CARA VI

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Cara seguía en el suelo, viendo a todos los que se encontraban a su alrededor. Todos la miraban con lástima, incluso sus hermanos tenían pena de su hermana.

El coraje y odio que sintió en ese momento, y agregándole aún la humillación de encontrarse en ese estado fue tal que tuvo la fuerza y el valor de ponerse de pie de forma lenta y quejumbrosa. Dio medio vuelta hasta quedar frente a Edmond y Lander.

Miró primero a Edmond y con la mirada le agradeció.

Después dirigió su vista a Lander y la oscuridad que desprendió de los ojos de Cara puso nervioso al chico.

Ella, sin decir nada, volvió a dar media vuelta y con la barbilla en alto se alejó de ellos, sin importarle los gritos de amenaza que Lander gritaba a sus espaldas.

Las amenazas que el chico decía no era nada a comparación de lo que pagarían. Definitivamente no era ni una cuarta parte de los que les venía encima.

Cara casi llegó corriendo a la biblioteca pública. Sonrió angelicalmente a la mujer del escritorio y con un saludo educado entro en la biblioteca.

Buscó entre los pasillos sin importarle que la vieran, sin importarle que después se pusiera en riesgo. En ese momento cara estaba paranoica, estaba desesperada, quería terminar con todos de una vez por todas. Deseaba, anhelaba, rogaba que todo terminara. Estaba cansada.

Se adentró en un pasillo repleto de medicina, buscó con la mirada algo que le fuera de ayuda, y de pronto, lo vio, el libro que tanto estaba buscando. Se punto de puntos y estiró su mano para alcanzarlo, pero era tan bajita que apenas podía tocar el libro con las yemas de sus demos.

Una mano grande y huesuda toma el libro sin un mínimo esfuerzo y se lo tiende a cara.

El chico era delgado, pero no el extremo de ser anoréxico, era de piel levemente aceitunada, una sonrisa agradable de ver, ojos grandes y cafés. El joven no era precisamente muy atractivo, pero tenía algo que te hacía tardar en apartar la mirada. Pero Cara apenas lo notó. Ni siquiera agradeció cuando pasó de largo al chico y entre tropezones corrió hasta la esquina en la que se podía esconder.

Comenzó a hojear la hoja con furia y desesperación, buscando, leyendo algo que fuera de ayuda y, cuando encontró lo que quería se detuvo en seco. Cuando terminó de leer el pequeño párrafo volvió a leerlo, pero ahora con más calma, y cuando terminó volvió a empezar. Al final, cerro el libro de golpe con una sonrisa en los labios. la nueva información que había leído no se le olvidaría nunca. 

CARA PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora