El lunes gris de la Sra. Forbes

839 23 2
                                    

Era  un lunes gris y caluroso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Era un lunes gris y caluroso. Lucía Forbes, de aparentes 65 años, contempló las hojas sobre su escritorio, aquellas que sacó del buzón cuando volvió a casa. Las miró con un gesto despectivo, como si fuera una broma de mal gusto. Enseguida supo que se trataba de alguno de sus vecinos que querrían asustarla. No era una mujer muy querida. Se quedó sentada, atónita, dentro de su despacho hexagonal del primer piso de su casa. En cinco de las paredes se alzaban libreros repletos hasta el techo, y en la sexta pared había un enorme ventanal, justo en la que se ubicaba detrás del escritorio.

Lo que leyó parecía más un cuento de terror que una carta. Sin remitente y sin destinatario. Con la misma expresión seria y refinada que aparentaba siempre, salió de su casa a primera hora de la tarde a hacer las compras del día. Transcurrieron las horas y no dejaba de pensar en aquella frase de la carta: "El día que sufrió aquel terrible accidente, frunció el ceño desde la mañana hasta la noche. Su soledad y amargura eran su rutina diaria. Lo que no sabía, era que ésa sería su última noche de tristeza y monotonía...". Continuó con su rutina diaria sin percatarse de su semblante permanentemente serio.

Al llegar a casa, cuando la oscuridad ya se cernía sobre Valle Negro, dejó la despensa en la alacena y subió cansada hasta su despacho. Cerró la puerta y se tiró sobre la silla reclinable detrás de su escritorio. Volvió a tomar las hojas y leyó:

"Encerrada en su guarida, no advirtió cuando se cerró la puerta. La única salida, su escape seguro, estaba bloqueado. Todo a su alrededor comenzó a vibrar, en un silencio atronador, que amenazaba con destruirlo todo en cuestión de minutos. Todos los objetos salieron disparados de su lugar a una velocidad increíble y fueron a chocar contra cualquier cosa a su alrededor, destruyéndolo todo, amenazando a la única persona cerca con despojarla de su vida. No tenía alternativa. Debía escapar o morir". Así finalizaba el cuento.

Cuando la señora Forbes Levantó los ojos del cuento, uno de los libreros se había colocado frente a la puerta, sin haber producido ningún ruido durante su movimiento, como si siempre hubiese estado ahí. Después, el resto de libreros comenzaron a temblar, y algunos libros cayeron de sus repisas. En ese momento la señora Forbes perdió la cabeza y empezó a gritar. El suelo tembló, y los cuadros, pinturas, carpetas, adornos y estatuillas comenzaron a volar por toda la habitación colisionando y destruyendo todo. La señora Forbes se ocultó bajo el escritorio, asustada y con sus ojos muy abiertos vislumbró la única salida posible: la ventana.

Sin pensarlo dos veces se arrojó sobre ella, rompiendo el cristal y cayendo desde el primer piso sobre la superficie irregular de su césped.

Sin RemitenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora