Cap 4

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Al día siguiente Julian y Diego despertaron con una ligera resaca, pero supieron arreglarla con un buen desayuno e hidratación.

—Mi buen amigo, ha llegado mi hora de partir— anunció Diego después de haber pasado toda la tarde juntos.

Julian asintió con tristeza y se despidieron con un gran abrazo, intercambiaron sus números de celular y después admiró con melancolía como este se alejaba a toda velocidad en su auto.

Regresó a su habitación y salió al pequeño balcón que se encontraba ahí, para después recargarse sobre el barandal y admirar el atardecer.

Un pensamiento no había dejado de pasar por su mente. La chica que él mismo había "escogido" el día anterior.

Tan solo había pasado un día, ella debía seguir intacta. Él sabía lo que esas pobres chicas tenían que pasar antes de ser compradas por alguien. Primero, una señora cuidaba de ellas y las ponía presentables, posteriormente las enseñaban a ser obedientes, pero no de una agradable manera, siempre terminaban temerosas de todos. Aún sentía un poco de remordimiento, no podía dejar que eso le sucediera, no por su culpa.

Permaneció en el balcón hasta que cayó la noche, también le encantaba admirar las estrellas.

Después de meditarlo por un tiempo, decidió que iría al lugar donde se encontraban, así podría hacer algo por ella.

Regresó de nuevo a su habitación, tomó las llaves de su auto y salió de la mansión sin darle explicaciones a nadie, agradeciendo que no se encontró con su padre en el camino. Se subió al auto y lo encendió, ésta vez era un Rolls-Royce de color gris rata, uno de sus favoritos.

Emprendió el camino, pisando fuerte el acelerador. Pronto se encontró por la carretera, rodeado de un área boscosa, con el clima bastante húmedo.

Recordó el lugar a la perfección y más adelante logro ver aquel camino de tierra que guiaba hacia adentro del bosque. Lo siguió y minutos después encontró las cabañas. Era un buen lugar apara mantenerlas, no era nada concurrido y en caso de que lo vieran, nunca sospecharían.

Estacionó su auto a unos cuantos metros y camino hacia allá, donde se encontró con uno de los guardias, justo afuera de la cabaña más pequeña.

—Me puedes abrir?— le preguntó Julian.

—Tu padre te envió?— dijo regresando la pregunta.

—Solo quiero ver a una de ellas— declaró.

—Para que?— inquirió una vez más.

Julian tuvo que pensar rápido en algo, nadie podía enterarse de lo que estaba haciendo.

—Nada importante— suspiró y buscó algo dentro de su bolsillo —No le digas nada a papá ¿de acuerdo? — dijo entregándole un par de billetes con la suma más alta.

El hombre asintió, guardó los billetes, sacó las llaves y abrió la puerta.

Julian entró lentamente y encendió la luz. Rápidamente la vista de las tres chicas se fijaron en él, quien no pudo evitar sentir pena por verlas encadenadas y sentadas en el suelo. No lo dudo más y se acercó a la castaña. Le pidió las llaves al guardia y este se las entregó.

Se puso en cuclillas a uno de sus lados,abrió los candados y retiró las cadenas de sus muñecas. Ella solo lo miró, sin entender por qué lo hacía.

—Confía en mí— dijo Julian levantándose y ofreciéndole su mano.

Ella lo dudó unos segundos, pero aceptó cuando los dos hicieron contacto visual. Ella admiró una tierna mirada suplicante, mientras que él había admirado unos hermosos ojos verdes.

Business Dog  (Julian Casablancas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora