CAPITULO 17 FIN DEL MISTERIO

60 7 18
                                    



—Bueno pero, ¿Qué es lo que tiene que salir bien? Yo sé que nadie va a decirme nada, como siempre, pero no sé si entiendas lo difícil que es hacer las cosas bien cuando no sabes que es lo que estás haciendo—reí con ironía al analizar lo que había dicho—Lo único que puedo hacer es ver a mi hermana muerta, huír de una maldita sucia que no conozco, que por razones ¡QUE NO CONOZCO! – Grité pronunciando lo último, con mucho coraje —me quiere matar, ¿te parece justo todo esto? Pues a mí no, y estoy cansada, muy fastidiada de toda esta situación que va a terminar por desquiciarme y ya no espero que me digas nada, porque ya se lo que vas a decir—rodee mis ojos con hastío— ¿y si todo sale mal? ¿Qué va a pasar? Déjame adivinar, tampoco puedes decirme—crucé mis brazos poniendo un fin a la conversación.

—Todo habrá terminado

— ¿Todo? ¿A qué te refieres?

—Todo simplemente terminará, no habrá razones, dudas, problemas, no habrá nada más.

Desperté confundida, sintiendo cada parte de mi cuerpo, sin dolor alguno, con marcas de heridas que pareciesen tener más años que yo. Todo había sanado, toqué cada parte de mi cuerpo con incredulidad, ¿Cómo era posible? Claro, en el mundo de Valentina, donde existen los fantasmas. Entonces todo tenía sentido ahora, Clementina lo había hecho. Salté de la cama feliz, sintiendo un cuerpo nuevo, con ganas de hacer cualquier cosa que viniera a mi mente y con mucha felicidad porque estaba aprendiendo a ignorar tanta duda, aprendiendo a ser ignorada, ¿Qué había pasado conmigo en el bosque? No estaba segura de querer saber la respuesta y aunque fuera algo que quería saber, al mismo tiempo quería olvidarlo todo.

Recorrí la cabaña llamando a Nico pero él no estaba, quizá había salido por ahí, así yo podría hacer algo para él, en agradecimiento a su ayuda y hospitalidad, podría preparar alguna deliciosa comida, aunque me apetecía relajarme y disfrutar de mi momentánea soledad. Preparé un café y un libro que estuve leyendo antes de que todo esto comenzara, A sangre fría del autor Truman Capote, el crimen y divagar sobre posibles acontecimientos que pudiesen haber ocurrido, me volvían loca. Adoraba pensar como toda una detective, y en varios libros había llegado a la conclusión antes de terminarlo, cosa que en mi propia vida me era imposible hacer y eso me provocaba una terrible impotencia.

El sol estaba en su punto más alto, demoraría en ocultarse, así que me recosté en el sofá para disponerme a leer pero un golpe en la puerta me hizo estremecer, un golpe arrebatado que disparó adrenalina por todo mi cuerpo en instantes ¿Quién podía tocar con tanta desesperación? Con el corazón a toda velocidad y una respiración agitada me acerqué a la puerta.

— ¿Quién es? — Pregunté indecisa y temerosa. Quizá Nico, pero él no tendría que llamar a la puerta.

No obtuve respuesta y otros tres golpes me sacaron de mis pensamientos. Miré por el rabillo de la puerta sin querer mirar nada en absoluto, pero no había nadie, tenía que ser una broma de Nico, así que mi corazón se apaciguó casi por completo, respiré aliviada y comencé a reír en mi mente, pensando en lo cobarde que había sido. Abrí la puerta divertida pero me llevé una gran sorpresa que me hizo caer fuertemente contra el suelo, como toda una tonta pusilánime.

—Hola —saludó con sarcasmo mientras se reía a carcajadas sin poder detenerse. No pude responder nada, me había quedado afónica, mi cuerpo completo estaba debilitándose cada vez más, en cualquier momento tendría un paro cardiaco— ¿No vas a saludarme? ¡Vaya! parece que alguien aquí no tiene modales. Entró a pasos agigantados esquivándome con cuidado y con cierta repulsión.

—Vamos levántate, no te quedes ahí como toda una cobarde, solamente he venido a conocer la cabaña del amor —rio nuevamente—es más linda de lo que imaginé. Sí, también vengo a eso que estás pensando ¡Me sorprendes! Que intuitiva eres Vale —sonrió mientras se desplomaba en el sofá para beberse el café que me había preparado —Espero que no te moleste, pero debido a tu falta de educación decidí ofrecerme el café yo misma— dijo alzando la taza por encima de su cara con sarcasmo. Apenas dio un sorbo y escupió todo el café, haciendo muecas y expresiones de asco—Tienes que endulzarte la vida Vale esto esta tan amargo como tú—Se incorporó para contonearse petulante por la sala hasta llegar a la cocina. Tomo un poco de azúcar, bueno... mucha a decir verdad.

—Quiero que te vayas ahora mismo—grité con cobardía.

—Claro que voy a irme, aunque es bonita la cabaña no pienso quedarme. Me iré cuando termine mi café y deje un regalito para tu acompañante.

— ¿De cuál regalito estás hablando?

—Vamos Vale, no quieres que te lo diga ¿Cierto? Intúyelo, eres buena haciéndolo, yo sé que sabes de lo que estoy hablando.

Ella iba a matarme y me dejaría destrozada para que Nico me encontrara.

— ¡Vaya, vaya! No pensaba destrozarte, eres muy intensa Vale, es más— chasqueo los dedos y sonrió como si la mejor idea de todas hubiera llegado a su mente—Dejaré que tu elijas ¿Qué te parece? ¿Cómo quieres morir? No todos tienen ese privilegio — enarcó las cejas esperando una respuesta.

Las palabras no salían de mi boca, mi estúpida y cobarde boca no quería articular palabra. Estaba completamente paralizada. Ella me dedicaba unas miradas llenas de burla, que escondían risas y contenían carcajadas, solo porque quería hacer que mi asesinato fuera algo más serio.

—La taza se está vaciando Vale, y no me apetece otro café.

En mi mente comencé a llamar a Clementina a rogar para que Nico apareciera. Ella se reía de mis pensamientos, tan segura de que nadie me ayudaría. Sin poderlo evitar comencé a llorar, tenía mucho miedo, nunca hubiese imaginado que moriría de esta forma, en manos de esta mujer.

—No me quiero morir—supliqué entre sollozos.

—Yo tampoco quería morir ¿Sabes? Te platicaré la historia. Que suerte tienes Vale, tendrás unos minutos más de vida.

Cruzó sus piernas para ponerse más cómoda, posó su brazo en el respaldo de la silla, una pose digna de una maldita perra llena de seguridad y confianza.

—Yo tampoco quería morir, a mí me mataron. Alguien más decidió que era mi tiempo, lo cual es completamente injusto. Es algo muy cruel y muy difícil de sobrellevar, porque intervienen en todo tu destino, es como si desordenaran tu vida y tú tuvieses que ponerla en orden de nuevo, pero es imposible saber cómo hacerlo, porque nadie te ayuda.

Es muy difícil hacerse a la idea de saber que estas muerta y más difícil aún tomar un camino que sea correcto, ¿cómo lo harías si nadie te dice cómo? Esa horrible experiencia me dejó llena de rencor y fue creciendo una ira dentro de mí, que estoy segura de que solo la venganza podrá calmar. Una venganza que ejecutaré haciendo uso de toda esa ira y de todo ese rencor.

— ¿Soy yo parte de tu venganza? ¿Quién te quito la vida?

Yo no acostumbraba a rodearme de asesinos, así que al ser yo la víctima para su venganza me llenaba de dudas, ¿quien la había asesinado?

—Quieres saber muchas cosas Vale, pero voy a responder tus preguntas. ¿Podrías darme otro café? Y por favor no tan amargo como tú, recomiendo que también disfrutes de uno, porque será el último que te tomes. Relájate, aunque no lo hagas voy a matarte pero antes, responderé a todas tus dudas, se acabaron los secretos y tanto misterio.

Inmediatamente me dispuse a servirle café y otro para mí por supuesto. Estar a punto de conocer toda la maldita verdad me hizo feliz, no importaba si moría en ese mismo instante.

Mientras omitía el azúcar en mi taza de café vertía dos en el de ella, pensando en todo y en nada a la vez. Ella me contemplaba con una cínica sonrisa, mofándose de mis nervios, de mis dudas, de mi miedo, en fin... burlándose de todos mis pensamientos. Acerqué hacia ella la taza con café haciendo bailar todo el líquido. Tomé asiento frente a ella, tragué saliva con dificultad, ansiosa, feliz de que los secretos ya no serían secretos y aterrada porque estaba a minutos de mi muerte.

El bosque y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora