XXIII

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Esa misma noche, Nicolas me invitó a cenar. Más bien, pasamos al auto rápido del KFC. Se me atojaba un Coronel Burguer.
Le pedí permiso a mi mamá para pasar la noche en su casa.
Como de costumbre, sus padres no estaban. Ellos solo estaban los fines de semana para no dejar tan abandonado a Nicolas.

Fuimos a su cuarto y comimos. Nos pusimos al día de todo. Fue una eternidad. Lo extrañaba muchísimo.
Después de comer, empezamos a jugar UNO. Pero cambiamos un poco las reglas.
–¿Qué tienes?–dije, coqueta
–Por cada vez que se deban tomar 4 cartas, te debes quitar una prenda de ropa. Ya sea un +4 o dos +2. ¿Entendido?
–Algo más. Escalerita. Por cada escalerita que hagamos, el otro debe darlo un beso super sensual, contacto físico y todo. ¿Hecho?
–¡Juguemos!–dijo, con voz traviesa.
Todo era algo así como poker de prendas. Al final, todos quedaríamos desnudos.
–Mi amor, ¡toma +4!–le dije
Él tomó cuatro cartas y las dejó junto a él en el suelo. Comenzó con la camisa. Se la fue desabotonando poco a poco hasta que sus abdominales quedaron a la vista. Mordí mi labio inferior, él solo sonrió.
–Sigamos.–dijo
Minutos después hizo algo que no me esperaba.
–Tomá +8, bebé.
–¡Te odio!–dije entre risas. Lanzó un +4 y dos +2.
Me levanté del suelo y me quité la camiseta. Quedé en brasier negro de encaje. Él me miraba desde la cabeza hasta los pies. Seguidamente me bajé el pantalón de tela que traía. Lo bajé lentamente, dejando poco a poco mis bragas negras, hacían juego con el brasier. Tenía un tatto de henna en la cintura. Una nota musical que me había hecho Alexandra la última vez que fue a mi casa.
–Que sexy tu tatuaje–se mordió el labio inferior.
Me volví a sentar.
Mis cartas eran un asco. A juzgar por su mirada, tenía una buena jugada.
–¡Escalerita: 3, 4, 5, 6!–dijo
–¡Ugh!–me enfadé jugando–¡esto está mal revuelto!
–Vamos, amor. Tu pusiste las reglas.
Lo miré y sonreí. Fui gateando hacia él de la manera más "sensual" que pude lograr. Movía mi trasero lentamente de un lado a otro mientras me movía a su dirección. Me senté sobre él, de manera que mis muslos estaban rodeando su cadera. Lo sentí entre mis piernas. Me mordí el labio inferior con fuerza.
Empecé a besarlo sedienta de él. Nuestras lenguas jugaban dentro de la boca del otro. Movía sus labios deseando más. Me tomó fuertemente del trasero, en ese momento le mordí el labio inferior, lo que provocó que soltara un pequeño gemido. Eso me encanto, a decir verdad, me excitó.
De pronto me levanté y lo miré. Él me penetraba con la mirada mientras yo estaba de pie frente a él. Se levantó y quedó de pie frente a mí.
Me tomó de las piernas y me cargó. Mis piernas rodearon su cintura. Nos besabamos con pasión, como si no nis hubiesemos besado antes.
Me sentó en su pupitre, tumbando algunos libros y moviendo algunas cosas. Pasaba sus manos suavemente por mi espalda, hacia arriba y hacia abajo. Yo hacía lo mismo pero en su pecho, me encantaba.
Me volvió a cargar, pero esta vez me lanzó en la cama. Quedé acostada mirandolo mientras él me observaba a mí.
–Ven, amor. ¡Ven aquí!–le dije
Él, sin pensarlo dos veces, se colocó sobre mí y me empezó a besar. Pasó sus manos a mi espalda para desabrochar mi brasier. Al lograrlo, lo lanzó al suelo y, mientras me besaba, jugaba con mis senos apretandolos y moviendolos. Se sentía delicioso.
Yo sola fuí bajandome las bragas. Él al darse cuenta, se levantó de la cama y copió mi idea. Fue a su pupitre y entre las cosas encontró un condón que tenía escondido. Al verlo le dije, sin pensar:
–¿Puedo?
Él me miró sorprendido y asintió. Me entregó el condón y se lo puse en la punta. *Había visto esto en internet, no debe ser tan difícil*.
Se lo puse y con la boca lo empujé para que cubriera todo. Él soltó un pequeño gemido casi forzado a no salir. Repetí ese movimiento algunas veces y luego me separé de él.
Volví a acostarme y él saltó sobre mí. Esperó un momento y me susurró:
–¿Estás segura de estar lista?
–Sí.
Lo sentí al momento. Era extraño. Dolió, mucho. Después de varios segundos, el dolor pasó a placer. Cada vez se sentía mejor y mejor.
–Más rápido...–le susurré. Obedeció.
Yo solo gemía. Me encantaba. Mientras el me besaba el cuello, sentía su respiración agitada.
–¿Así, bebé?
–¡Sí, amor! ¡Así!
Él seguía. Cada vez más rápido y a veces lento y suave. No sabría explicar cómo se sentía.
Toqué el cielo y volví a bajar al llegar al clímax. Llegamos juntos al orgasmo.

Se separó de mí y se acostó a mi lado. Me acurruqué en su pecho. Él me dió un beso en la frente y ambos quedamos dormidos.

Nuestra primera vez. Mi primera vez. Todo era tan diferente ahora.

"Y, de pronto, llegaste tú..."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora