Sangrando

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Hay  ocasiones en las que miro al espejo sin poder reconocer a la persona  que se encuentra frente a mí

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Hay ocasiones en las que miro al espejo sin poder reconocer a la persona que se encuentra frente a mí. Tal vez se deba a que vivo en una realidad distinta, un espacio sin sentido que se ha encargado de desvanecer a mi persona y hacerme ver el ocaso de mis días. No tenía idea que en Valle Negro existiera un lugar como este.

Hace años que me encuentro encerrado y aunque al principio las cosas pintaban para ser normales, conforme fue pasando el tiempo un halo de obscuridad e incertidumbre se cernían sobre mí. El personal de este lugar, el ambiente, la comida, absolutamente todo cambió a tal grado que comencé a desear que la muerte me visitara pronto.

Vivo atemorizado, rodeado de sombras, gritos y pedazos de carne que, en algún momento, creo fueron humanos. No estoy en el infierno, al menos eso me han dicho, pero el dolor y la desolación me hacen pensar que debí ser un desgraciado para recibir este castigo. Sé que aún estoy vivo porque respiro, aunque las señales muestren lo contrario.

Ordenes de silencio, es todo lo que escucho. No estoy encadenado pero otro tipo de grilletes privan mi libertad, no sólo física, también mental. Y a pesar de repetir hasta el cansancio la palabra piedad, en este lugar nadie conoce la misericordia. "Cierra los ojos, te vez tan precioso dormido" es la frase que precede una intensa agonía.

Sin importar cuanto lo intente, he perdido todo contacto con el mundo. Mi pasado, presente y futuro se mezclan con mis sueños y esta realidad en un bucle eterno que sólo me deja entrever que dios es un rey que lo ve todo pero nada hace para cambiar tu destino. Las decisiones las toma su verdugo y todos lo conocemos como "el hombre".

No hay momento para la sobriedad. No hay dicha ni esperanza. La única muestra de cariño que tengo en este lugar es el recuerdo de las caricias que viven en mi mente. Y aunque quiera volver a comenzar nunca podré cruzar puerta alguna. Mi consuelo es saber que todo, incluyéndome, tiene un final.

Entre toda esta mierda y sangre encontré un espacio de cordura para escribir esta misiva para ti hijo. Sé qué desde hace tiempo sólo soy un lastre, un despojo de carne. No tengo la certeza de saber si esto te conmueva, repudie o sólo te de igual pero, tal vez, aun guardes en ti un poco de humanidad que te permita salvarme o por lo menos traerme un poco de paz.


Sin RemitenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora