Cap 1

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Los Casablancas son la familia más peligrosa del país, dedicándose a la trata de blancas, generalmente sacaban lindas niñas de las zonas más pobres para después prostituirlas o venderlas por toda América. Incluso tenían compradas a las autoridades y mejor ni hablar del trato que mantenían con el presidente.
¿Julian Casablancas? hijo único de John, el típico chico rebelde que no obedecía las reglas. Caprichoso a más no poder, siempre obtenía lo que quería y nada podía ser la excepción.
A pesar de todo tiene un buen corazón pero es obligado a seguir los pasos de su padre para evitar convertirse en la vergüenza de la familia.

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Julian entró a la oficina de su padre  y se sentó en la silla que se encontraba del otro lado del escritorio, justo frente a él.

—Acabo de chocar el Mercedes... por accidente ¿tienes las llaves de algún otro?— dijo en tono despreocupado, como si un simple coche de tal marca no significara nada para él. Y vaya que un coche tan costoso como esos, no era un gran gasto para ellos.

—Aprende a cuidar un poco más las cosas— dijo John dejando el periódico de lado y buscando algo en uno de los cajones.

Julian asintió con la cabeza y esperó, su padre al fin le ofreció las llaves del nuevo automóvil pero justo cuando él las iba a tomar, rápidamente las retiro de su alcance.

—¿Recuerdas lo que haremos mañana?— preguntó agitando las llaves en el aire, presionando a Julian a responder.

—Iremos a comprar chicas— respondió rodando los ojos, él nunca había disfrutado de hacer tal atrocidad.

—Exacto, te quiero ver listo en la madrugada.

Dicho esto, al fin le entregó las llaves a Julian y este salió de ahí mientras las guardaba en el bolsillo de su pantalón.

Recorrió los largos pasillos y escaleras de la mansión para al fin salir, una vez fuera, se dirigió al patio trasero. Ahí se encontraba un pequeño establo, con tal solo cinco caballos, pero el valor de ellos eran más de un millón si los sumabas, todos ellos eran campeones a nivel mundial, cada uno en diversas disciplinas.

Julian entró tranquilamente y se acercó a la caballeriza de su favorito. Un caballo de raza Warmblood alzó rápidamente la cabeza, admirando a aquel chico que lo había amado desde hace tanto tiempo. Aquellos dos tenían un lazo especial. Julian metió la mano por las rejas y comenzó a acariciarlo lentamente.

—¿Desea que lo ensille?— preguntó el hombre que se encargaba de ellos.

Julian estaba a punto de responder que no, pero al final decidió que sería bueno distraerse un rato.

—Si, bueno... solo la cabezada por favor, sabes que me gusta más montar sin silla.

El hombre obedeció y sacó al caballo de ahí. Julian admiró a su gran compañero, era casi totalmente de color negro, si tan solo no fuera que sus dos manos eran de color blanco hasta las rodillas, con un imponente tamaño sobrepasaba a cualquiera que se encontrara a su lado, sus pasos eran largos y causaban mucho sonido en el pavimento, pero al menos era bastante manso, demostrando la educación que traía,  tomando en cuenta que era un semental todavía.

Cuando el caballo estuvo listo, salieron al césped, ahí Julian se subió en un pedazo de tronco y una vez que estaban uno al lado del otro, tomó las riendas y subió a la espalda del animal.

Tomaron camino entre las hierbas y se dirigieron al área boscosa, sabían muy bien a dónde ir, no era la primera vez que lo hacían.

Después de unos minutos al paso, ya que el caballo había calentado, Julian apretó sus talones contra sus costillas, provocando una suave salida al galope.

El galope era bastante cómodo, solo era cosa de saber cómo acompañarlo con la cadera, los dos se entendían perfectamente, logrando un trabajo en armonía.

A lo lejos, Julian logró divisar un pedazo de valla vieja, no lo dudó más y cuando estuvo más cerca, alargó el galope los últimos trancos, tomaron impulso y saltaron ligeramente. Los dos aún se conservaban en forma, recordaban cómo hacer su trabajo.

Siguieron al galope un par de minutos más hasta que llegaron al lugar que tanto habían olvidado.

A las orillas se encontraba un delgado río de agua limpia, con bastante vegetación a sus lados.

Julian frenó al caballo, le dio unas palmaditas en el cuello y bajó de su espalda. Tomó las riendas y las saco por el frente para poder darle un poco más de libertad, pero aún así sostenía ambas con su mano derecha. El caballo aprovechó y comenzó a comer el abundante césped que se encontraba ahí.

Él se sentó frente al río y se entretuvo observando los pequeños peces de colores que pasaban en las aguas cristalinas. Después se puso a mirar el atardecer, eso era una de sus actividades favoritas y lo disfrutaba aún más cuando nadie lo molestaba, solo en compañía de su mejor amigo.

Cuando el sol se ocultó completamente, decidió que sería buena idea regresar a casa.

Volvió a colocar las riendas en su debido lugar y ahora tomando bastante impulso, logró subir de nuevo a su espalda.

Esta vez regresaron solo al paso, ninguno de los dos sentía prisa por llegar, se sentían bastante bien alejados de todo.

Llegaron a casa justo antes del anochecer, los grillos comenzaban a cantar y el clima a refrescar.

—Dale zanahorias por favor— le ordenó al hombre, justo después de bajarse.

—Claro que si.

Julian se despidió de su fiel amigo con un suave beso en su nariz y arregló un poco su fleco, si en algo se parecían, era que todo el tiempo se la pasaban despeinados.

Con una gran sonrisa, Jules regresó a la mansión y se dirigió a su habitación. Una vez dentro, cerró la puerta, configuró la alarma en su celular y se recostó sobre su cama, no tardó mucho para quedarse dormido, pero no lo pudo hacer tan tranquilamente, los pensamientos de lo que tendría que hacer en unas horas no dejaban de atormentarlo.

A las dos de la mañana, la alarma comenzó a sonar y él se despertó agitado. Enojado la apagó, se levanto para ir al baño y lavarse la cara. Se recargó en el lavamanos y se cuestiono una vez más si era buena idea ir allí. Pero no tenía otra opción. 

Totalmente desganado, salió de su habitación y se dirigió a la sala principal, ahí se encontraba su padre esperándolo.

—Que bien, pensé que no vendrías, ya estás lo suficientemente grande para escoger chicas tú mismo— dijo orgulloso.

Julian solo se quedó en silencio y escuchó las absurdas palabras de las cuales no quería ser partícipe.

—Vamos, ya nos esperan.

Salieron de la mansión y efectivamente, en el patio delantero se encontraba un Cadillac negro con un chofer esperándolos, ambos subieron y emprendieron el camino.

Business Dog  (Julian Casablancas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora