesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora