La Pestilencia

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La Pestilencia era uno de los peores fenómenos naturales que conocían los habitantes más viejos en Valle Negro

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La Pestilencia era uno de los peores fenómenos naturales que conocían los habitantes más viejos en Valle Negro. Se trataba de una densa niebla color marrón, como si fuera una ventisca que cubría las calles, con la diferencia de los estragos que causaba. La denominaron así por su capacidad de contaminación del carácter humano. Tras ser invadidos, los volvía muy violentos.

Roque, el dueño de la tienda de antigüedades, divisó a la distancia la niebla café marrón que se dirigía al pueblo a ritmo lento, y dio el aviso corriendo por la calle de que la Pestilencia venía otra vez. Los que escucharon la noticia antes entraron en pánico, pero cuando las mujeres más viejas y sabias se enteraron, salieron a poner orden y a explicar el plan de contingencia. Para las seis de la tarde, ya todos los locales estaban cerrados. Las puertas de las casas estaban cerradas con todos los seguros y las ventanas selladas con todo y sus cortinas. No había ya casi ni un alma que merodeara por el el camino, salvo unos pocos que regresaban a toda prisa a sus casas. Miriam y Joel eran dos de ellos.

Traían las bolsas con la despensa para varios días, cuando notaron que la Pestilencia ya comenzaba a difuminarse por el aire. Ya no se veían las casas en el horizonte; sólo la desagradable nube café. Miriam supo que había muchas cuadras arriba que caminar; debían apresurar el paso. A dos cuadras de su casa, la Pestilencia ya había rodeado el pueblo. Cubría ya todos los techos de las casas, y se acercó peligrosamente a ellos. No tuvieron alternativa; debían cruzarla lo más rápido y llegar a casa. Se adentraron y avanzaron a zancadas hasta abrir la puerta de su hogar y cerrar con un portazo.

-Eso estuvo bastante cerca. No creo que por un par de minutos suceda nada malo- sentenció Miriam.

Joel afirmó con la cabeza, temblando, como si una ráfaga de frío hubiera penetrado hasta sus huesos. Miriam se fue a la cocina a hacer chocolate caliente. Una vez que hirvió, lo llevó en dos tazas hasta la sala, donde los dos se abrazaron y vieron una película en la televisión. Por la noche, todo parecía estar bien. Ninguno de los dos se sentía mal, y llevaban dos horas abrazados viendo la película. Sonreían después de que una escena de la película los hizo reír hasta las lágrimas. Ya se habían terminado el chocolate de las tazas, y mientras la película corría, Miriam se levantó del sillón para ir a servir más en la taza de los dos. Antes de ir a la cocina, le dio un beso en la mejilla a su novio.

-Joel, ¿Dónde dejaste la bolsa con la leche y la comida?-

-¿La bolsa? Debería estar aquí... ¡No! ¡La olvidé en la barra del supermercado! –Respondió él, asustado.

Miriam lo miró con furia. Él nunca la había visto tan enojada. Ahora estarían encerrados hasta que la Pestilencia abandonara Valle Negro.



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