Cap 5

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Días después, la chica ya había adquirido bastante confianza con Lisa. Habían salido juntas un par de veces y en ese tiempo platicaban un poco de todo, llegando a conocerse.

"El chico es bueno" era lo que Lisa le decía cada que la chica mencionaba a Julian. Aunque era claro que ella no sabía su nombre y solo preguntaba por pura curiosidad.

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La tarde estaba lluviosa y el clima estaba aún más frío de lo normal, invitando a que prendieran la chimenea que tenían dentro, para calentarse al menos un poco.

La chica se encontraba en su habitación, justo frente a la ventana, observando cómo las gotas resbalaban por el vidrio y como otras impactaban contra el barro o las hojas de los árboles.

De pronto escuchó a alguien abrir la puerta de su habitación, supuso que se trataría del chico que se había convertido en su salvador, pues Lisa siempre tocaba antes.

Escuchó los pasos de la persona entrando y vio cómo se posicionaba al lado de ella, observando lo mismo.

—¿Te gusta la lluvia?— preguntó Julian.

—Me gusta verla, mas no sentirla— respondió.

Los dos quedaron en silencio y ella volteó ligeramente para verlo mejor. En su corta vida nunca había visto a un chico con un corte de cabello como el de él; un poco largo y alborotado, con mechones que cubrían su frente y los más largos sobre sus mejillas. Todo de un hermoso color chocolate.

—¿Que hay de mis compañeras?— preguntó con temor, no sabía que reacción esperar por parte de él.

—Ellas...— sintió un nudo en la garganta y pasó una de sus manos por su cabello —No las volverás a ver, en un par de meses se irán muy lejos.

Ella aún tenía la duda de qué les pasaría, pero no se atrevió a entrometerse tanto. Sintió un poco de alivio al saber que no iría con ellas y se quedaría en un lugar seguro, llena mimos. 

Se separó de la ventana y tomó asiento en su cama, totalmente aburrida.

Julian la siguió e hizo lo mismo.

—¿Cuál es tu nombre?— preguntó Julian, en verdad le interesaba saberlo.

—Natalie— respondió seria y mirando al suelo —¿Cuál es el tuyo?

—Julian... pero puedes decirme Jules— agregó entusiasmado y con una sonrisa.

Ella le devolvió la sonrisa y decidió hacer una última pregunta.

—¿Por qué haces todo esto por mí?

—En realidad no lo sé— dijo para evitar decirle que en realidad era remordimiento.

Julian hizo un ligero movimiento con sus manos, para después regresarlas a sus piernas otra vez. Las mangas de su chaqueta se recorrieron un poco, dejando su muñeca derecha al descubierto.

Natalie se fijó en ello y pudo observar el tatuaje de una llave de sol que tenía en esa parte.

—¿Te gusta mucho la música?— preguntó pasando su dedo por el tatuaje.

—Bastante— respondió.

—¿Que géneros?

—El rock, punk y clásica.

—Tienes buenos gustos— declaró ella —A mí también me encanta el rock.

—Tenemos algo en común— dijo mientras la admiraba un poco. Al menos ahora era bastante obvio que traía ropa nueva. Era diferente verla con un sweater rosa y unos jeans rasgados en lugar de ropa interior.

—Es aburrido están aquí dentro, todo el tiempo— dijo Natalie recostándose en la cama y mirando al techo.

Julian volteó hacia la ventana y pudo ver que la lluvia ya había cesado casi por completo.

—¿Quieres salir un rato?— preguntó Julian —podríamos caminar un poco por el bosque.

—Claro, es buena idea— respondió ella con emoción.

Los dos se levantaron y salieron del lugar. Fuera todavía se podía sentir una ligera llovizna y el aire movía el césped y las ramas de los árboles.

Julian le ofreció su mano y ella la tomó sin pensarlo. Siguieron un pequeño camino, con algunas partes llenas de barro, provocando que se ensuciaran los zapatos.

Ninguno de los dos hablaba y solo se dedicaron a escuchar el suave canto de los pájaros, las hojas moviéndose y sus propios pasos aplastando las delgadas ramas.

—Shhh— Susurró Julian y se detuvo.

Justo frente a ellos, se encontraba un ciervo, acostado en el suelo. Tenía una mirada desesperada y respiración agitada. En cuanto los vio, intentó levantarse pero cayó rápidamente de nuevo.

Natalie soltó la mano de Julian y suavemente se acercó al animal, quien conservó la calma. Se arrodilló frente a él y comenzó a acariciarle el hocico.

Julian se acercó unos pasos y lo observó, percatándose de que estaba herido.

—¿Está bien?— preguntó ella.

—No— respondió y soltó un suspiro.

—Ayudémoslo— suplicó.

—No hay nada que hacer, se ha roto las dos manos— dijo con pesar al ver que las manos del ciervo se encontraban totalmente destrozadas, incluso dejando ver los huesos.

Fue difícil pensarlo, pero Julian decidió lo mejor para el animal. Considerando que un tratamiento sería bastante costoso; un animal salvaje es difícil de tratar y jamás estaría en libertad otra vez. Estaba sufriendo demasiado.

—Hagámoslo lo más humano posible— dijo él.

Natalie abrazó cálidamente al ciervo durante unos segundos y después lo soltó para ponerse de pie.

Julian se posicionó en uno de los costados del animal, recargándose un poco en la espalda de este; lo acaricio un poco y después pasó su brazo derecho por su cuello, y con su mano izquierda tomó su hocico.

Soltó otro suspiro, espero unos segundos para calmarse y cuando estuvo listo, hizo un rápido movimiento, jalando el hocico del animal con una gran fuerza hacia uno de sus lados, rompiéndole el cuello.

Poco a poco soltó su agarre y el cuerpo sin vida del ciervo terminó tendido.

Julian lo acarició una última vez y después se levantó, con una gran tristeza, mientras que ella estaba al borde del llanto.

—Era lo mejor para él— agregó Julian, diciendo la verdad.

Los dos siguieron su camino, mientras charlaban entretenidos, pues la mayoría eran cosas tontas y sin sentido. Hasta que en un punto ella hizo una simple pregunta, desencadenando que Julian se extendiera en una plática sobre las razas de los pájaros silvestres y sus respectivos cantos.

Ella lo escuchaba con atención y le resultaba bastante interesante todo lo que él decía.

—Creo que será mejor volver— agregó Julian al escuchar los estruendos del cielo.

Retomaron el camino de regreso, esta vez apresurándose un poco más. Y pronto se encontraron de vuelta en la cabaña, deteniéndose en la entrada.

—Nos vemos la próxima semana— agregó Julian.

—Claro que si— dijo feliz. En realidad había disfrutado el paseo, excepto por el incidente del ciervo.

Cuando Julian estaba a punto de darse la media vuelta, ella se acercó y le dio un pequeño beso en la mejilla. Vaya que era alto, no se había percatado de ello hasta que se atrevió a hacer eso. Los dos se dedicaron una sonrisa y siguieron su propio camino.

Julian subió a su auto, lo encendió y regresó a casa.

Business Dog  (Julian Casablancas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora