Día de campo

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María y Luis decidieron salir a un día de campo el domingo en que cumplieron su primer aniversario juntos

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María y Luis decidieron salir a un día de campo el domingo en que cumplieron su primer aniversario juntos. Lo habían preparado desde un par de semanas antes: se informaron sobre los posibles lugares a los que podrían ir, los bocadillos que iban a llevar y poco a poco planearon cada minuto de su celebración. El lugar que escogieron tras varias discusiones y algunos desacuerdos fue la colina más alta del Parque Nacional del Valle, una zona verde en las afueras de la ciudad que casi colindaba con el vasto bosque.

Llevaron lo más típico de un día de campo: su canasta, el mantel de cuadros rojos, los bocadillos y una botella de vino. Ella iba de sombrero y con un vestido largo color azul cielo, con una cola de caballo en su cabello dorado, y se veía hermosa. Él, con una camisa arremangada fajada dentro del pantalón café y un poco de loción. Todo iba de maravilla cuando llegaron al punto indicado de la colina más alta, desde la que se veía prácticamente toda la ciudad, incluida la lejana casa del escritor. Se veían muy felices, disfrutando del atardecer con sus deliciosos bocadillos, cuando muy a los lejos, en el horizonte, vieron de repente una explosión tan escandalosa que pareciera de bomba atómica.

El humo se alzó poco a poco, con la terrible forma de la desgracia, pero no produjo ningún sonido, como si hubiese sucedido a miles de kilómetros al otro lado del mundo. Sólo que estaba ahí ante sus ojos, demasiado lejos como para pensar que era en el Valle, pero definitivamente tan terrorífico a pesar de su tamaño tan pequeño debido a la lejanía. Los aterrorizó el hecho de que la onda expansiva pudiera llegar hasta el Valle e inundarlo con su nube tóxica, o peor aún, hasta su colina y tomarlos desprevenidos mientras comían. Enloquecieron debido a la posibilidad remota, y recogieron todo tan aprisa como pudieron. Se subieron al auto y bajaron al pueblo como si estuviesen siendo perseguidos, sin poder creer lo que estaba sucediendo. De vez en cuando volteaban al horizonte y trataban de encontrar el punto donde ocurrió la explosión nuclear, pero no hallaban nada. Ya en el Valle, comenzaron a gritar por la ventana la terrible noticia: una explosión atómica se avecinaba lentamente. Nadie les creyó y los tomaron por locos.

A la mañana siguiente, despertaron todavía con un temor lejano, sin saber exactamente por qué, sintiendo los dos que acababan de despertar de una pesadilla, sin saber si fue real o no pero con la certeza de que había sido compartida.

Sin RemitenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora