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Capítulo treinta y uno.

– ¿Te llevo a tu casa? – Preguntó Mathew mientras salían de la escuela. Lilly negó. 

– Debo esperar a Justin para irnos.

– Pues… espero que, mm, te diviertas. 

– No lo haré, espero que eso te haga sentir mejor. 

– Claro que… Sí, si me hace sentir mejor. ¿Sabes? Ahora que tienes dieciocho ya no debes ver Disney. – Dijo Mathew mientras se ponían bajo un árbol, lejos del resto. Lilly enarcó una ceja.

– ¿Y cuándo intento ver cosas de adultos quien me hace ver Madagascar?

– ¿Barney? – Lilly entrecerró los ojos. – Sí, es Barney totalmente. Oye, ¿y qué piensas hacer allá?

– Pintar. 

– ¿Pintar? – Preguntó Mathew mientras atraía a Lilly a su cuerpo. – Píntame algo. – Dijo y le plantó un beso en la sien. Ella se mordió el labio inferior para evitar sonreír totalmente. Le encantaba hacer cosas por él. 

– Adiós. – Dijo ella en cuánto vio a Justin al frente, mirando atentamente hacía ellos. Mathew volteó a ver a esa dirección y se volvió a Lilly de nuevo para besarle la mejilla.

– Adiós. 

Lilly apartó las manos de Mathew y miró hacía el piso mientras se acercaba a Justin. Se dirigieron al auto y subieron. Unos minutos después ya estaban en marcha. 

Y cómo era común en ellos, no hablaban, cada uno iba a hundido en sus pensamientos. 

– Te traje un regalo. – Dijo Justin. 

– ¿En serio? – Preguntó Lilly extrañada. 

– Sí, sí, sácalo, está en la guantera. – Dijo él. Lilly abrió la guantera y sacó la bolsa que estaba adentro, luego sacó lo que estaba adentro de la bolsa y quedó sorprendida. Tanto que abrió un poco la boca. No podía creer que Justin le regalara algo que le gustara tanto, ni su mamá en toda su vida lo había logrado. – ¿Te gusta? – Preguntó él, cada segundo que ella pasaba sin responder se sentía más estúpido por hacer algo así. 

– Eh… sí. Gracias. 

El resto del trayecto fue en silencio, y no fueron minutos, fueron horas. Llegaron en la noche al complejo de cabañas. Cuándo bajaron del auto fueron a la recepción y Justin pidió indicaciones al hombre que estaba allí. Él los guío a la cabaña y les dio sus respectivas llaves, le enseñó el lugar por dentro y luego se fue. 

Justin eligió la habitación con la cama más grande, así que Lilly entró a la otra y después de ponerse un pijama se fue a dormir. Estaba cansada. 

Al día siguiente Lilly se levantó alrededor de las once. Lo primero que hizo fue tomar dos píldoras, luego de bañarse y cambiarse, se comió una manzana que tenía en la mochila. Sacó su libro de dibujos y unos lápices. Ella quería pintar, pero no tenía los materiales para hacerlo allí, así que iba a dibujar. Salió del lugar y caminó hacía un lugar que vio el día anterior desde el auto, se veía un lindo paisaje desde allí. 

Después de levantarse y darse cuenta de que Lilly no estaba, Justin tuvo que preguntar y caminar mucho porque al lugar dónde fue Lilly estaba algo lejos. Finalmente la encontró, estaba sentada sobre el pasto dibujando el panorama. 

– ¿Qué haces? – Preguntó Justin mientras caminaba hacia ella. 

– Dibujar. 

– ¿Y es para alguien? – No comprendió porque hizo esa pregunta, no sabía porque hacía alguna de esas preguntas.

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