CAPITULO 12 TIENES QUE IRTE

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Te lo advierto, tienes que irte.
¿A dónde? – articulé mientras miraba a mi alrededor. Esa mujer estaba muy irritada y no me quedaba duda de que me conocía a la perfección, sin embargo yo nunca en mi vida la había visto.

Nos encontrábamos en una habitación, tétrica, obscura, sucia, parecía ser una recamara abandonada de hacía mucho tiempo; el viento que entraba por la ventaba hacia bailar a las gastadas, manchadas y rasgadas cortinas. En la obscuridad veía perfectamente a la mujer de harapos negros, enojada, cadavérica y horripilante.

No sé a donde quieras irte, pero debes hacerlo; no suelo advertir a nadie y tu deberías beneficiarte de ello; si no lo haces, entonces comprenderé que permanecerás esperando las consecuencias.

¿De qué hablas? –a decir verdad el lugar tétrico me tenía aterrorizada, mi piel se erizaba por un constante y repentino frio que recorría todo mi cuerpo. En completa obscuridad la habitación desprendía un olor a sangre que me hacía pensar que estaba en la escena de un terrible crimen y el miedo de que un cuerpo sin vida estuviera en la misma habitación que yo me provocaba nauseas ¿Qué ha pasado aquí? ¿Qué es este lugar? – Hice una pausa y razoné lo que iba a preguntar porque no sabía si quería escuchar la respuesta - ¿Estas muerta?

Haces muchas preguntas que no voy a responder y me molesta mucho tener que repetirte esto otra vez... ¡Lárgate! – su grito dejó a mis oídos con un zumbido ensordecedor, los tapé con mis manos, cerrando mis ojos quejándome, al mismo tiempo que ella gritaba cosas que ya no podía escuchar más. Sus ojos, que estaban posados en mí, cada vez se hacían más grandes, completamente negros y hundidos hasta salirse de su cara.

─Valentina cariño, al fin – miré a mi madre confundida mientras besaba mi frente.

─ ¿Qué sucedió? – me incorporé tratando de sentir algún dolor, pero eso no pasó.

─Perdiste la conciencia pero es difícil saber la razón, tu dime a mí, ¿Qué te pasó?

─No lo sé – respondí con sarcasmo tratando de recalcar la situación en la que me encontraba, alzando mis hombros ─como si no fuera obvio.

─El doctor mencionó varias razones, que descartó con algunos estudios, pero el esfuerzo físico, el trauma emocional y el miedo, que también pudieron ser la causa no los pudo determinar ¿segura que no recuerdas nada? ─ Mi madre me miró esperando una respuesta y yo solo negué con mi cabeza.

Si recordaba y recordaba muy bien, esa mujer no necesitaba responder a mi pregunta, ella estaba muerta, yo solo lo sabía. ¿Qué quería de mí? Llegar y exigirme que me fuera de este pueblo sin una explicación era completamente injusto ¿Qué había hecho yo? ¿Quién era ella?

Ahora una incógnita más a mi vida, iba a terminar perdiendo la cabeza. Clementina había desaparecido y eso me hacía sentir indefensa y sin protección. Todo mi contacto con "el más allá" empezó desde que se hizo presente en mi vida y ahora sencillamente me dejaba sola.

Salí del hospital directo a mi casa, quería ir al bosque pero mi madre se opuso solo con su mirada. Otra vez a mi habitación, a pensar, a darle vueltas a lo mismo una y otra vez, para tratar de entender lo que estaba sucediendo sin conseguir nada... como siempre. La música no lograba atrapar mi atención, tampoco la televisión, ni leer un libro me era posible.

¿Dónde había visto a esa mujer antes? Su rostro me parecía familiar y por más que intentaba recordar mi mente se bloqueaba suplicando por un descanso. Hasta que mi celular me sacó de mis pensamientos.

─ ¿Hola?

─Valentina, ¿cómo estás? – su voz hizo revolotear mil mariposas en mi estómago y me llenó de calma.

─ ¡Nico! – Exclamé feliz – que bien escucharte, estoy bien ¿y tú?

─No viniste al bosque y pensé que quizá te había pasado algo.

─Estoy bien pero... me ha sucedido algo extraño – quedó en completo silencio como si esperara lo peor.

─ ¿A qué te refieres? – su voz quebrada me confirmó su pánico.

─Creo que lo mejor sería hablarlo en persona – musité

─ ¿Quieres que vaya?

─Si pero, saldré sin permiso así que, no llames a la puerta por favor.

─Voy para allá – colgó sin esperar respuesta, con una urgencia en sus palabras que me tranquilizaba y al mismo tiempo me hacía sentir protegida.

Salí de mi habitación solo para asegurarme de que nadie estuviera cerca, pero mi madre se encontraba en la cocina limpiando los restos de la cena, tomé una manzana pasando por su lado tratando de parecer lo más natural posible.

─ ¿Ya te sientes mejor? – preguntó con una mirada alegre.

─Si, solo quería despedirme porque es hora de ir a la cama – expresé jugando con la manzana en mis manos.

─Tienes que ir a la escuela – manifestó a secas mostrando autoridad.

─Lo sé – bese su mejilla y camine a mi habitación nerviosa.

Al abrir la puerta que planeaba azotar para confirmar ante toda mi familia que me encontraba dentro, me espanté al ver a la mujer con harapos negros, cerré inmediatamente la puerta y ella desde mi ventana me miraba con el ceño fruncido y con una furia que podía sentirse por toda la habitación.

─ ¿Qué haces aquí? – articulé mientras mi corazón comenzaba a descontrolarse.

─ ¿Por qué no te has ido? – respondió sin moverse de lugar y sin cambiar las facciones de su rostro.

─No voy a ir a ningún lado – respondí retándola sin una gota de valentía en mi cuerpo.

Se acercó a mí a una velocidad impresionante y yo cerré mis ojos esperando un golpe, permanecí del mismo modo temblando y escuchando mi corazón a toda prisa.

─Entonces ¿quieres que yo me encargue de que lo hagas? – preguntó exhalando un aire frío en mi rostro, miré su vientre ¿No estaba embarazada?

De pronto desapareció dejando una ventisca fría por toda mi habitación, mi pulso acelerado me dejó inmóvil y jadeando, "¿Qué demonios está pasando?" pensé mientras desesperadas lágrimas resbalaban por mis mejillas. Mi celular sonó y corrí a mi cama, Nico debía estar aquí, el acababa de salvarme sin siquiera saberlo.

Caminé a la salida, apurada, desesperada por verlo, por contarle todo con lágrimas que salían de mis ojos sin parar.

Mi cuerpo temblaba y entorpecía mis manos, no podía abrir y agitada recargué mi cabeza en la puerta esperando tranquilizarme, respirando profundo y limpiando mis lágrimas.

-¡Valentina! Estas en peligro, debes irte-

─ ¿Qué? ¿A dónde? – pregunté exasperada─ ¿Qué está pasando? ¡Dime por favor! No puedo irme Clementina, lo sabes.

-Tienes que hacerlo-

─ ¿A dónde? ─ pregunté llorando y con un pánico que no había sentido en toda mi vida.

-Todo se está saliendo de control, en verdad lo siento mucho-

¡Explícame! – mi celular no dejaba de sonar y yo no haría nada mientras Clementina estuviera hablándome, pero ella se había quedado en completo silencio, dejándome más aterrada y con más dudas, como siempre lo hacía.

Atendí la insistente llamada, era Nico y yo no podía hablar, mi frágil y aterrada voz no quería salir.

─Valentina ¿estás bien? ¿Qué está pasando? ¿Por qué no respondías? Estoy afuera – su tono alarmado me hizo perder la calma, pero estar con él era mejor que estar sola en mi habitación con una siniestra mujer.

El bosque y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora