Capítulo 17

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No importa si nos prohíben cosas, siempre en algún momento de nuestra vida, terminaremos tentados a ellas.





Desperté con un dolor de cuerpo increíble. Nada había pasado esta vez. Levy llamó en la mañana, dijo que vendría en un par de semanas para poder abrir. Esto es rápido. Seguí limpiando, y arreglando cualquier desperfecto. Hoy era día de ir de compras, al menos por más platos, tazas y cucharas.

Salí de la casa, la calle se encontraba muy sola, ninguna maldita alma. Seguí caminando con seguridad. No podía pasarme nada. Absolutamente nada.

Mientras tarareaba cualquier estupida tonada que creaba en mi mente pensé en él.

Un calor me recorrió todo el cuerpo.

Iba dando la vuelta en la esquina y sentí como me tapaban la boca, mientras que me sostenían con fuerza.

—Shhh, mira que tenemos aquí, una linda turista. Quiero darte compañía, ¿también lo quieres? Grr, pero si eres una gatita inquieta.— susurro ese sujeto de aliento pestilente.

Mientras forcejeaba, veía a todos lados, mi pulso exploto. Acelerándose a más no poder.

Me arrastro hasta un lote baldío. Me soltó, pero al instante, soltó un puñetazo en mi mejilla. Sentí como tronaba, grite de dolor. Enseguida una patada que hizo caerme. Gritaba de dolor. Nadie me oía.

—¡Joder, grita más, perra!

Comenzó a dar patadas una tras otra, justamente en mi vientre y costillas.

Como pude solté una patada en sus partes nobles y cayó a un lado, respire profundo y comencé a arrastrarme. Me pare y cojee,  me apoyaba de las paredes, sin previo aviso la lluvia comenzó a caer en el puto pueblo. Corrí hacia una pequeña capilla que se encontraba abierta. Seguro hay alguien ahí.

Me metí y corrí al fondo, estaba una puerta abierta. Me adentré y no había nada.

Salí de ahí y busque.

Un grito ronco hizo voltearme. Ahí estaba ese hijo de puta. Corrió hacia mí, yo corrí al cuarto de atrás. Gire para ver al tipejo de cabello castaño. Pero choque. Ahí estaba, ayuda. Al fin. Podré salvarme.

—Señor, por favor, ayúdeme, me quiere violar.

Me vio fijamente y un llanto me alertó.  Atrás de él estaba un niño de unos ocho años, con el pantalón abajo. Me aleje del señor que era el padre del pueblo.

Vi como subía la bragueta de su pantalón.



¿Qué?



—¡Tú también eres un hijo de puta!



Me aventó y choque contra alguien.

—Vete al cuarto de atrás, después hablamos.

Dijo aquel "padre". Que asco me dan.

—¡Qué asco me das! ¡Eres un maldito pedofilo! ¡Ojalá te pudras en el infierno!

Este sonrío.

Alma CorrompidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora