Puños de hierro

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Tragada por el humo e inmersa en el clamor de la batalla, de muertos, yelmos y fuego rodeada, Petris saltaba mientras su vengativa mirada se clavaba en Smaug furiosa. En el otro extremo de la enorme cueva se encontraba la inmensa polea que sostenía los candelabros, aquel era su objetivo y allí descansaba toda su esperanza.
Sus hermanos continuaban muriendo, consumidos por las llamas o entre las fauces del gran gusano tragados y otros aplastados bajo sus poderosas garras más sus voces seguían resonando desafiantes, y ni la muerte apagaba el orgulloso khuzdul de la Casa de Durin.
Al fin la hija de Nolin alcanzó la gran construcción de hierro y madera, era alta tan alta que su cúspide se ocultaba en el oscuro techo y tan recia como para soportar el enorme peso de aquellos candelabros.
Cuatro gigantescas y gruesas columnas de madera reforzadas con bandas de hierro guardaban en su interior decenas de engranajes, grandes ruedas de incontables dientes entrelazadas y entre ellas las enormes cadenas que ascendían hacía las alturas yacían prisioneras.
Y en su libertad quizás se hallaba la de su pueblo, nerviosa buscó alguna palanca, el mecanismo que controlaba aquel dormido gigante. En un lateral lo encontró, una colosal manivela anclada a la pared mediante otra cadena dominaba todo diente y rueda de la polea. Un grueso gancho de hierro mantenía quieta la manivela y desesperada Petris intentaba soltarlo para que aquella ruleta girará sin control.
- NOOO!!! QUE INTENTAS INSENSATOO?!!, PARAAA!!! -.
La guerrera se giro y hacia ella un tullido enano cojeaba acercándose. En el descompuesto rostro de aquel naugrim la sorpresa nació al ver frente él a una enana.
- Se puede saber que haces aquí? y por que intentas soltar ese gancho?, estas loca?, sabes que sucederá sí eso ocurre?, eres consciente de tus actos QUIERES MATARLOS A TODOOOOSSS!!? -.
Fuera de si una lluvia de furia salpicó el mithril de Petris en los enojados gritos del enano. Altiva como siempre la hija de Nolin no se alteró y sin apartar la mirada, desafiante le contestó.
- Ya están todos muertos o lo estarán sino hacemos nada, con tu ayuda o sin ella voy a soltar esta cadena para que el hierro golpeé a ese dragón -.
- Pero mucho de los nuestros también morirán aplastados, no lo entiendes?, caerán todos, los siete a la vez. No permitiré que a cometas tan absurdo acto enana, tú no puedes tomar esa decisión ni ninguna otra -.
- En nuestras palabras ellos siguen muriendo y no serán las palabras quién los ayude ... -
Y mientras hablaba su hacha se elevó inquieta, mostrando su brillante filo a quién la incordiaba.
- Ahora di hijo de Mahal o vete, como libero esa cadena? -.
- Estúpida hembra de corto entendimiento, se necesita la fuerza de diez enanos para mover eso, y ahora di tú cuando una ordenó a uno bajo la piedra ? -.
Decidida a no perder más tiempo ofreciendo su espalda respondió, más su hacha de nuevo se alzó violentamente y en su vuelo el khuzdul inundó su garganta encolerizado.
- DIEZ ENANOS NO PUEDEN LO QUE SI PUEDE UNA HIJA DE MAHALLL!!! -.
Y el filo de su hacha descendió brutal clavándose en uno de los altos postes que sujetaban la estructura. Apenas se clavó en el primer hachazo y los músculos de Petris se tensaron inundando su cuerpo de rabia y adrenalina. Otra vez atacó y después otra a la que otra le siguió, en un titánico esfuerzo envuelto de sudor y lágrimas Petris golpeó sin descanso enfrentándose en solitario el gigante de metal y madera.
Y mientras la voluminosa estructura se tambaleaba bajo su furia el enano le gritaba que se detuviera, más su valor no daba para interponerse en la férrea determinación de la hija de Nolin.
Un leve crujido y algunas astillas volaron, asustado el único testigo salió corriendo hacía los suyos avisando del mal por venir, de la mortal lluvia de hierro que se cernía sobre sus yelmos.
- He dicho y ahora te repito QUE CAIGASS! -
Y con el último envite el hacha quebró la madera atravesándola, privado de una de sus piernas la mole se inclinó derrotada, y tras ella, engranajes y cadenas humearon libres, girando sin control en un ensordecedor caos mientras bajo su peso sucumbía.
Petris observó el pétreo cielo de Erebor y complacida contempló los puños de Aule descendiendo hacía su enemigo, puños de hierro, puños de venganza y muerte...

Abajo, mucho más abajo el desenfrenado uruloki abría de nuevo aquel infernal pozo de colmillos y fuego, su garganta se hinchó dispuesta a que su terrible hálito de nuevo azotará a sus tenaces enemigos.

Petris of Erebor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora