Solo necesitó siete, ni uno más, ni uno menos.
La luz parpadeante del auto que avisaba que la gasolina se agotaba. El automóvil dio una sacudida y después siguió con su camino.
A lo lejos se veía una gasolinera. Una suerte que no parecía normal.
Sube el volumen de la radio, Sex on fire sonaba, de Kings Of Leon. Su voz aguda y estridente comienza a cantar mientras sus largos, delgados y pálidos dedos tamborileaban contra el volante.
Llega al sitio deseado, baja de su auto que es un Pegaso z-102 color negro, se dirige a la máquina expendedora de gasolina, y marca la cantidad que necesita. Una vez que lo ha hecho se adentra al minisúper, busca entre los pasillos unas papas, refresco, algo que pueda sustituir a la comida, toma unas cajas con chicles, y también unas botellas de agua.
El chico detrás de la caja está mostrando su completa atención al periódico, mientras resuelve un sencillo juego de Sudoku, muerte la coma del lápiz con fuerza mientras su ceño se frunce, haciendo que su rostro se deforme un tanto. Cuando ha encontrado un que encaja y está correcto lo anota rápidamente y vuelve a su posición principal de morder el lápiz y su ceño fruncido.
La persona que está delante del mostrador levanta una ceja, esperando al que chico le atienda, pero este solo hace la pregunta típica de:
—¿Eso es todo?
—No encontré los pañuelos —le responde con simpleza y fastidio notable en su voz.
—En el pasillo cinco —el joven ni siquiera se molesta en levantar la vista, solo responde automáticamente.
Levanta una ceja, esperando a que le responda cuál es ese pasillo "cinco" porque a decir verdad, el minisúper no era lo suficientemente grande como para ponerle números a los pasillos, eso era una payasada.
El chico al darse cuenta que seguía ahí, fastidiado soltó al fin el lápiz de entre sus dientes y apunto a la espalda de la persona a la que atendía.
—El último pasillo.
Ni siquiera se tomó la molestia de agradecer, dio media vuelta y se dirigió al pasillo. Buscó entre los estantes y al final encontró lo que buscaba, pañuelos para bebé, vió el precio y al momento estuvo a punto de dar media vuelta y olvidarlos, quizá en el próximo minisúper hubiera más variedad y a un mejor precio.
Se lo pensó demasiado, lo seguía pensando demasiado, y no tomó la mejor decisión.
Tomó la caja de pañuelos, lo abrió y comenzó a limpiarse las manos, rápidamente el pañuelo húmedo comenzó a tornarse de un leve y apenas notable tono rosado, y, la sangre que tenía en sus cutículas y alrededor de sus uñas comenzó a desaparecer, igual que algunos bordes y hendiduras de sus manos. Sus manos casi habían quedado completamente limpias cuando la campana típica al entrar a los pequeños supermercados suena, levanta la cabeza tanto el empleado como el comprador que se limpiaba las manos; un aproximado de cuatro chicos entran al local, en un completo silencio, serios y con los rostros cubiertos.
Uno de ellos, el jefe saca un arma y apunta al empleado, grita con euforia que le entregue todo el dinero, pero el otro chico se queda en un estado parecido al Shock, así que no responde, ni se mueve; se queda estático el tiempo suficiente como para que el chico que está amenazando se exaspere y dispare, provocando que el empleado reciba tres impactos de arma de fuego, don en el pecho y uno en la cabeza, matándolo al instante.
El pañuelo que tenía en sus manos cae al suelo, y a los poco segundo la persona también cae, pero en un silencio casi admirable. Guarda un completo silencio y escucha atentamente.
—Mata a todo aquel que está dentro de este lugar, no importa si vió o no —dice el chico del arma.
Mira hacia todos lados, buscando una salida, y casi es un alivio al encontrar dos, pero el terror le entra al darse cuenta que ambas puertas están completamente al lado opuesto de donde se encuentra.
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CARA PERFECTA
Short Story¿Cuántos días son necesarios para tener una paz completa? Quizá nadie tenga una respuesta para eso, pero yo sí, y es una semana.