—¿Por qué lloraste? —pregunta Edmond.
Ambos se encuentran ahora sentados con las piernas extendidas, recargados en la pared y mirando hacia la puerta.
La leve luz de las velas alumbra apenas la habitación y a ellos.
Sus rostros estaban llenos de sombras, y la poca luz que los iluminaba les daba es aspecto de que fueran perfectos, sus pieles se veían tan lisas y pálidas que parecían de porcelana refinada. Las narices de ambos se veían tan finas y delgadas, tan puntiagudas y elegantes. Los labios de él se veían más delgados de lo que eran y, las pestañas eran más tupidas y largas, dándole más dimensión a sus ojos, haciéndolos ver más grandes de los que eran. Mientras que los ojos de Lee se veían más pequeños y levemente rasgados, sus labios se veían rosados y un poco más gruesos, sus mejillas se marcaban más y su cabello brillaba cual sedoso cabello de televisión.
Edmond había girado su rostro a la izquierda, mirando el perfil de Lee. Su corazón estaba a un ritmo normal, su respiración no era diferente, pero su voz se escuchaba rara, parecía que se sentía nervioso, aunque no lo estaba.
Lee parpadea un par de veces y suelta un suspiro cargado de resignación.
—Cuando era una niña, justo cuando papá murió —se detuvo un momento.
—¿Papá? —preguntó Ed confuso. Su padre seguía con vida.
Ella miró a su hermano y negó con la cabeza.
—Mi papá —aclaró—. Cuando él murió, mamá estaba... —guarda silencio y sus ojos a la luz de las velas brillas por las lágrimas que se están aglomerando.
Edmond no dice nada porque no quiere que ella se detenga, quiere escuchar la historia, está curioso.
—Mamá estaba loca —termina diciendo con la voz rota. Sus ojos se deshacen de las lágrimas. Estas ruedan por sus mejillas—. Ella estaba tan enojada con la vida que se terminó desquitando conmigo.
El silencio que se instala después dura muy poco. Lee se limpia las mejillas y prosigue con la historia.
—Solía encerrarme en mi habitación a oscuras mientras ella gritaba y lloraba en su habitación. Le suplicaba que se detuviera, que me sacara de ese lugar, pero jamás lo hizo. Conforme pasó el tiempo ella cambió. Dejó de abrazarme, sonreírme, cuidarme, dejó de encerrarme, pero se encerraba ella misma. Me apartó, me abandonó...
—¿Por eso duermes con la puerta de tu habitación abierta y la luz encendida? —su pregunta sonaba más como una afirmación que una pregunta.
Lee asiente con la cabeza.
—Después de un tiempo —prosigue con su relato—. Su comportamiento cambió, y dos años después se casó.
Mira a Edmond a los ojos, algo que ambos aceptan con gusto.
El silencio que se instala entre ellos no es incómodo, sino todo lo contrario, el sentimiento de seguridad los inunda a ambos.
—¿Por qué lo haces? —rompe el silencio Lee.
Él sabía a qué se refería, sabía que lo decía por lo de sus heridas que Lee había curado previamente. Sin embargo, él se tomó su tiempo antes de tener el valor de hablar.
—Es un Tic nervioso —es todo lo que dice antes de despegar su vista de ella.
—¿Por qué tienes ese Tic? —preguntó su hermana.
Edmond se enoje de hombros y niega la cabeza.
—No lo sé.
Lee lo observa levemente, ella jamás lo había visto de esa manera, tan indefenso y vulnerable, y había algo más, definitivamente había algo más.
ESTÁS LEYENDO
CARA PERFECTA
Historia Corta¿Cuántos días son necesarios para tener una paz completa? Quizá nadie tenga una respuesta para eso, pero yo sí, y es una semana.