Reptante

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Por: Rodrigo A

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Por: Rodrigo A. Malagón Pérez

Varias noches llevaba soñando lo mismo, desde aquella carta. Esa sensación fría y húmeda que le recorría el cuerpo lo dejaba intranquilo. Comenzaba su día de la peor forma; con horror.

Todo parecía normal al principio, un sueño recurrente, una pesadilla como cualquier otra, pero a la quinta noche todo cambió, aquel horror lo inquietaba, lo dejaba perplejo y sentía que una presión insoportable lo aplastaba. Ya no disfrutaba dormir.

El agotamiento era cada vez mayor y las pequeñas siestas de media tarde no ayudaban en nada, su apariencia era ya la de un estropajo, las bolsas en sus ojos eran notorias y profundas, ya no se afeitaba y la fatiga hacía estragos en su comportamiento y desempeño. Cerrar los ojos lo atemorizaba, cada vez que lo hacia lo veía: reptante y acechándolo, indescriptible.

¿Cómo explicar un horror tal? ¿Cómo pedir ayuda?

Para la décima semana el suicidio ya era una opción, hasta que una noche, desesperado y furioso, el terror desapareció, después de tanto tiempo en la misma pesadilla, todo volvió a la normalidad, durante tres noches seguidas durmió tranquilo y profundamente, o eso pensaba...

La ventana del cuarto golpeaba fuerte, el viento se colaba y silbaba a través de las cortinas, el escalofrío recorría sus espinas. Entonces, el sonido de agua escurriendo y algo arrastrándose. Su respiración se aceleró, lo había encontrado, la pesadilla volvió.

Los sonidos se hacían más y más presentes, sentía que el corazón se le salía, la cama se humedeció y se hundía de abajo hacia arriba, aferró la cobija contra él y apretó los ojos, estaba sobre él, horroroso y empapado, retorciéndose y clavando sus largos dedos, su cabello caía sobre las cobijas bañado en alquitrán y sus huesos se movían por dentro de su figura como un saco de piel gris que se arqueaba y se hincaba para tomarlo por el cuello. Su mirada, si es que existía, era tan negra, profunda y absorbente, soltó un grito seco y agudo antes de tomarlo y entonces...

Abrió los ojos, se encontraba en su habitación en medio de su cama, solo y sudado, la ventana cerrada y la luz de la madrugada entrando apenas por las rendijas. Tranquilizando su respiración, y volviendo a arroparse volvió la mirada a su buró y lo vio en frente de él, reptante.

Sin RemitenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora