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Capítulo dieciocho.

//Narrador Omnisciente//

- ¿Piensas en soltar a ése perro? – Preguntó Mónica ya algo estresada de qué Justin estuviera mimando al perro mientras ella hacía el ensayo. Justin la miró. – ¿De quién es?

- Es de Lilly.

- ¿Por qué lo tocas de todos modos? Ha de tener rabia o algo así. Tal vez Lilly le contagió pulgas. 

- No me importa, creo que amo a éste perro.

- ¿Cómo se llama? – Preguntó Mónica sabiendo que Justin no lo sabría y su amor sería una tontería más.

- No lo sé, pero lo amo. 

- Así qué ¿Amas a ése perro sarnoso pero a mí no? 

- No con eso de nuevo, Mónica. – Dijo Justin algo molesto, no quería que lo volviera a acosar con eso. Mónica iba a hablar, pero él la interrumpió y sabía con qué callarla. – ¿Tú me amas? – Le preguntó mirándola a la cara con ambas cejas levantadas.

- Por supuesto que no. – Respondió Mónica, totalmente a la defensiva. 

- Bien. – Dijo Justin calmado y siguió acariciando a Bowie. 

- ¿Nos besamos? Esto es aburrido. – Dice Mónica después de unos minutos de silencio total. 

- Por supuesto. – Dijo Justin para después mirar a Mónica.

- Oh, espera, no podemos. Tengo que hacer éste maldito ensayo de Lenguaje. 

- Tranquila, yo me encargo de eso. – Dijo Justin mientras se levantaba para sacar a Bowie de la habitación y cerrar la puerta. 

Bowie comenzó a chillar pero ni modo, Justin no volvería a en un buen rato. Lilly salió de su habitación para ver que le pasaba. Lo tomó y fue a su habitación con él en brazos pero después de estarlo mimando un rato comenzó lo desagradable. Debido a qué el cuarto de Justin estaba al lado y ambas camas estaban pegadas a esa pared qué los separaba, Lilly escuchaba mucho de lo que él hacía allí.

No era la primera vez, pero todas las veces era igual de desagradable y nunca sabía que chica era. 

Debido a lo desagradable siempre terminaba en la sala o en casa de Mathew. Ésa vez terminó en la sala, aún no se quitaba lo culpable por lo que había pasado el sábado. Ésa mañana de lunes había estado distante, no sabía cómo mirarlo a la cara sin sentir vergüenza, nunca lo haría. 

El martes se repitió la historia y el miércoles igual, definitivamente el trato con Justin no era una farsa. Mathew y ella sólo respiraban paz, pero ella seguía sintiéndose mal. No era sólo por lo que le hizo a él, también por lo bajo que pudo caer ella, por la vergüenza que era ver a Justin, un sinfín de cosas que pasaban por su cabeza, pero bien, al final su mayor dolor era Mathew. Trataba de pensar en lo bueno que era y que no merecía el maltrato que Justin quería darle, trataba de pensar en lo fuerte qué se había convertido y que ella no podía permitir que volvieran a quebrar, trataba, pero seguía siendo una vergüenza para ella misma. Quería lanzarse del puente, pero no podía dejar a Mathew solo así qué tendría que cargar con su vergüenza hasta que el trato acabará, la cosa era qué, ella no sabía cuándo acabaría.

Al llegar a su casa se encerró en su cuarto como de costumbre, esos cuatro días lloró más veces de lo normal. Tampoco le daba mucha hambre y cada vez que se encontraba con Justin era incómodo, así que por eso salía menos de su habitación. 

Se despertó antes de tiempo de su siesta y sintió la necesidad de comer algo así que bajó por mantequilla de maní. 

Al bajar a la cocina se encontró a Justin besándose y jugueteando con una chica que no vestía más que una camisa de él y ropa interior debajo de eso. Pero no era cualquier chica, era Susan, jamás esperaría algo así de Susan. Susan era la cerebrito de la escuela, Lilly la marginada, Susan la cerebrito. Ella tenía una actitud parecida a la de Lilly, era sumisa y tímida. Ella era quién hacía las tareas de los populares, Lilly era la asignada de las tareas si Susan estaba muy atareada. 

Cuando Susan vio a Lilly no reaccionó en lo absoluto cómo lo hacen Mónica o Scarlett cuando la pillan en eso. Se tapó y subió corriendo escaleras arriba, se moría de vergüenza. Lilly volteó para volver a su habitación y hacer como si nada. 

- ¡Dijiste qué ella nunca salía de su habitación! – Le reclamó Susan a Justin hablando despacio, pero Lilly escuchó de todos modos. 

- Ella siempre está en su cuarto, lo juro. – Le respondió Justin hablando despacio también.

- ¡Oh mi Dios! ¡Qué vergüenza!

- No le dirá a nadie. 

- ¿Qué importa? ¡Es vergonzoso! 

- ¿Te avergüenza que te vean conmigo?

- ¡A ambos nos avergüenza estar con el otro, por eso nos reunimos en secreto! 

La discusión continúo un rato hasta que dejaron de hablar y todo fue silencio. Después Susan tocó a la puerta de Lilly, ella abrió.

- Hola. Bueno, solamente quería decirte que yo no soy así y no quiero que pienses mal de mí. Es qué Justin es… Me hace sentir bien y solo esperaba que también guardaras el secreto, por favor. – Le dijo Susan a Lilly con preocupación.

- ¿Te hace sentir bien? – Le preguntó Lilly a Susan, algo extrañada. Susan asintió.

- Él puede llegar a ser bueno, lo juro. Sólo… Tienes qué ver todo de otra forma. En fin. No le digas a nadie, por favor.

- No lo haré. 

- Gracias, en serio. – Le dijo Susan con gran alivio. – Adiós.

- Adiós. 

Lilly pensó en lo que dijo Susan. Tal vez sólo tenía que acostumbrarse, sólo tenía que verlo de otra manera. Había visitado a psicólogos y cuando se referían a su ansiedad siempre decían que todo era mental. Todo era mental. 

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