CAPITULO 10 CLEMENTINA

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El resto de la tarde estuve pensativa, exhausta de todo esto.

Al llegar a mi casa ignoré el cuestionario que mi madre soltó al verme con la ropa de Nico, dije que estaba cansada y me encerré en mi habitación para adentrarme en mis pensamientos, lo cual era extraño ya que de pensar estaba agotada. Sentía unas ganas terribles de contarle todo a mi mama, tenía ganas de que me creyera y me ayudara pero me arriesgaba a pasar el resto de mi vida en un psiquiátrico.

Tantas preguntas me daban vueltas por la cabeza y una de ellas tenía toda mi atención ¿Quién había llamado a la policía cuando Marie y Theo se accidentaron? Alguien más estaba por el bosque, lo cual me llevó a pensar que probablemente Nico tenía razón cuando escuchó que alguien estaba cerca. La policía no estaba investigando nada en absoluto, ¿cómo es que no habían indagado nada acerca del primer sospechoso?

El bosque no era del todo tranquilo ahora, y para ser honesta sentía un poco de temor y regresar, ahora no estaba en mis prioridades, si no hubiese conocido a Nico ya no tendría razón alguna para hacerlo.

Clementina no cooperaba conmigo, entonces yo entendía muy poco acerca de sus asuntos y mi requerimiento en ellos, yo no había sido muy conveniente que digamos en todo esto.

-Si no tuviste nada que ver, entonces dime ¿Qué está pasando? Con el bosque, el accidente, nuestra comunicación, mis sueños... tengo miedo– resoplé tumbándome a la cama sin esperar una respuesta, ya no podía esperar nada de ella.

-¿De qué tienes miedo? – salté de mi cama al escuchar a mi madre, ella enarcaba una ceja con los brazos cruzados ¿cómo podía abrir la puerta sin hacer ruido? No sabia que decir y en completo silencio le dediqué una sonrisa – has estado rara, hablando con... - frunció el ceño y se acercó a mi – no sé con quien pero, quisiera saber que te esta pasando, sabes que puedes contarme lo que sea – acarició mi mejilla con ternura.

-No es nada – cambié mi expresión angustiada por una feliz.

-He visto tu actitud muchas veces y algo no anda bien ¿no es así?

-Solo pensé en voz alta, porque creí que estaba sola – mentí.

-No es eso – insistió rogándome con su mirada, tal vez si le decía me sentiría mejor.

-No puedes decir nada, nadie va a creerte-

Cerré mis ojos enfadada y obedecí, no dije nada; como siempre yo acatando las ordenes de Clementina y ella se aparecía solo cuando tenía ganas.

Mi madre salió de la habitación resignada, Clementina tenía razón aunque yo no quisiera aceptarlo, lo que me estaba pasando era simplemente inefable y no quería que pensaran que había perdido la razón.

-¿Clementina? ¿Estás ahí? – me detuve a contemplar las cuatro paredes.

-Estoy aquí y me he dado cuenta de que tú perderás la cabeza y no quiero ser la causa de tu locura-

-¿Qué quieres decir? ¿Vas a dejarme? - mi estomago dio un vuelco, no quería perderla de nuevo. Su presencia me hacia sentir bien y que me dejara me aterraba, no quería pasar por su ausencia otra vez, ya no lo soportaría.

-Sabemos que no era mi tiempo y ahora tengo mi castigo-

-¿De qué hablas? – musité sollozando.

-El destino está escrito, el tiempo, las personas, los animales y todo en esta tierra tiene una razón y un destino que cumplir. Yo tenía el mío, no debía morir y ahora soy la responsable de que sucedan cosas que no deben, por eso no puedo irme, tengo que remediarlo Vale-

-No entiendo – negué aterrada sin saber a dónde mirar – ¿tienes que quedarte todo el tiempo que tenías destinado? ¿como un alma en pena? - cuestioné entrecerrando mis ojos por lo increíble y tonta que sonaba mi pregunta.

-Las personas que se quitan la vida están alterando el rumbo de todas las cosas, todos tenemos algo que enmendar, el suceso más importante que de nosotros en vida dependía y que ahora no podrá pasar sin nuestra presencia, tenemos que arreglarlo-

-¿Qué es lo que tienes que hacer? – pregunté con un hueco en el estomago.

-No puedes saberlo Vale, pero muy pronto entenderás-

-Y ¿cómo puedo estar tranquila? ¿Qué paso con Marie y con Theo? – insistente sobé mis manos.

Después de una larga espera, mis lágrimas rodaron por mis mejillas. Esto simplemente era increíble. Nico llegó a mis pensamientos, era el único con el que podía desahogarme y no podía esperar el momento para verlo de nuevo.

La noche pasó y mis ojos se negaron a cerrarse, después de escribir todo lo que me estaba pasando en un cuaderno la aurora que se asomaba por mi ventana me llenó de calma.

-Todo lo estás arruinando.

-No puedo evitarlo, debiste saberlo.

- Tienes que controlarte.

-Lo estoy haciendo.

-¡No! ¡No lo estás haciendo! Y esto va a terminal mal.

-¿Sabes la impotencia que tengo? No puedes simplemente exigir, no sabes cómo me siento.

-Pues nada de esto es culpa mía, ¡Es culpa tuya!

-Si pero ¡Yo no sabía nada de esto!

-¡Valentina! – Abrí mis ojos cegados por la luz, aturdida con mi nombre en un grito que me convencía de  que se hacía tarde para la escuela, miré la hora. ¿Nadie me despertó para ir a la universidad? Me incorporé aclarando mi garganta y tallando mis ojos. Desperté de un sueño extraño, todo era obscuro y unas voces hablaban, ¿De qué? No sé.
– ¡Estoy aquí! - Mis ojos se abrieron como platos y me quedé inmóvil. Mi corazón comenzó a latir con rapidez y mi respiración se aceleró. Con pánico giré lentamente mi cabeza.

-¡Clementina! – exclamé moviendo mi cabeza de un lado a otro. Ahí estaba sentada a mi costado y sonriendo - ¿Estoy soñando? – le pregunté impresionada.

-No estas soñando, aquí estoy y aquí me tendrás – sonrió feliz y yo me abalancé hacia sus brazos pero me golpee contra el suelo.

-No puedes tocarme – rió divertida mientras yo la miraba incrédula – ahora que ya sabes el motivo de mi presencia, podrás disfrutar de mi compañía.

El bosque y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora