Cómo sobrevivir en el bosque

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Recuerdo que, en mi juventud, fui por primera y única vez al bosque sobre la Montaña Alta que se alza en el horizonte de Valle Negro, con un grupo de amigos de la preparatoria

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Recuerdo que, en mi juventud, fui por primera y única vez al bosque sobre la Montaña Alta que se alza en el horizonte de Valle Negro, con un grupo de amigos de la preparatoria. Haríamos un campamento que habíamos planeado varios meses atrás, contemplando todo lo necesario para sobrevivir durante tres días en las profundidades del mar de pinos.

Éramos cinco, todos muy buenos amigos, y ese día subimos por el sendero del bosque animados, como si nada pudiera detenernos. Íbamos muy bien preparados, incluso decidimos cargar con un par de escopetas por si la situación se volvía peligrosa por las noches, pues nos advirtieron en las oficinas del bosque sobre las constantes apariciones de osos y otros animales al acecho desde la primer hora de penumbra.

Lo que no esperamos nunca fue que el verdadero peligro no viniera de las profundidades del bosque, de las supersticiones o de la naturaleza, sino de nosotros mismos. Los primeros dos días de campamento nos organizamos para repartirnos las tareas que debíamos cubrir cada uno, como preparar la comida o conseguir agua, y todos los hacíamos con el conocimiento de que eran tareas indispensables. Sin embargo, Rodolfo había empezado a mostrar signos de molestia, enojo, desesperación y angustia que ninguno de los demás captamos como indicios o advertencias de cuidado. Sus malos tratos se fueron volviendo más agresivos e incómodos, pero lo atribuíamos a su carácter, o quizás a la escasez de alimentos.

Pero la última noche fue que todo se salió de control. Recién despertábamos de una siesta por la tarde y hallamos el campamento asaltado. Alguien se había llevado las provisiones de comida para la última noche, las botellas de agua y una de las escopetas. Era peligroso andar por la noche durante el bosque, pero decidimos empacar todo e irnos. No encontramos a Rodolfo por ninguna parte.

Mientras caminábamos entre los árboles, alumbrando a todos lados con las linternas, escuchamos primero el sonido de un disparo y enseguida uno de mis amigos cayó al suelo. La bala impactó en su pierna, y lo levantamos para seguir mientras escuchábamos el grito de "temporada de caza". No sé cómo logramos escapar de ahí casi intactos, salvo la infortunada bala que alcanzó a uno. Lo único de lo que tuve certeza, desde entonces, es de que no volvería a ese bosque nunca jamás.

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